CAPÍTULO 5.

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El golpe me dejó sin aliento.

Caí de rodillas una vez más al suelo tratando de buscar un poco de aire. Mi cuerpo tembló y mi visión se volvió borrosa.

No podía respirar.

Jadeé en busca de aire, cuando por fin logré respirar, había lágrimas gruesas y calientes en mis mejillas y mis pulmones dolían, dolían mucho.

Cállate y camina — dijo el soldado cerca de mi rostro.

Mi palma se estrelló contra su mejilla pálida y el golpe fue casi al instante. Sentí la sangre caer de mi nariz y el sabor metálico inundó mi boca de inmediato.

El dolor se volvió intenso y mi cabeza y mi cuerpo se llenaron de él. Las lágrimas siguieron cayendo por mi rostro está vez más de prisa.

Sentí mi cuerpo rígido y mi cabeza muy, muy ligera como si de alguna forma estuviera llena de algodón.

Mierda. ¡De pie, rápido! — gritó.
Pasó sus manos por debajo de mis axilas y con poco esfuerzo me puso sobre mis pies temblorosos, mi visión seguía siendo un poco borrosa y un agudo zumbido perforaba mis oídos.

Dolía.

¿Qué es lo que sucede aquí? — la voz sonó autoritaria, incluso dentro de mi estupor había oído aquello fuerte y claro.

Ah, consejero Clifford — dijo el guardia de la barba, su voz sonó preocupada.

Al levantar la mirada un hombre mayor observaba toda la escena con curiosidad y un semblante relajado. Habían un par de guardias inmóviles detrás de él.

Yo lo observé a él, era un hombre de unos 60 años, tenía un rostro gentil de piel aceitunada, cabello que iba del negro al plateado en algunos lugares debido a la edad. Sus ojos se encontraron con los míos, eran oscuros, pero había inteligencia y bondad en ellos.

Había arrugas alrededor de su boca y supuse que quizá era una buena señal ya que normalmente era un signo característico de alguien que sonreía regularmente.

Usaba un traje de color azul oscuro, los botones de su chaqueta eran plateados y estaba segura que aquello debía ser plata real. Camisa blanca y corbata roja granate.

¿Y bien, señor Herbert? ¿Qué es lo que sucedió? — preguntó de nuevo, sus ojos siguieron puestos en mi rostro, luego en mi cuerpo y de nuevo a mi rostro.

—Nada importante, consejero Clifford. Una meretriz haciendo un escándalo, ya se retiraba — dijo el guardia de la barba a quien habían llamado Herbert.

Tome, señorita — dijo el consejero, avanzó unos pasos hasta mí y me tendió un pañuelo blanco, lo tomé con manos temblorosas y él sonrió.

Gra... Gracias — susurré y el consejero asintió.

Déjeme presentarme, soy el consejero real Henry Clifford, un placer — sonrió de nuevo-. ¿Cuál es su nombre señorita?

Astley. Josephine Astley — me presenté y él asintió pensativo, se volvió hacia los guardias.

¿Qué tipo de disturbios estaba provocando la señorita Astley para golpearla en el rostro, señores? — preguntó, miró uno a uno a los tres hombres, pero parecía no querer una respuesta a eso, pues se volvió de nuevo hacia mí.

¿Qué tal se encuentra, señorita Astley? — y alzó una elegante ceja.

Me siento mareada —susurré—. Yo solo quería hablar con el rey — dije, él abrió los ojos sorprendido y se mordió el labio.

Bueno, caballeros, me temo informar que fue el príncipe Luckyan quien me pidió venir hasta aquí y llevar a todos los que estuvieran provocando disturbios a la sala del trono — dijo y su voz fue de nuevo firme.

Pero... — comenzó el guardia rubio, pero el consejero lo miró con desaprobación y solo ese pequeño gesto bastó para hacerlo callar.

En cuánto a usted soldado, creo que el Sargento Odell se sentirá muy molesto al saber su participación en esto.

Solo quería llevarme a la meretriz de aquí.

¡No soy una meretriz! — grité, el consejero me miró y entrecerró los ojos un momento.

Por favor, lo único que me faltaba era que él también creyera aquella mentira.

Bien. Todos adentro. Hablarán con el príncipe.

¿Y el rey? ¿No podríamos hablar con él?

—El rey está cansado, será el príncipe Luckyan quien se encargue de escucharlo e imponer los castigos si así se amerita.

Observé a los guardias, parecían haber palidecido demasiado rápido cuando escucharon nombrar al príncipe Luckyan.

¿Qué tan malo podría ser?

-Señorita, por favor - dijo el consejero, estiré una mano nerviosa y él la tomó con suavidad, después la entrelazó en su brazo.

El sangrado de mi nariz había disminuido debido a la presión que había ejercido, sin embargo, el bonito pañuelo blanco ahora tenía un aspecto desagradable a la vista.

—No se preocupe por eso, vamos — dijo. Dió algunas órdenes a los demás guardias y caminamos con un par de ellos para que el soldado y los otros dos guardias no opusieron resistencia.

Sonreí.

Tal vez no era la forma en la que había pensado llegar hasta ahí, pero era mejor que nada.

Ahora podría hablar con el príncipe Luckyan y explicarle lo que había ocurrido y pedir ayuda para Theresa y para mí y con suerte para Juliette.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo, pues el rey Eadred no era conocido por su paciencia con sus sirvientes en el palacio real o con sus súbditos, ¿Qué podría esperar del príncipe?

Había visto al príncipe en comunicados reales que normalmente eran dados en la plaza de Mariehamn, pero siempre detrás del rey y la reina con su rostro impasible y un aura tranquila, pero al mismo tiempo fuerte y algo fría.

Esperaba que él fuera más paciente y tolerante que su padre o iba a tener un grave problema.

Tragué.

—No se preocupe, señorita Astley, el príncipe Luckyan suele ser bastante justo con quiénes lo merecen — dijo despacio el consejero Clifford, asentí.
Pero, ¿Y si el príncipe creía que yo era realmente una meretriz?

¿Y si el sargento Odell intervenía y no podía recuperar mi libertad o la de Theresa?

Mi cuerpo tembló.

Me sentí mareada y asqueada conmigo misma.

Solo quería que aquella pesadilla terminara y pronto.

LA REPOSTERA & EL REY [LIBRO #1] [TERMINADO ✔️] EDITANDO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora