CAPÍTULO 31.

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Observé el carruaje negro y oro, con su bandera azul y el águila dorada que se mecían suavemente en aquella noche estrellada.

—Creo que no tendré que repetir esto más de una vez, pero de cualquier forma espero que cada uno se ustedes entienda esto —comenzó en voz fría y dura el rey William—. Quien se atreva a tocar un solo cabello castaño de esta chica, perderá la lengua, después ambas manos y por último la cabeza — sentenció y el frío de aquella noche en Loramendi no nos golpeó tan duro como aquellas palabras dichas por el rey de Minsk.

Los guardias se miraron unos a otros con cierta preocupación y por un momento nos quedamos en un silencio que fue estremecedor, pero después de unos segundos parecieron darse cuenta que tenían que marcharse pronto, pues llamaron más carruajes y todos se pusieron en movimiento.

Agradecí infinitamente que el rey William tuviera tal autoridad sobre sus guardias y también que de alguna forma que parecía extraña se hubiera preocupado por mí seguridad, eso era más de lo que el rey Eadred Loramendi había hecho por mí o por algún de sus súbditos.

—Sube — me indicó uno de los guardias cuando otro carruaje oscuro se detuvo frente a nosotros, hice lo que me pidió tan rápido como pude y luego él y otros dos guardias subieron, se acomodaron frente a mí y nadie dijo nada.

Me mantuve despierta y alerta, incluso cuando mi cuerpo se sentía cansado y mis ojos se cerraban y abrían a regañadientes, y aunque estaba segura que ninguno de ellos iba a desobedecer ordenes directas de su rey, no quería confiar ciegamente en ellos como para dormir.

Los guardias me observaban con cierto recelo, pero en ningún momento me dirigieron la palabra y simplemente trataban de no quedarse dormidos al igual que yo.

Las horas comenzaron a transcurrir lentamente mientras el carruaje avanzaba por las calles de adoquines para luego dar paso a las carreteras rurales de grava y arena de lo que parecía ser la ciudad de Tuuk, donde al parecer la base militar de Loramendi poco había servido para defender el territorio de una invasión.

Cuando bajamos del carruaje fui consciente de las llamas que rodeaban las altas torres de vigilancia y los cuerpos calcinados que se encontraban tirados aquí y allá sobre el camino.

Me estremecí, porque todo esto me hacía recordar cuando mi padre había sufrido aquel ataque y como habíamos sufrido por saber de él... pero mi padre no merecía ningún pensamiento mío, así que simplemente lo deseché y caminé detrás de los guardias.

Sobre las aguas del ancho y caudaloso río Brienz una embarcación de madera oscura y velas azules y el águila dorada de Minsk, nos dio la bienvenida.

❁❁❁❁❁❁❁❁❁

El barco se mecía ritmicamente bajo mis pies, me aferré a la baranda tratando de mantener el equilibrio y también las náuseas que subían por mi garganta.

Observé el agua oscura y turbulenta debajo, nunca había llegado tan lejos de mi hogar en Parvoo o Mariehamn donde se encontraba el palacio real, en ese momento mientras escuchaba el agua golpear el casco del barco y los guardias ir de un lado al otro amarrando cuerdas e izando  velas, me di cuenta de lo estúpida que había sido yendo a Minsk por voluntad propia.

¿Qué se suponía que iba a hacer ahí? ¿Trabajar en el palacio? ¿Vender mi cuerpo como tan valientemente me había atrevido a afirmar delante del rey William?

Me sequé las lágrimas que resbalaban por mis mejillas con el dorso de mi mano y me tragué otro par más de ellas. Miré de nuevo el agua oscura y profunda debajo, un salto rápido y decidido lo acabaría todo al instante...

LA REPOSTERA & EL REY [LIBRO #1] [TERMINADO ✔️] EDITANDO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora