CAPÍTULO 11.

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Las horas siguieron su curso sin detenerse y yo con ellas.

Dormí ligeramente por algunos momentos cuando los gritos y llantos del hombre frente a mí se detenían por algún tiempo.

Vi el sol ocultarse y dar paso a un cuerpo oscuro sin estrellas a través del pequeño recuadro sobre mi cabeza, ¿Cuánto tiempo tendría que quedarme aquí?

Me senté de nuevo sobre el colchón de paja y comí pequeños pedazos de pan duro y sin sabor mientras escuchaba a las ratas corretear sobre el suelo y uno que otro susurro o lamento ocasional procedente de las otras celdas.

No volví a hablar con el hombre y él tampoco dijo nada más que palabras extrañas y llantos.

Unas horas más pasaron, ¿o fueron solo minutos? No lo sabía.

Otro guardia entró con una antorcha encendida y con pasos seguros avanzó por el pasillo de celda en celda revisando que todos estuvieran ahí, ¿A dónde más quería que fuéramos?

Golpeó los barrotes con una porra de madera haciendo que todos dieran respingos y que una que otra protesta fuera hecha aún mucho ánimo.
Se detuvo de pronto junto a la celda que estaba pegada a la del hombre de Minsk.

Levantó la antorcha e iluminó el pequeño espacio, el hombre que se encontraba ahí estaba tendido en el suelo boca abajo, un par de ratas corrieron a esconderse bajo la cama.

El hombre no se movía.

—¡Hey, tú! — lo llamó el guardia, pero el hombre siguió sin moverse.
El guardia acercó un poco más la antorcha, comenzó a mascullar insultos entre dientes y se marchó rápidamente de ahí.

Al cabo de unos minutos el mismo guardia volvió con otro más quien fue el que abrió la puerta con sumo cuidado.

Pateó al hombre, pero tampoco respondió o se movió.

El guardia se puso en cuclillas y le dió la vuelta con fuerza, había sangre en su boca y nariz, sus ojos miraban sin ver al techo de su celda.

—Está muerto — declaró el guardia con voz molesta, el otro asintió y colgó la antorcha del soporte sobre la pared.
Ayudó a su compañero y entre los dos se llevaron el cuerpo del hombre muerto.

Cerré los ojos.

Tenía que salir de ahí.

No iba a soportar un día más escuchando lamentos o viendo cómo arrastraban un cuerpo sin vida como si de un costal de papas se tratara.

Se jactaban de ser mejores que nosotros — su voz fue apenas un susurro, volteé, el hombre me miraba de nuevo, su cordura o lo que quedara de ella parecía haber vuelto.

Decían que eran más justos. Que eran menos crueles que el rey William Baskerville de Minsk — dijo en voz alta.

Me encogí de hombros, pero no dije nada. No sabía qué era lo que más me asustaba, si su locura o la falta de ella.
Pensé en mi madre, en cómo día a día se había ido hundiendo en su propio mundo, con sus propios y horribles demonios.

Y todos esos pensamientos me llevaron de nuevo a las mismas preguntas.

¿Cómo se encontraría mi madre? ¿Se habría dado cuenta que Theresa y yo no estábamos más en casa? ¿Lloraría o sufriría por nosotras o simplemente nos había olvidado?

Alejé todas esas preguntas de mí, no quería pensar en ella o en mi hermana incluso en mi padre, porque si lo hacía terminaría llorando y sintiéndome mucho más aterrada de lo que ya me sentía.

LA REPOSTERA & EL REY [LIBRO #1] [TERMINADO ✔️] EDITANDO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora