CAPÍTULO 30.

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—¡GUARDIAS! — gritó el rey Eadred, lo cual fue casi un grito de súplica en ese momento.

Todos contuvieron el aliento, pero nadie se atrevió a pensar en salir ahora por temor a lo que podría pasar.

Las lágrimas corrieron por mis mejillas, observé a Olive, estaba conmocionada a mi lado, miraba al frente sin ver en realidad.

—No te molestes en llamar a tus guardias, al menos todos los que se atrevieron a salir están ahora muertos — señaló el rey William.

—¡Eres un maldito! — volvió a gritar y el soberano de Minsk sonrió.

—Bueno, no más de lo que tú eres, Eadred. Hemos sido cortados con la mismas tijeras, no lo olvides —respondió, miró una vez más el cuerpo del hombre muerto—. Sáquenlo de aquí, por favor — pidió a sus guardias y así fue sacado a rastras una vez más, pero ahora estaba muerto.

El príncipe Luckyan no se había movido de su lugar, permanecía de pie y con el rostro cincelado en hielo, duro hielo.

—No tenía que hacer eso aquí, majestad — dijo en voz baja, la mirada del rey de Minsk, se volvió hacia él.

—Mis sinceras disculpas, Luckyan—respondió, sin expresión—. Pero esto es un recordatorio para todos y cada uno de los que están aquí el día de hoy, quien vuelva a enviar un espía a mi reino no solo me ganará como un cruel enemigo, sino que vendré personalmente a cortarles las cabezas, sea quien sea — su voz fue baja, pero llena de intención y fue escuchada en cada rincón del salón, todos ahí sabíamos que cada una de sus palabras eran verdad.

—Entiendo, majestad. No volverá a pasar — dijo el príncipe con un inclinación de cabeza.

—Me agradas, Luckyan. Si tú estuvieras en el trono, quizá Loramendi volvería a ser la gran nación que era antaño—dijo despacio —. Pero realmente podrías hacerlo, simplemente tendrías que matarlo, ¿Quién te juzgaría por acabar con un hombre cómo ése? — preguntó con una sonrisa mientras apuntaba la pistola hacia el rey Eadred, la reina Elizabeth gritó, el príncipe Luckyan se tensó.

—¡Tú, maldito, deja de decir estupideces! — gritó el rey de Loramendi, pero su voz estaba cargada de algo que estaba segura era miedo, y por primera vez en todo la noche eso me hizo sentir mejor.

—Eadred, sabes que todo esto es verdad. Yo que tú comenzaba a preocuparme de verdad por mi pueblo o serán ellos mismos los que te asesinen — bajó el arma y miró una vez más alrededor.

—Ahora, díganme, ¿dónde está mi querida Lauren? — preguntó y fue esa pregunta lo que sacó de su ensimismamiento al príncipe, avanzó un par de pasos para acortar la distancia entre él y el rey de Minsk.

—No... No se atreva a hablar de mi hermana — gruñó, todo su ser irradiaba odio, un odio frío y al mismo tiempo abrasador.

—No están en posición de negarme nada, Luckyan. Su pobre y estúpido palacio está rodeado por mi guardia y a menos que quieras que asesine a ese viejo idiota y a todos los demás, te sugiero que me dejen ver a Lauren — dijo despacio, su tono era suave, pero quizá era aquella suavidad lo que lo hacía afilado y peligroso.

—¡Estás loco si piensas que voy a dejarte ver a Lauren! — gritó el rey Eadred, su rostro lucía congestionado y todo su cuerpo parecía temblar, ¿miedo o rabia?

—¿Dónde está? —preguntó con un tono bajo que helaba los huesos o al menos los míos.
¿Qué es lo que realmente estaba haciendo ahí el rey de Minsk?

LA REPOSTERA & EL REY [LIBRO #1] [TERMINADO ✔️] EDITANDO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora