CAPÍTULO 38. FINAL.

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-LUCKYAN LORAMENDI-

Observé la capa negra sobre las sábanas de mi cama, era el único recuerdo que tenía de su olor y de su presencia, una parte de mí dolió de forma aterradora, pero guardé esos sentimientos porque no podía seguir con ello, al menos no hoy... o ahora.

Me dejé caer sobre una silla frente al pequeño escritorio de madera dentro de mi habitación, pasé mis manos temblorosas sobre mi rostro y suspiré, estaba agotado, estaba comenzado a sentirme terriblemente cansado y quería salir corriendo de aquí.

Mis manos se cerraron sobre una de las botellas de vino, quité el corcho y tomé un largo sorbo para olvidar todo lo que había visto aquel día. Las madres, las niñas pequeñas y las ancianas siendo usadas por hombres que se creían sus dueños, unos dueños crueles y sádicos.

Sentí una arcada subir por mi garganta, sin embargo, me negué a ser débil incluso en aquella soledad que me rodeaba. Le di otro trago más a la botella, el vino quizá ahogaría un poco de aquel asco que sentía por mi padre y por mi propia nación.

Miré mis manos que todavía no dejaban de temblar y mi corazón latía con fuerza desmedida dentro de mi pecho; por un momento, por un breve momento deseé dejar de existir, dejar de ser el príncipe de una montaña de mentiras y una corona de mierda.

Otro trago largo a la botella y la dejé sobre el escritorio. No, el alcohol no iba a ayudarme a sentirme mejor conmigo mismo o con las pobres mujeres que había visto en aquellos burdeles baratos siendo vendidas como ganado, no, pero de alguna forma aliviaba un poco el dolor.

Tenía que hacer algo y pronto o toda aquella locura que había comenzando mi padre se saldría de control y de nuestras manos, sin embargo, todavía no podía asumir el control del reino mientras él siguiera siendo el rey.

Aunque tampoco veía pronto el ascenso al trono de Loramendi y muchos menos su retiro de forma voluntaria. Pero, ¿Y si pudiera obligarlo? ¿Y si buscaba apoyo entre las ciudades marginadas? ¿Qué pasaría si ocurriera un golpe de estado? ¿Quién me detendría para ser el nuevo rey?

Estaba seguro que las demás naciones estarían felices de tratar con alguien amable como yo, que con alguien como mi padre que solo exigía sin dar nada a cambio.

Pero, ¿podría hacerle eso a mi propio padre y a la nación?

La respuesta se quedó atorada en mi garganta cuando un par de golpes se escucharon en la puerta de madera y después el rostro del consejero Clifford apareció.

-Príncipe Luckyan, llegó esto para usted - dijo y me entregó un pergamino, lo agarré con fastidio y éste crujió suavemente entre mis manos.

Lo observé, el sello azul intacto con el águila dorada de la nación de Minsk, cerré los ojos un momento y tragué, ¿qué se suponía que era aquello? ¿Por qué ahora?

-¿Es del rey William? - pregunté con nerviosismo, porque frente al consejero Clifford podía ser yo mismo con todo el miedo que quisiera y él lo sabía.

-Fue enviada del palacio, sí; pero no es del rey - dijo con una ligera sonrisa de ánimo, asentí.

-Gracias, puedes retirarte Henry - lo despedí y él se marchó dejándome una vez más solo.

Miré una vez más el pergamino, ¿qué pasaría si no lo leía y lo echaba sin más a las llamas?

Me preparé mentalmente para lo que aquella carta tuviera preparada para mí. Rompí el sello a regañadientes y leí...

LA REPOSTERA & EL REY [LIBRO #1] [TERMINADO ✔️] EDITANDO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora