CAPÍTULO 8

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Los ojos azules se volvieron a mirarme una vez, otra vez y una última vez antes de apartarse de mí y viajar rápidamente hacia donde se encontraba el soldado Taylor que ahora temblaba visiblemente en su lugar como una hoja de papel al viento. Parecía tener más miedo de aquel hombre que del propio príncipe Luckyan.

—¿Ella? — preguntó el sargento Odell señalándome con un dedo que estaba cubierto por un grueso anillo de oro.

Escaneó mi rostro por algunos segundos y una mueca de disgusto apareció en el suyo, me miró de arriba a abajo y se encogió de hombros fingiendo desinterés por mí.

—Creo que es bastante obvio que es una simple meretriz que no vale la pena. No la conozco — dijo con desdén, su mirada se dirigió una vez más a mí, parecía aterrado, pero lograba ocultarlo gracias a su falta de interés en aquel asunto.

—Odio pocas cosas en la vida, sargento Odell. La primera es al rey William Baskerville de Minsk. Segundo, que un hombre crea que tiene derecho sobre la libertad o el cuerpo de una mujer y tercero, que quieran verme la cara de estúpido.

—Príncipe Luckyan, le juro que no conozco a esa mujer. Todo lo que ella le haya dicho no son más que mentiras y engaños — dijo, pero su voz pareció temblar al final, algo que no pasó desapercibido para el príncipe o las demás personas reunidas en aquella habitación.

—Estuvieron armando bastante alboroto en la entrada del palacio real hace unos instantes. Si no la conoce, ¿por qué era tan necesario retenerla e incluso golpearla de la forma en que lo hicieron?

—Un accidente, eso es lo que es, príncipe — se excusó rápidamente.

—Ella dice ser la señorita Astley, Josephine Astley. Hija de Edmund Astley, quien fue quien la vendió a usted sargento Odell, por tres miserables piezas de oro, ¿le suena esa historia?

—No sé de qué habla, príncipe Luckyan. Sabe que yo sería incapaz de hacer algo como esto a una jovencita.

El príncipe lo miró y evaluó durante algunos segundos que se volvieron cada vez más y más largos, después me observó a mí con la misma intensidad.

—Voy a decirles una cosa a todos los que están presentes aquí hoy — su tono frío y autoritario volvió—. Quien resulte estar mintiendo en mi presencia será enviado a prisión y posteriormente a la horca. Serán interrogados mañana a primera hora. Todos serán detenidos en este momento hasta demostrar quien dice la verdad. Me encargaré personalmente de interrogar a todos los involucrados y espero que sean conscientes de lo mucho que detesto las mentiras. Consejero Clifford, sáquelos de mi vista — dijo dando por terminada la audiencia.

Mi corazón cayó a mis pies cuando escuché aquello. Iba a ser encerrada hasta que diera mi versión de los hechos, eso implicaba que el príncipe Luckyan realmente creyera en lo que iba a decir mañana por la mañana y también que con cada hora que pasara en ese lugar mi hermana se alejaría cada vez más de mí.

—¡Príncipe, no puede hacerme esto! ¡Soy el sargento Thomas Odell, su padre confía en mí para que proteja al reino de posibles invasores! — gritó.

—A diferencia de mi padre, el rey, yo no hago distinciones entre los súbditos de Loramendi. Escucharé lo que tenga que decir mañana y le reitero que sea lo más honesto posible, porque también a diferencia de mi padre no doy segundas oportunidades. Y no se preocupe le haré saber al rey porque no volvió a la cena con él — dijo y sin más pasó a su lado con paso firme, lo vi hablar con el consejero Clifford en voz baja.

Uno a uno, cada persona que se encontraba en la sala del trono fue conducida por un guardia hacia la salida.

Vi al sargento Odell querer ir hacia donde el príncipe y el consejero se encontraban, sin embargo, sus intenciones fueron frustradas cuando un guardia le indicó avanzar hacia la salida junto a los demás.

LA REPOSTERA & EL REY [LIBRO #1] [TERMINADO ✔️] EDITANDO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora