CAPÍTULO 29.

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Cuando salí de aquella habitación todo parecía distante, la música, los murmullos y risas se hacían cada vez más y más lejanas y se perdían en la oscuridad.

Me tambaleé por los pasillos llevando copas vacías y llenando otras más, mi cuerpo y mi mente trabajaban ahora por cuenta propia.

Observé el trono real, el rey reía a grandes carcajadas y la reina Elizabeth parecía incómoda de estar ahí con él al igual que los monarcas de las diferentes naciones.

A la izquierda del rey, el príncipe Luckyan observaba la sala con un aire de desagrado, la princesa Elien parecía querer entablar una conversación con él, pero sin conseguirlo.

Fue entonces que los ojos grises me miraron de vuelta, su postura arrogante e irritada pareció cambiar por completo, no sé que fue lo que vio en mí, pero su rostro pareció suavizarse y preocuparse en partes iguales y se puso de pie rápidamente. Bajó un par de escalones cuando los disparos helaron la alegría de aquella noche.

Fueron múltiples disparos que vinieron de afuera del palacio, los gritos y el llanto no se hicieron esperar y todo aquello se volvió un caos de cuerpos corriendo y empujandose entre sí.

Dejé caer la charola con la botella de vino que se hizo añicos contra el suelo, pero en el horror de aquello pasó desapercibido, corrí hacia un rincón de la sala y me pegué contra la pared para evitar ser aplastada por la multitud que gritaba.

-¡Olive! - grité, alargué una mano y jalé de ella hasta mí, sus ojos almendrados me miraron horrorizados, y se quedó inmóvil junto a mí.

Mesas, sillas y la vajilla de oro fueron arrojadas al suelo en los intentos de huida de los presentes.

Vi a los guardias salir de la sala y los disparos siguieron y con ello el pánico y los gritos.

Mis ojos se llenaron de lágrimas, tomé la mano de Olive y la apreté, me observó y me devolvió el apretón con suavidad.

Entonces las personas comenzaron a abrir un espacio para dejar un pasillo al centro, varios guardias con uniformes de color azul y oro entraron a la sala con pasos firmes, una bandera con un águila dorada al centro, no recordó nuestra peor pesadilla, Minsk había llegado a Loramendi.

Y ahí estaba él.

El hombre que por más de diez años había aterrorizado a cada habitante de Loramendi incluida a la nobleza y a la corona.

El hombre que ayudó a mi padre a volverse un monstruo solo con un pequeño empujón.

Ahí estaba, con su sonrisa siniestra y su aura autoritaria y arrogante. Luciendo poderoso y fuerte a pesar de que pasaba de los sesenta años.

El rey William Baskerville de Minsk.

Era un hombre mayor, su cabello peinado en suaves ondas era de un gris platinado, de rostro severo y ojos oscuros que parecían mirar dentro de tu alma para hacerla añicos. Una cicatriz de hace ya mucho tiempo cruzaba su mejilla derecha, quizá hecha en los campos de batalla por algún enemigo extranjero.

Era alto, tal vez estaba por encima del 1.85 cm., era robusto, pero eso no quería decir que fuera gordo o soso, bajo el traje oscuro de raya diplomática, habían músculos fuertes.

William Baskerville, era total y absolutamente diferente a nuestro rey. Él era una muestra de poder impresionante mientras que el rey Eadred apenas y podía mantenerse de pie luego de verlo.

El silencio se volvió aterrador. El rey William observó el lugar con cierto desagrado, luego miró al frente hacia el trono dónde los monarcas no daban crédito de lo que veían.

LA REPOSTERA & EL REY [LIBRO #1] [TERMINADO ✔️] EDITANDO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora