CAPÍTULO 28.

638 68 38
                                    

Avancé lentamente por el salón abarrotado de personas. Un par de hombres con trajes oscuros y elegantes me detuvieron un momento y tomaron un par de copas de vino de la bandeja que estaba sobre mis manos y luego rápidamente volvieron a alejarse entre la multitud.

Tomé una bocanada de aire, pero aquel lugar se estaba convirtiendo rápidamente en un caluroso y bochornoso espacio, seguí moviéndome a pesar de que estaba exhausta después de haber despertado por la madrugada solo para hornear tartas y pasteles. Pero sabía que no iba a tener ningún instante de de descanso, pues junto a los demás sirvientes habíamos sido arrastrados para servir a la nobleza del reino.

Mis pies dolían y mi cabeza daba vueltas, solo quería salir de ahí y no tener que ver como todas y cada una de las damas presentes competían por la atención o una simple mirada del príncipe Luckyan.

Seguí moviéndome entre las personas, me detuve un segundo en un rincón apartado y volví a tomar aire, no podía respirar.

Cerré los ojos un momento, escuché la suave música de los violines y las arpas, loa murmullos y risas y también el sonido de mi desgastado corazón contra mi pecho.

Me sacudí una vez más la tristeza y la vergüenza que sentía por haber rechazado al príncipe y seguí llevando copas a todos quienes las necesitaban.

Pasaron algunos minutos mientras seguíamos recorriendo cada espacio del salón, fue en ese instante en que la vi, de pie junto a la ventana que daba al jardín.

Iba vestida con un hermoso vestido de color durazno en satén con tul bordado, que acentuaba su delgada figura. A juego con el vestido un par de guantes que le llegaban por encima del codo y un pequeño y fino abanico entre sus manos. Su cabello castaño caía suave y estilizado en una trenza sobre su hombro izquierdo.

Y sonreía y reía al lado del otro par de jóvenes mujeres—más jóvenes que ella—, que vestían de igual forma en el mismo tono durazno y también llevan el mismo peinado.

Iban del brazo de un hombre mayor de aspectos soso, un poco pasado de peso y que reía a grandes y fuertes carcajadas con una copa de vino en la mano, él era el Barón Anthony Neville.

La observé, sus movimientos se habían vuelto sutiles y encantadores, su sonrisa aunque un poco apagada de su brillo anterior daba la impresión que era real incluso podía decir que parecía feliz de una forma muy extraña.

¿En serio? ¿Ella podía llegar a ser feliz viviendo con ese hombre?

Me quedé de pie observándolos durante mucho tiempo, porque había pasado una eternidad desde la última vez que había visto de cerca a mi hermana y quería correr hacia ella y abrazarla, llevarla lejos.

Ella volteó entonces.

Sus ojos cafés iguales a los míos recorrieron mi rostro, primero sin reconocerme y luego en una fracción de segundo su cuerpo pareció tensarse y su mirada se clavó en la mía.

—Juliette — susurré, pero no sabía si ella lo había escuchado o no, quizá no.

Su mirada se volvió un poco dura, casi distante, no había en ella gusto o felicidad por verme y eso rompió un poco más mi ya destrozado corazón.

Se volvió para mirar a sus acompañantes y aunque me quede de pie durante algún tiempo ahí, no volvió a mirarme de nuevo.

—Muévete, Josephine — dijo Olive cuando pasó a mi lado, asentí y volví a recorrer el salón llevando copas de vino.

❁❁❁

Media hora después estaba de vuelta donde había visto a Juliette, pero ella, las demás jóvenes y el Barón Neville ya no se encontraban ahí.

LA REPOSTERA & EL REY [LIBRO #1] [TERMINADO ✔️] EDITANDO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora