CAPÍTULO 24.

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Fue mi turno de alejarme un par de pasos del príncipe Luckyan, al instante mi cuerpo sintió la pérdida de sus brazos y su calidez.

¿Entregarme el reino?

¿Hacer con la nación lo que yo quisiera?

Durante toda mi vida no había tenido demasiados sueños o esperanzas, lo único que realmente me mantenía en pie era ayudar a mi familia y llevar algo de comer al final de cada día, sin embargo, debía admitir que mi deseo más egoísta y el que más me asustaba era él, el príncipe Luckyan Loramendi.

Pero a pesar de que quería estar a su lado y que deseaba con desesperación verlo a diario y volver a besar sus labios, estaba dispuesta y al mismo tiempo era mi obligación dejarlo ir, porque al final él y yo no podíamos estar juntos.

Decía que me amaba y podía creer que era verdad, pero él, yo y todos los habitantes de Loramendi sabíamos que su deber más grande era con el reino y para el reino, no había más.

El príncipe Luckyan necesitaba a una mujer que le ayudara a gobernar y no a una simple campesina que con suerte sabía leer y hornear pan.

El nudo en mi garganta se hizo mucho más grande, las lágrimas siguieron cayendo por mis mejillas y parecían que nunca iban a detenerse.

—¿Usted...? —mi voz tembló, apreté los puños y tomé aire—. ¿Usted cree que el reino aceptaría a alguien cómo yo? — pregunté, su sonrisa de lado apareció y su rostro se iluminó un poco.

—No me importa lo que el reino piense sobre mi elección de pareja, Josephine — aseguró en tono firme.

—A usted tal vez no, príncipe Luckyan, pero a mí sí — susurré.

—No tiene porqué. Te quiero en mi vida y eso es lo único que me importa, Josephine.

—¿A pensado en lo que dirá su madre, la reina? ¿O lo que dirá su hermana Lauren? — pregúnte, él se movió un poco incómodo en su lugar—. ¿Qué es lo que dirá su padre, el rey, cuando lo vea llegar del brazo de una sucia e ignorante campesina? — continúe porque aquella era sólo la verdad, sus ojos grises se volvieron fríos y duros, tensó la mandíbula con fuerza y pareció dispuesta a replicar, pero guardó silencio por algunos segundos antes de responder.

—Josephine, estoy dispuesto a enfrentar a mi familia e incluso al reino entero por ti — contestó despacio, lo observé detenidamente, su porte seguro y elegante, su hermoso rostro y su sonrisa ligera—. Voy a protegerte, Josephine, de personas cómo tu padre, el sargento Odell y de mi propio padre si es necesario. No dejaré que nada malo vuelva a pasarte, cariño — fueron palabras suaves y llenas de determinación, cada una de ellas tocó una fibra sensible de mí, porque nadie había querido protegerme o luchar por mí nunca y justo ahora escucharlo decir aquello aliviaba un poco mi corazón, pero fragmentada mi alma.

No podía permitir que el príncipe Luckyan hiciera eso, no podía dejarlo amarme porque sería demasiado egoísta y aunque quería serlo por una vez en mi vida sabía que no era lo correcto.

Lo amaba, pero al mismo tiempo odiaba sentir aquello, odiaba no ser suficiente para él y nunca llegar a serlo.

—He visto los golpes —comencé despacio —. He visto como su padre lo lastima una y otra vez frente a todo el palacio sin que le importe y a usted príncipe Luckyan dejarlo hacerlo. El sargento Odell junto a sus soldados quedaron libres debido a las ordenes del rey y mi padre ya me había hecho demasiado daño antes de que usted lo conociera, así que, ¿de qué va a protegerme, príncipe Luckyan?

Vi su expresión endurecerse, su mirada se clavó en mi rostro y su cuerpo parecía irradiar tensión pura, sus manos se volvieron puños a sus costados y creí haber dicho demasiado y ser demasiado cruel.

—Perdóname, Josephine —susurró y se pasó una mano por sus cabellos oscuros visiblemente frustrado—. Prometo que de ahora en adelante te protegeré con mi vida si es necesario.

—Por favor, príncipe Luckyan —lo corté—. No lo haga, no me prometa nada. Por favor, no me  prometa más cosas que ambos sabemos que no llegará a cumplir — susurré con la voz rota y débil.

Guardó silencio y por algunos minutos ese silencio comenzó a romper su corazón y el mío en pequeños fragmentos. 

—Está bien, señorita Astley, haré lo que me pida. Cualquier cosa que quiera la haré sin protestar, lo único que le pido es que me diga, ¿realmente usted no siente nada por mí? — preguntó y por primera vez en todo aquel tiempo vi fragilidad en su rostro, observé como su semblante normalmente tranquilo y sereno comenzaba a caerse a pedazos.

Mi corazón dolió.

No quería hacer aquello, sin embargo, no tenía más opciones que alejarlo de mí de una vez por todas.

Tragué despacio y tomé aire, mis manos temblaban y me sentí tan pequeña bajo aquella mirada gris.

—No, príncipe Luckyan, no siendo nada por usted.

Fueron ocho palabras.

Fueron ocho palabras que le pusieron fin a sus sentimientos y a los míos.

Ocho palabras que terminaron con una historia que jamás comenzó, pero incluso si tuviera el poder de reescribir la historia, me vería obligada a dejarlo atrás porque era lo mejor para él, para el pueblo, para mi hermana y para mí.

—Bien, señorita Astley — respondió, no había enojo en su voz y su rostro solo era una máscara de cruda indiferencia en ese instante.

Quise gritar.

Quise correr lejos.

Deseé con todas mis fuerzas ser otra persona. Deseé ser una dama de cuna alta, sin problemas y conflictos, una dama que no tuviera miedo de sentarse al lado del príncipe Luckyan y amarlo sin temor, pero no lo era.

—Príncipe Luckyan...

—¿Está segura, señorita Astley? ¿Entiende que después de esto no hay vuelta atrás? ¿Comprende que me casaré con otra mujer?

—...Le... Le deseo lo mejor, príncipe Luckyan — susurré, él me observó con detenimiento, luego una sonrisa agria se arrastró a su rostro.

Me limpié las lágrimas con el dorso de mis manos y respiré hondo.

Estaba hecho. El príncipe Luckyan y yo no éramos nada una vez más.

—Gracias, señorita Astley — su tono fue formal, lo observé y él apartó la mirada hacia la fuente del mármol y oro, no volvió a mirarme después de eso.

Me quedé de pie un poco más, pero no había más que hacer o decir entre ambos.

—Con permiso, príncipe Luckyan — susurré e hice una reverencia, él siguió sin mirarme.

Avancé un par de pasos hacia la habitación, fue su voz la que me detuvo de nuevo.

—Su hermana —susurró—. Envíe a alguien de confianza a Minsk para buscar a su hermana, cuando tenga noticias de él se las haré saber.

—...Gracias, príncipe Luckyan, pero no tiene que seguir haciendo esto si no lo desea.

Una suave risa escapó de sus labios y llenó la habitación.

—No, tal vez ya no, sin embargo, le hice una promesa y pretendo cumplirla—dijo despacio—. Ya puede retirarse, señorita Astley. 

Y con esa palabras me despidió.

LA REPOSTERA & EL REY [LIBRO #1] [TERMINADO ✔️] EDITANDO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora