Capítulo 31

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Manuel Mijares:

En el paso de esas dos semanas todo fue diferente a los días anteriores, Lucero fue fiel a lo que dijo, no quería distracciones, solamente quería recuperarse y lo estuvo haciendo. Caía, gritaba, lloraba por esa razón pero se levantaba y continuaba caminando, así poco a poco volvió a tener movilidad todo su cuerpo, estaba a simple vista perfecta. Mentalmente, no recuerda nada pero no se ve tener nada más de ahí en fuera. Así que personalmente estaba seguro de que ella podía salir de este hospital y adaptarse a una nueva vida.

—Cuidarías de ella? —preguntó Emmanuel—

—Tu pregunta está demás. Que es lo único que he hecho desde que caímos en este lugar? Cuidar de ella. Por mi culpa sufrimos este accidente. Por mi culpa perdió la memoria, no la voy a dejar sola ni un momento

Tocan la puerta y entra Itatí junto con el padre de Lucero. Lo saludamos y éste nos comenta que Lucero ya le estaba pidiendo el querer irse

—Justamente eso le pedía a Emmanuel. La voy a cuidar día y noche

—Enserio Manuel? —pregunta sorprendido el señor Hogaza— Digo, sé que la amas pero ahora Lucero no es la misma

—Eso no es lo que importa, Lucerito sigue siendo prácticamente la misma, sólo que no sabría si decir que es cierto o no lo que le hemos contado. Voy a quedarme en su departamento con ella. Y no la voy a dejar sola. Tampoco la voy a obligar, puede estar con ustedes o conmigo. Que ella lo elija

—Ay Manuel gracias por esto —niego con mi cabeza—

—Bueno siendo así vamos a darle el alta.

—Voy a  decirle

—No espera Itatí, voy yo. Quiero hablar con ella.

Mientras el padre de mi pequeña fue a informarle a los suyos de esto yo fui hasta la habitación de Lucerito para sorprenderla con una rosa y la noticia pero fui yo el sorprendido. Un te amo de su boca ya era algo que ansiaba escuchar. Como es posible que cuando menos lo esperé mi pequeña me devolvía la vida y al alma al cuerpo.

—Me dijiste Jorge, Lucerina —ella sonríe asintiendo con su cabeza— No sabes cuanto te amo —acaricio sus mejillas sin dejar de ver sus ojos— Gracias por esto

—No me agradezcas eso. No lo hago para que me agradezcas, no creo que el amor es algo para agradecer

—Tienes toda la razón. —la estrecho entre mis brazos sintiendo una paz inigualable— Venía a darte una sorpresa

—Que sorpresa? —tomo sus manos besandolas—

—Ya no es necesario que estés aquí.  —su sonrisa se hace más amplia dándome vida— Pero tienes dos opciones Lucerito

—Que opciones?

—Ir a casa de tus padres. O a tu departamento donde viviremos juntos por un tiempo

—Tu y yo juntos? —asiento a su pregunta— No es presión pequeña. Solo elije, ambas son muy buena idea.

—No me tendrás encerrada y no me negarás hacer cosas?

—Hecho —me dirige a sus labios dejando un beso en ellos—

Tengo la esperanza de que compartiendo juntos en ese lugar que guarda tantos momentos de ella y nuestros puede hacer efectos perfectos en su mente. Como un simple recuerdo y poco a poco llegar a recodar.

Así que después de una hora ya estábamos llegando a su departamento. Al llegar abrí su puerta, agarré las cosas y dados de manos subimos hasta su piso.

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