Capítulo 27

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Manuel Mijares:

No estoy preparado para renunciar al amor, como no estoy nunca preparado para renunciar a algo que me interese sea lo que sea. A Lucero la amo y ella me ama. Solamente que ahora mismo, ella no lo sabe pero si lo sintió, a mi no me engaña. Su mirada directa a mis ojos era la primera prueba y lo que dijera ahora mismo la gente me iba a dar igual. Ella siempre me lo dijo:

Que pasa Lucerina, aveces te quedas como ida —recuerdo uno de nuestros momentos de aventuras en las alturas—

—Nada, que con tus ojos me tienes a tus pies Jorge —la tomo en mis brazos y le hago creer que la iba a soltar en el aire— Nooo —gritó riéndose cuando sólo la abracé — Manuel, Manuel dije  —beso su sien y respira tranquila, la verdad estábamos a buena altura en este mirador, era obvio que ya esta niña estuviese temblando— Otro día en el que volví a nacer —se toca el pecho— No me hagas más esto por el amor de Dios

Si viste como todos te miraron? —agarrada a mis hombros mira a nuestro alrededor rodeado de personas y rompe en risas— Eres mala Lucerito pequeña

—Es tu culpa. —besó mis labios abrazando mi cuello con cariño—

Recordar esos momentos me daban vida. Y justo esa vida iba a ser empleada para volver a recuperar a la Lucerito que vivía sonriente. Pero no me gustaba la idea de que ahora actuara tan brusca, como cuando nos volvimos a ver. Al principio era recia pero sus motivos la hicieron ser así. Solo estaba ansiosa. Ahorita también entiendo que sienta que todo es una amenaza pero sus palabras y actitud es mil veces más obstinada.

Pero no importa, no pasa nada. Si algo soy, es un hombre con mucha paciencia y fe. Sobretodo con ella. Quien ha sido la que más me ha sacado de mis casillas en los últimos meses.

El día después. Luego de unos estudios donde ya estaba practicamente bien, solo con un poco de cojera, obviamente. Esperé a que terminaran de revisar a Lucerito para que Itatí me dejara entrar. Cuando lo hago ella está sentada en la cama mirando a la nada mientras se acaricia su cabello dorado que tanto me gusta. Su mirada se posa en mi cuando cerré la puerta y hace una mueca de pesadez luego de mi sonrisa mientras me le acerco

—Buenos días pequeña

—Me llamo Lucero —pongo mis ojos en blanco—Creo que usted me lo recordó

—No me trates así, lo odio

—Yo odio su misterio.

—Ay ya quieres. Mejor relájate no creo que te haga bien alterarte. Dime una cosa, te sientes mejor?

—Solo un poco —dice sin verme—

—Puedes voltear a verme. Estoy hablando contigo —llevo mi mano a su brazo y siento su piel tensarse— Lucero hermosa, sé que es difícil. Te entiendo y tambien entiendo que estás pensando lo peor de toda persona que se te acerca, pero yo jamás haría algo para verte mal. Eres muy importante para mi.

—Ya, ok. —suspiro y ella levanta su vista para mi— Quiero saber de mi. Nadie me quiere contar. Por qué? Tan mal viví

—No es eso. Pero no estas del todo bien. Tememos a que no reacciones bien al tratar de recordar algo y no poder.

—Bueno lo mínimo —no comprendo y se da cuenta— Hablame de... nosotros —susurra y asiento tomando su mano hasta dejar un beso en el dorso de ella—

—No sé en que momento me enamoré de ti, como también sé que ni tu supiste cuando lo hiciste de mi. —frunce el ceño— Te lo juro todo se dio tan orgánico que no nos dimos cuenta como de una amistad, ya era imposible dejar de vernos, no besarnos por equivocación. Las horas que pasaba sin verte eran tortura. Pero un día, el día en el que te iba a confesar que me había enamorado sin darme cuenta de ti. Tu lo hiciste primero. Y desde ese día llevamos 2 meses juntos —vuelvo a dejar un beso en el dorso de su mano— Hemos compartido tantas cosas hermosas, que esos días en los que dormías profundamente quise morir. No me veo sin ti, te lo juro

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