Capítulo 37

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Lucero:

Después de reconciliarnos lo que estaba siendo Pacífico y sin problemas en nuestra relación de un día para otro comenzó a ser raro.

Estaba en la Editorial algo preocupada, Manuel no había llamado, no se hacía presente en absolutamente nada como estas anteriores semanas. Incluso había llegado la hora de ir a casa y el nunca llegó, me súper preocupé. Tanto que le marqué a Itatí...

—Manuel? —preguntó ella extrañada— No tengo idea pensé que estaban juntos el salió desde hace horas.

—Que raro, hoy no me ha llamado. Le marqué pero da fuera de servicio.

—Lucerito pues algo habrá sucedido.

—Ay no Itatí cállate no me quiero preocupar.
...

Esperé demasiado, tenía unos nervios horribles, Manuel nunca se había comportado así y obvio no se me hace algo normal. Pero ya en la noche escucho un tirón de puerta y corrí para verificar que fuese él. Y que impresión... Manuel diferente, borracho, con cara de frustración y de cansancio.

—Manuel! —vuelve a mirarme a los ojos— Que pasa? Porqué te has pasado el día casi desaparecido e incomunicado

—El teléfono se rompió —asiento— Y no me sentía nada bien, así que salí a despejarme

—Que sucedió? —no estaba en sí, se veía mal— Manuel estoy hablando contigo

—No pasa nada Lucerito —habla enredado— Todo está bien

—Me estás engañando?

—Pero si yo te amo —fijamente lo observo— Lucerito —se me acerca tomando entre sus manos mi cara— Te juro que no pasa nada, solo te amo y eso es todo. No me sentía bien

—Pero... —coloca uno de sus dedos en mis labios—

—Ya pequeña. Tengo sueño

Se va mediante traspiés hasta el cuarto donde en un segundo queda rendido. No se que pensar todo está como raro. En estos meses podría jurar que Manuel no es de los que resuelve los problemas con alcohol y mucho menos que tuviese tantos problemas no se que le pasa. Pero tengo miedo de que sea algo grabe y por alguna razón me lo esté ocultando. Ojalá que no.

Al amanecer lo encuentro sentado con su cabeza agachada y me coloco de rodillas detrás de el.

—Buenos días mi amor !!!

—Ayyy Lucero por Dios no grites —reclama y le miro extrañada—

—Ay perdón que pasa?

—No me siento bien me duele un carajo la cabeza

—Quien te mandó a emborracharte. Te juro que me sorprendiste nunca te había visto en ese estado tan... humillante

—Perdóname —voltea a mi— Soy un tonto, hago las cosas con tanta locura y luego es que veo las consecuencias de mis actos

—No te preocupes —acaricio su mejilla— Mi preocupación Manuel, es que algo te este sucediendo y por alguna razón no me quieras contar

—No te preocupes por eso —se pone de pie y comina al baño—

—Ok —susurro para mi sola—

Esa mañana luego de desayunar el volvió a la cama los tragos de la noche anterior le habían pasado factura. Por suerte ya en la tarde-noche estaba bien y pudimos ir a casa de mis padres quienes nos invitaron a cenar. Así que estábamos llegando a la casa. En casi todo el trayecto no le quitaba los ojos de encima a Manuel, aún tenía la preocupación de que algo le estuviese pasando. No se veía bien y aunque lo estaba disimulando la sincera verdad no le creía nada.

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