12- Kamilla Dracula

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— Ya escuché suficiente — se levantó — no hace falta que hables así de mi Kamilla, pues no te he hecho nada para merecer tu desprecio.

— No has hecho nada, dices — sonreí sarcásticamente — tu existencia Sofía, tu existencia me arruina la vida.

Vi como se dio la vuelta y se fue.

Regrese la mirada a la causante de este problema, ella negaba con la cabeza mientras se levantaba, ¿qué ahora era solo mi culpa?

— Eres idiota, Kam — la miré mal — no tenías por qué tratarla así.

— Ahora dices que es mi culpa — bufe — querías que la llevara a mi maldito castillo. La culpa es tuya, fuiste tú, quien me hizo enojar más.

No era cierto, ella no había hecho nada, fue la actitud de Sofía, que no entendía por qué estaba a la defensiva conmigo, desde que me vio se portó renuente conmigo.

— Salgamos de aquí — dijo Mack — este lugar me da náuseas.

Y a medida que nos íbamos acercándonos a la salida, ya no sentía su aroma, eso quiere decir que ella había abandonado el hospital, otra cosa que note es que cuando estaba cerca de ella mi cuerpo se comportaba como un manojo de nervios, pero ahora que ya no la sentía, era como que otra vez volvía a tener contra de mi cuerpo. Otra cosa más que debo investigar. Genial.

— Ya se fue — la vi con cara de confundida — no me mires así, sé que estás buscándola.

— Claro que no — abrí la puerta del coche — ya sé que se fue, no siento su aroma.

— ¿Sí?... sabes que note — negué con la cabeza — que cuando estás con ella, sudas demasiado.

Tan obvia, fui, tenía razón, como dije anteriormente, mi cuerpo reacciona de una manera diferente.

— Llévame a esa casa tuya que acabas de comprar — asentí mientras salía del estacionamiento.

Los próximos 20 minutos que pasamos en el coche fueron en total silencio, lo cual agradecía, mi cabeza estaba en un total torbellino, por una parte, estaba Sofía y, el hecho de que no podía sacarla de mi mente, sabía que esto se debía a que ella era mi mate. Y estaba el hecho de que con ella yo era vulnerable, aunque a decir verdad, esa teoría aún no estaba del todo comprobada.

Llegamos a la dichosa casa, baje del auto y me diría a la puerta, Mack venía detrás de mí, diciendo palabras al aire, ella y sus cosas de bruja.

— ¿Qué haces? — me detuve en la puerta.

— Estoy poniendo un conjuro de protección — movió sus dedos al aire y dijo «hecho está»

— Porque tendrías que hacer eso — pregunte más confundida — aquí solo hay humanos.

— No, realmente desde que salimos de hospital, sentía una energía diferente — dijo sería — es mejor estar precavidos, sabes que tienes muchos enemigos, no quisiera quedar en medio de tu guerra.

— No tengo ninguna guerra — gruño — cállate y entra.

Entramos deje mis cosas al lado de la mesita que está en la entrada. Mackenzie hizo lo propio, nos dirigimos a la cocina a buscar algo de beber, necesitaba algo fuerte. Pero no recordaba del desastre que quedo del día anterior, había vidrios por todos lados, y el vino ya estaba seco por todo el piso. Era un desastre.

— Así que, aquí fue la escena del crimen — dijo divertida.

— Sí, aquí fue — pase por encima de todo, los vidrios crujieron y no me importo.

— Sabes, esa chica esconde algo — la mire interesada — cuando tome su brazo, note que no sentí nada en ella, era como si no estuviera a mi lado.

La miré confusa, Mackenzie, jamás tiraba las palabras al aire sin motivo alguno, ella era una de las mejores brujas de todos los clanes, tenía el don de ver el futuro y sentir presencias malignas, al igual vibraciones de magia a varios kilómetros de ella. Era una bruja excepcional. Y el hecho que se haya querido tener contacto humano con ella, se debía a que quería percibir algo de maldad en ella, pero parece que no sintió nada.

Mirada CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora