31 - Sofía Miller

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Verla de esa manera, la boca entre abierta, sus ojos cerrados, tragándose cada gemido, con su respiración al borde y tan malditamente entregada, me hacía sentir bien, había hecho las cosas bien. Logre ver unos videos en internet, pero ¡Dios santo! Eran demasiado grotescos, las chicas ahí parecían entrenadas, me sentía abrumada, no quería fallar; por lo general a las mujeres se les crea un tabú donde se les hace creer que solo están para satisfacer la necesidad del hombre, pero ella me enseño algo diferente, ese día yo disfrute mucho ser tocada, mi cuerpo tuvo nuevas sensaciones y no sé si a ella le habrán hecho lo mismo, pero me daba satisfacción saber que al menos pude darle lo mismo que ella a mí.

- Sabes bien - le sonreí, sacando mis dedos de la boca, realmente sabia bien, jamás pensé probar el orgasmo de una mujer, pero, mierda sabia mejor que cualquier cosa.

- Estoy perdida Sofía - dio un suspiro desde el fondo de su garganta.

En un movimiento rápido ya me tenía abajo de ella, sus pechos estaban acariciando los míos, ella era como una manta que cubría mi cuerpo, su hermoso y jodido cuerpo, me quede boquiabierta cuando la vi desnuda, era perfecta, sus curvas bien pronunciadas, sus pechos redondos y firmes, su abdomen definido, sus piernas largas y contorneadas, era una diosa.

Me observo desde arriba, su cabello caía por sus hombros, haciéndome cosquillas en el rostro.

Se inclinó a besarme, tan despacio, que por momentos la sentía suspirar en mi boca, sus caricias eran de otro mundo, lentas y certeras. Soltó mis labios para dar besos por toda la línea de mi mandíbula hasta llegar al lóbulo de mi oreja, jugueteo con él a su antojo, poniéndome más caliente, sus caderas empezaron a marcar un ritmo lento y constante, haciendo que su vagina se rozara con mi vientre bajo, era... tan... lento. Su camino siguió y bajo a mi cuello, repartiendo caricias con su boca, inhalado fuerte mi aroma.

- Que bien hueles - su voz salió tan ronca - nunca me cansaré de sentir tu aroma.

Su boca tocó uno de mis puntos de debilidad, sus besos en el cuello me estaban haciendo delirar, chupaba y lamia, quería decirle que me marcara, en mi cerebro solo eso corría, la sangre se acumulaba en esa zona, haciéndome doler, ladee más la cabeza para que tuviera acceso y si tan solo se atrevía a marcarme no me enojaría, sonrió cuando se dio cuenta de mis intensiones, pero no hizo nada solo dejo un suave beso en ese lugar.

- Pronto - aseguro.

Se levantó de mi cuerpo atrayéndome con ella, ahora estaba a horcajadas sobre ella, ambas nariz con nariz, sus manos se aferraron de mi espalda, pegándome más a su cuerpo, mi vagina quedaba en su abdomen, podía sentir su piel contra mi punto de placer, gemí cuando su estómago se contrajo luego dejándose ir.

- Tienes que ser silenciosa - dijo entre besos - te sujetas de la cabecera de la cama.

- ¿Qué? - no entendí.

Su fue acostando, dejándome sentada en encima de ella, me tomo de las piernas y me sonrió.

- Sube - ordeno.

- ¿Dónde? - mierda que no entendía nada.

- A mi rostro, Sofía - ladeo su cabeza, siendo obvia.

No me moví del punto, mi cuerpo no procesaba lo que ella quería, vaya, que nunca hice tal cosa, no sabía qué hacer. Metió sus manos debajo de mis piernas, sujetándome por mi trasero, levantándome sobre ella hasta dejarme junto donde quería, sobre su rostro.

- Sujétate de la cabecera - lo hice - no te sueltes y sobre todo no hagas ruido.

Dejo de verme para esconderse abajo en mi vagina, realmente no sabía qué haría, hasta que sentí, su lengua recorriendo todo, involuntariamente mi cuerpo se levantó de ella, me miro y me sujeto por las caderas, atrayéndome otra vez, temía que pudiera ahogarla, como es que podía hacer eso, sostener mi cuerpo mientras hacia lo que estaba haciendo ahí abajo.

Mirada CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora