11- Sofía Miller

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Decir que estaba enojada con ella, era mentira; estaba furiosa, muy furiosa. Por un lado, me sentía nerviosa, no sé cómo tuve el valor de besar su mejilla, sé que solo fue un beso de despedida, pero sentía la necesidad de hacerlo.

Aún me sentía angustiada por su herida, no quiso que la revisara, le dio menos importancia, tenía mucha sangre su mano. Por un momento pensé que ella le temía a la sangre, pero por como se refirió a ella, parecía como un animal hambriento de sangre.

No te hagas ideas erróneas Sofía.

Ya estando otra vez de turno, hoy sería una de esas noches largas. Pero no fue así, fue un turno calmado, logre dormir dos horas en la sala de descanso de los médicos.

Llame a Nancy, preguntando por Alexia, sé que este es mi sueño anhelado, pero a veces siento que descuido a mi hija y me pierdo cosas de ella, que sé que en algún momento me arrepentiré después de qué....... No quiero pensar en eso, Nancy me había dicho que comió bien, y que ya estaba dormida. Mi pequeño ángel llegó a llenar mi vida.

— Doctora Miller — me habla mi residente, hace poco cambiamos de residentes — le traje un café.

A veces ella hacía estas cosas, me traía café, tal vez un emparedado, cualquier cosa de comer para sentarse, hablar conmigo. Quería creer que era porque quería algo de conocimiento, pero a veces me hace creer que no y que quiere algo más.

— Gracias, Andrea — le sonrió tomando el café — toma asiento.

— Gracias — se veía nerviosa, no entiendo por qué — ¿ya termino su turno?

— Sí, de hecho estoy por salir ahorita — veo como hace una mueca — ¿necesitas algo?

— ¿Eh?... de hecho... sí, pero es algo inapropiado — la veo jugar con sus dedos — pero sería mejor dejarlo para otro día, usted está por salir, seguro que está cansada.

A decir verdad no estaba cansada, para ser las siete de la mañana yo había dormido al menos las dos horas, y no había tenido tanto pacientes. Pero la cosa era que no quería seguir hablando con ella, ya veía por donde venía la situación y no quería escucharla, suena cruel, pero es mejor así.

— De acuerdo — lo dije levantándome — mantén vigilados a los pacientes, cualquier cosa me llamas, hasta luego.

Salí de la cafetería, iba por el pasillo de urgencia para dirigirme hasta mi oficina y tomar mis cosas. Cuando vi a lo lejos era ella. Kamilla, vestía impresionante, su traje sin ninguna arruga, hasta parece que caminara en el aire.

Vestía, con un traje ajustado al cuerpo, color rojo vino, camisa color blanca y un chaleco del mismo color del pantalón. Dios, era toda una diosa, pero llamo mi atención, la mujer que venía con ella, venían felices, riendo hablando, que sabe que tantas cosas, y me sentí molesta con ella, no hace menos de 24 horas ella me dijo que quería salir conmigo, y aquí estaba con otra mujer riendo, como si nada, además en mi maldito trabajo.

Quise no darle importancia, yo no era quién para reclamar algo, pues ella no me pertenecía, ni siquiera éramos cercanas, solo habíamos tenido una cita, la cual salió muy mal. Seguí mi camino, cuando lo vi, la mujer que venía con ella le tomo la mano, ¿ella se dejó tomar la mano? Pero, claro, Kamilla jamás me dijo que ella no tenía novia, solo dijo que no estaba casada y menos novio. Debí imaginármelo, me sentí decepcionada porque ella jugo conmigo, aunque pareciera exagerada y creo que si es el caso, pero ella pidió conocerme, aunque seguramente yo confundí las cosas y solo quería una amiga.

Me dejé de torturar viendo esa asquerosa escena, y partí a mi oficina, no sin antes que ella se me cruzara en el camino. Maldición.

— Hola, Sofía — tiene el descaro de venir a saludarme

Mirada CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora