30 - Kamilla Dracula

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Después de lo que paso en la cocina y la interrupción, había estado pendiente de la pequeña todo un buen rato, Sofía había desaparecido de mi vista, pero su aroma se intensificaba más, bueno y eso, mezclado con el de su hija, me estaba volvió loca.

Nunca me imagine estar sentada en un Sofá poniéndole vestidos a unas muñecas, jamás jugué con eso. A lo único que jugaba era a las espadas y tiro de arco, fue lo único que me enseño mi padre de pequeña, cuando iba creciendo mi gusto por la lucha y defensa se hacían más grande, fue en ese momento que me di cuenta de que yo nunca sería una mujer que esperaría que la defienda, para cuando tenía 15 años, sabía pelear mejor que los guerreros de mi abuelo, mi abuelo y padre me recordaba siempre lo orgullosos que estaban de mí. Mis primos y yo tuvimos el mismo entrenamiento, pero ellos por ser hombres creían que no debían esforzarse, fue una de las razones que mi abuelo decidió que una vez mi padre durmiera yo estaría al mando.

Para nosotros, el sucumbirse a un sueño largo y despertar después de miles de años, era un privilegio que no todos podían tener, debías tener batallas ganadas, haber hecho algo importante, ser un alto mando. Es por esa razón que mis tíos odian a mi padre y es por eso que me odian a mí, ellos aún no pueden descansar, no se lo han ganado. Yo espero ser algún día merecedora de tal reconocimiento y claro está, dejar mi heredero en sucesión.

- Señora Kamilla - la pequeña me había sacado de mis pensamientos - ¿quieres a mi madre?

- Pequeña, puedes llamarme Kamilla, o Kam, como gustes - sus ojos eran un abismo - y si la quiero.

- De acuerdo - asintió - sé que a mamá le gustas, solo no me gustas que la hagas llorar.

- ¿Cuándo estuvo llorando? - mierda, no quería que llorara.

- La otra noche que salieron - me explico mientras peinaba a una muñeca - regreso a casa y pude sentir que lloraba.

- No era mi intención - fui honesta - prometo que no volverá a llorar.

- Promete que también la cuidaras - ahora sus ojos estaban firmes en los míos, parecía que quería que jurara por mi honor, que protegería a su madre, ¿qué sabe esta niña?

- Es lo único que quiero hacer - teníamos una guerra de miradas - las protegeré a ambas.

- Gracias - respiro con alivio - va a necesitarte.

- ¿Por qué dices eso? - carajo, algo malo va a pasar.

Por un momento sentí que no hablaba con una niña de 6 años, sentía que hablaba con alguien más, sus ojos no eran de un ser indefenso, había más, un misterio oculto. ¿Será un ángel? No puede ser, Sofía tiene cuerpo humano y el imbécil de su padre también es humano, porque sentía que me estaba ocultando algo. Perdida en busca de algo, su mente era la de una niña, pero su actitud no.

- ¿Podemos ver caricaturas? - y ya no estaba, ya solo había una niña.

- Claro - le sonreí, necesitaba saber qué pasa con ella.

Mientras estaba viendo sus caricaturas, me puse a observarla, estaba tan ensimismada con Sofía, que había olvidado que tenía un mundo al rededor, que debía estar pendiente de todo. He de admitir que Alexia se parece mucho a su madre, al ver de cerca a su padre, solo tenía rasgos pequeños de él. Me cuestioné profundamente si estaba bien dejar a una niña sin padre, pero luego recordé que él no la quiso y mi furia hacia él se hacía más grande.

- ¿Tienes novia? - tuve que poner de mi parte para no decirle nada, Sofía me había dicho que ella lo haría.

En ese momento la dueña de mis pensamientos apareció, con una mirada suplicante pedí que me salvara, se encogió de hombros y se fue.

Mirada CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora