38 - Sofía Miller

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- Te amo Sofía - volvió a repetir - Te amo ángel mío.

Las palabras no quería salir de mi boca, tenía miedo, miedo de decirlas y después que todo terminara, Kamilla seguía expectante esperando que le dijera algo, pero ¿Qué podía decir? Esto si era rápido, tal vez para ella no lo sea, pero para mi sí, significa mucho amar a alguien y yo amé en mi pasado y fui herida por la persona que decia amarme.

- Mamá - me llamo a la realidad - no dirás nada.

- Eh... - Desvíe mi vista a mi hija.

- Descuida, no voy a presionarte - dijo Kamilla - ¿Iras al trabajo hoy?

- Si - dije apenas audible - Alexia también irá a la escuela hoy.

- Está bien - dijo - yo tengo que ir a la oficina.

Mi corazón se encontraba contraído, me dolía tanto que no sabía si eran mis sentimientos o los de ella, dejo el vaso en la mesa y se retiró, escuche que hablaba con alguien en su idioma natal, yo solo pude observarla y odiarme por ser tan cobarde y no decirle que también la amaba.

- Mamá, ¿Por qué no dijiste nada?

- Cariño, son cosas de adulto - la bajé de su silla - hablaré con Kamilla.

- La lastimaste - me acuso - eso no se hace.

- Alexia, no era mi intención - me sentía presionada por ella - yo hablare con ella y lo entenderá.

- De acuerdo - subió a su habitación por sus nuevas cosas.

Yo me quedé en la cocina sintiéndome mal, no quería que mis miedos tomaran el control de mi, ella era buena conmigo, la verdad  la había lastimado y era lo menos que yo quería. Kamilla regreso al rato y con su mirada busco a mi hija, se acercó y me dio un abrazo.

- Tranquila - susurro - no te sientas culpable.

- No quiero herirte - fui honesta - es difícil para mí.

- Está bien - me dio un casto beso - ya lo dirás cuando te sientas segura.

- Perdóname - me sentía miserable.

- Deja eso así ya - me sonrió - vamos, las pasaré dejando.

Sabía que lo decia para tranquilizarme, pero en el fondo ella se sentía mal. Le hice caso y salimos de la casa, ella no dijo nada, mi hija no dijo nada y yo tampoco dije nada, Alexia iba enojada conmigo y la entendía, pero, mierda, esa conexión que tenían era muy extraña, de alguna manera ella siempre busca mil maneras para defender a Kamilla, era como su ángel guardián, conmigo jamás hizo eso.

- En un mes es mi cumpleaños - rompió en silencio.

- ¿Sí? - Kamilla la miro por el retrovisor - ¿Qué te gustaría hacer?

- No lo sé - se encogió de hombros - tal vez solo ir a tu castillo y ver películas.

- ¿Al castillo? - pregunté sorprendida.

- Si - se limitó a decir.

- Lo que tú quieras - dijo la alcahueta de Kamilla - dime la lista de películas que quieres y las conseguiré, no tengo pantalla en el castillo, pero después de la escuela podemos ir a ver unas cuantas juntas ¿Qué te parece?

- ¿Puedo ir? - ahora si me hablaba a mí.

- Puedes - la vi de reojo - solo no compren de además.

Ambas se rieron cómplices, ellas me había excluido de su plan, era mi culpa, yo había cagado la mañana, pero no pueden hacerme eso, se sentía como un maldito castigo. Suspire y regrese la mirada al frente, senti la mano de Kamilla en la mía, voltee a verla y ella me miraba, su tranquila mirada diciéndome «No te castigues» no sé qué había hecho para merecerla, pero aún a pesar de todo, ella seguía igual conmigo.

Mirada CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora