22- Kamilla Dracula

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Hacía 10 minutos la había tenido en mis brazos llorando, se sentía tan frágil, tan inocente, que dudaba que ella pudiera matarme. Quería solo protegerla y encerrarla en una burbuja donde nadie le hiciera nada. Cuando me dijo que el hombre que la había abusado tantas veces, había reaparecido, mi sangre comenzó a hervir, mis pensamientos hacia él no eran nada bueno, lo que quería hacerle no era nada en comparación a las torturas que ya he hecho.

Quería cortar cada pedazo de él, quería que sufriera, torturarlo de las peores maneras que pudieran existir, y tan solo cuando ya no hubiera nada él, matarlo. Su tortura sería lenta, tan lenta que me pediría que lo matara al instante de empezar a arrancar su piel por pesados pequeños. No iba a ser una muerte rápida, ¡NO! Él no merecía morir rápido, merecía morir sufriendo.

- Te perdono.

Pedí perdón por todas las cosas que le ocultaría de ahora en adelante, sé que ella me odiara cuando se entere, le diré solamente lo que soy yo, aún no sé si ella es consciente de lo que es. No entiendo por qué el destino me ponía en una situación tan desafiante.

- Gracias - no quitaría el dedo del renglón, aunque aún no seamos algo, yo quería limpiar su camino de personas que quieran lastimarla, así que ese hombre estaba en los primeros de mi lista - ahora dime ¿dónde lo encuentro?

- ¿A quién?

- Patrick....

Su rostro cambió, antes estaba más relajada, ahora parecía que tocaba alguna fibra delicada para ella. ¿Será que lo ama? O ¿solo no quiere que nada malo le pase? Maldición, si es el caso, sería otra cosa que le ocultaría, sea como sea, ese sujeto pagara lo que le hizo y aunque ella no me lo diga lo buscaré hasta debajo de las piedras.

- No tiene caso que hagas algo - suspiro - ese hombre tiene poder.

- Sofía, te he dicho que él no me hará nada - ya empezaba a cabrearme - solo dime donde está.

- Kamilla - uso una voz amenazante, dominante y no sabía como es que ella podía ser tan sumisa en unos momentos y en otros ser tan fuerte - te dije que no quiero que hagas nada.

- Bien - dije molesta, aunque no quiera lo haré.

- No puedes luchar mis batallas - dijo más suave - si llegara a verlo, prometo que te lo diré, pero solo para advertirte, no para que hagas algo.

- No prometo nada - ella suspiró pesadamente.

- Ni siquiera somos algo y ya te portas así

Me acerqué a ella, lento, mis tacones resonaban en el piso de cerámica, en ese momento solo era Kamilla, y sabía que desde este momento ella tendría el control de mi vida. Me posicioné frente a ella, levanto su mirada y pude verlo, sus ojos estaban tan negros como si su iris se hubiera comido el color miel de sus ojos. Me puse en cuclillas para estar a su altura, no podía verla desde arriba, es una imagen que quiero reservar para otra ocasión.

- Si, aún no somos nada - tome valor - es tan solo porque aún no sabes lo que soy.

- Ya me has dicho que eres intersexual - no pude evitar reírme, ¿piensa que ese es mi oscuro secreto? En parte lo es, pero no es el principal.

- En parte es eso - le acaricié el rostro - pero hay más, y antes de que aceptes algo, quiero que sepas a qué te enfrentas.

- ¿Más? - sonaba abrumada - no me saldrás con que eres, ¿una pervertida?

- Bueno, un poco si - me reí a carcajadas, ¡Oh Sofía, no sabes en qué te metes!

- Bien, hablemos - por fin acepto.

Mirada CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora