Epílogo:

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3 años más tarde...

Las risas llenan el salón de la mansión entremezclándose con la música y el incesante murmullo de las conversaciones.

Avanzo con una sonrisa en dirección a la terraza llevando una nueva bandeja de mis panqueques especiales cuando un torbellino rosa pasa veloz delante de mí haciéndome trastabillar.

Maldigo por lo bajo mientras equilibro la bandeja con una gracia digna de un malabarista consumado.

¡Regina Di Livio! ¡Te he dicho mil veces que no corras de ese modo!

Exclamo con la vista fija en la pequeña de rizos azabache enfundada en un traje de princesa color rosa chicle.

La pequeña detiene su carrera para mirarme con sus enormes ojos azules y parpadear con inocencia.

Pero es mi cum-cumpleaños mamma.*

Replica a modo de queja.

Yo bufo y aparto la mirada porque me conozco, y sé bien que soy débil a su mirada de cachorro.

Es cierto cariño, pero no debes correr de ese modo. Podrías caer y hacerte daño.

Contesto de vuelta y ella asiente con gesto solemne en señal de comprensión. Entonces le sonrío y me dispongo a reanudar la marcha cuando otro pequeño tornado esta vez vestido de verde se estampa contra mis piernas.

¡Pero qué dem...!

Me muerdo la lengua antes de soltar una palabrota delante de los niños.

¡Zia!*

Susurra el pequeño de ojos miel mientras sus mejillas se tiñen de un profundo tono rosado.

No pasa nada Mattia, la tía no está enojada, pero no debes correr así, cielo.

Respondo mientras lo miro con dulzura. Es un niño muy tímido.

Mattia asiente aún luciendo avergonzado.

Yo suspiro y emprendo la marcha de nuevo hacia la terraza esperando alcanzar mi destino sin más interrupciones y con mis panqueques intactos de ser posible.

En ese momento vislumbro a mi madre de pie junto a la piscina y sonrío.

La terraza luce como un sitio salido de alguna película de fantasía, los senderos de pétalos de flores, los adornos, los globos coloridos. La decoración ha quedado fantástica.

Al fin he llegado mamá.

Declaro con voz cansada mientras deposito la bandeja sobre una de las mesas detendiéndome unos segundos para admirar el lujoso mantel con encajes bordados.

¿Qué te ha tomado tanto tiempo hija?

Replica y yo me dispongo a responder cuando veo a Danilo correr muy cerca del borde de la piscina mientras persigue a su primo presuntamente tras haber hurtado algunos globos del decorado.

¡Danilo Di Livio deja de molestar a Mattia, que es pequeño! ¡Y no corras de ese modo!

Grito mientras empiezo a sentirme como un disco rayado.

Mi madre los mira y sonríe embobada.

Si hay algo que ha traído alegría a la vida de Laura Reynolds es sin duda alguna la llegada de sus nietos y no sólo hablo de mis dos torbellinos. Sino también del pequeño Mattia.

Los ama demasiado y los consiente a todos a más no poder.

Déjalos jugar Ria. Son niños.

Amore Italiano © [Terminada/Editando] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora