Capítulo 5

147 54 53
                                    

Al llegar a su despacho Leonardo cerró la puerta y yo no sabía qué hacer, me quedé mirándolo hasta que me atreví a preguntar.

- ¿Qué quieres de mí? -

Leo me observó y se recostó en su buro para mirarme.

- Ahora me perteneces, no podrás escapar más - dijo mirándome de forma extraña.

- ¿Qué es lo que quieres? ¿darme una lección? - pregunté directa y sin rodeos.

- Quizás sí, o no, ¿te preocupa? -
Sus ojos se encontraron con los míos, no supe descifrar su mirada.

- Pensé que no alcanzaba ni la más mínima de tus expectativas - dije recordando sus palabras.

- Es cierto, pero me divierte mucho ver tu enfado, no sé cómo puedes ser tan creída -

Sus palabras me dolían, hacían tambalear mi autoestima, pero no estaba dispuesta a demostrárselo.

- Tendrías que haber escogido a Rosa, seguro le hubiese quedado mejor este vestido - dije lanzándole el vestido rojo de nuestro último encuentro que aún no se lo había devuelto.

- Quizás debí dejarte con Humberto, él sí tenía muchos deseos por ti - dijo sonriendo mientras guardaba el vestido.

- ¿Te divierte humillar a las mujeres? Lo hiciste con Alba y ahora conmigo, ¿Qué es, una especie de juego? -

- Te equivocas, lo de Alba era algo que tenía que pasar, ya no había otra forma de decírselo, lo tuyo si es por diversión - dijo sonriendo y el enfado se apodero de mí.

- Eres un idiota- dije escupiendo las palabras.

- Y tu una tonta, acabo de salvarte de que ese viejo té violara y así es como me pagas -

- ¿Y tú que harás? ¿mandarme flores, conquistarme? Tarde o temprano harás lo mismo, todos son iguales -dije consumida por la rabia y el enfado.

- Que poco me conoces Ámbar, pero tenemos tiempo para eso -
Leonardo abrió otra gaveta de su escritorio y saco una caja de terciopelo negra.

- Acércate - ordenó.

Me acerque a él y abrió la caja, me congele al ver lo que había dentro. Un hermoso colgante de oro cuyo dije era un rubí en forma de rosa.

- Dios mío, ¿eso es? - dije sin poder terminar la frase.

- Esto es para que todos sepan que eres mía -dijo y me coloco el colgante alrededor del cuello.

Eso no me lo esperaba, era extrañamente inusual, hermoso, pero a la ves sádico, como si fuese un collar para perros.

- No te lo quites nunca - ordenó.

- ¿Qué crees que soy? ¿Un gato con cascabel? - pregunte un poco ofendida.

- ¿Todo te lo tomarás de esa manera? - preguntó acercándose a mí.

Me quede en silencio cuando conectamos las miradas, él me acaricio el rostro y me congele, ¿Qué estaba pasando? Se acercó a mi oído y susurró.

- Creo que me debes un beso - nuestras miradas volvieron a encontrarse y todo cobro una nueva dimensión.

Una de sus manos rodea la terminación de mi espalda y me acerca hacia él, una de mis manos rodea instintivamente su cuello, ya no sabía lo que hacía, por un segundo se me había olvidado todo, quienes éramos y donde estábamos, sus labios estampan contra los míos y mis sentidos se disparan.

Contra todos mis pronósticos me beso apasionadamente, el calor que el emitía me atravesaba la piel excitándome, su beso era devorador, sin ningún tipo de piedad, me hacía perder la cordura y dejarme llevar, en un movimiento rápido me eleva por la cintura y me sienta sobre su buró, cada movimiento sincronizado me empujaba más a perder la razón, el comienza a levantar mi vestido y yo lucho contra mis sentidos para frenar.

Dulce esclavitud ( ☑TERMINADO )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora