Relato nº6

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A veces me gusta pensar en él. Miro en mis recuerdos, muchas veces le da por pasarse por ahí. Pienso en su esbelto torso fijo en el suelo mientras me miraba. Recuerdo su sonrisa, las torcidas y las fingidas, las burlonas y las vacilantes. Sus ojos café con un brillo especial a la luz de las estrellas o la luna. Aunque nos gustaba más jugar con las estrellas. Eran nuestras. Podíamos decidir de quién era cuál, y pintábamos nuestros nombres en las nubes, como marcando el deseo en el aire, en el viento que todo se lo lleva.
En ocasiones veíamos películas juntos cada tarde, recuerdo nuestras peleas por decidir una. Siempre veíamos la que yo elegía, él era así de amable.
Nos gustaba compartir opiniones de libros. Y libros. Venía a mi casa a veces solo para leer juntos.
Le gustaba cuando me vestía tan casual. Lo veía original. Me decía que aunque no llamaba la atención, para él era lo más original y perfecto que había visto en su vida.
Yo no tenía nada para sorprender, pero él se dejaba fascinar por todo. Le gustaban las sorpresas.
Le encantaba mi perfume. Decía que si el olor fuese una flor, la olería todos los días. Que si fuese una canción, la escucharía todos los días.
Le gustaba verme pasear porque le parecía mono que intentara pasar entre la gente intentando esconderme para que no me vieran. Él podía verme. Se fijaba mucho en mí, y me lo decía.
Me decía que estaba contento de conocerme. Que cada día era más feliz porque yo estaba con él. Que lo estaría todos los días.
A veces extraño las estrellas, que cuando se marchó se las llevo con él, como si su luz le perteneciera. Extraño las nubes y la luz de su sonrisa. Extraño leer juntos o ver películas; extraño verlo disfrutar de mi perfume.
Sus ojos café, su torso...
Creo que eramos el fósforo perfecto.
Quizá por eso salimos ardiendo.

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