Relato nº27

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Hoy estaba sentado mientras miraba a una mosca que se había quedado pegada boca arriba. Se le había mojado las alas y le resultaba casi imposible volver a levantarse. Entonces lo pensé: tengo el poder de elegir su futuro. Mi decisión caerá sobre ella, inocente. Puedo ayudarla y conseguirá aprovechar lo que queda de día. Puedo dejarla en su situación y que pierda un tiempo en levantarse. O puedo matarla y que no vuelva a volar jamás.

¿Quién soy yo para decidir su destino? Seguí observándola. La segunda opción no era la mejor. Tengo que ayudarla o matarla. Debería dejarla vivir, tiene unas 8 horas más de vida. No soy nadie para decidir sobre su muerte. Pero pienso en las veces que me habrá tenido que molestar, a mí o a otra persona de esta casa. Lo pesada que habrá sido y el asco repugnante que me da. Me he decidido, y voy a matarla. Just cuando estoy a punto de aplastarla con el zapato, escucho a mi madre:

-¡¿FRAN QUIERES SALIR YA DEL BAÑO?!

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