Relato nº70

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Sentirse prescindible. Reemplazable. De buenas a primeras te olvidan, te dejan de hablar como antes, dejan de pensar en ti como acostumbraban a hacerlo... O al menos eso piensas. Y te asusta.

Te asusta porque nunca serás suficiente. Porque lo mismo te quieren muchísimo y después te abandonan por otra persona. Te sientes sustituible, usado. Un mero pasatiempo. Justo cuando pensabas que encontraste a alguien, a la persona, te das cuenta de lo rápido que te puede dejar y lo poco que va a tardar en hacerlo. Y lo pronto que lo hace. Solo fuiste su entretenimiento, su consuelo.

Pero... ¿Y tú, tienes consuelo? ¿Quién te cuidará y te protegerá de todo eso que te da miedo? ¿Quién te ayudará cuando confieses que temes a que se olviden de ti, a que te reemplacen? ¿Quién te dará la mano cuando pienses que caminarás solo? ¿Quién estará dispuesto a estar contigo, a aguantarte? ¿Quién se acordará de ti por el simple hecho de que eres lo que más quiere en el mundo?

Quizás el olvido no tenga solución. Hasta su propia definición asusta: voluntaria o involuntariamente, dejar de recordar.

Asusta, pero es lo que hay. Es la realidad. Y nadie puede ayudarte.

































Memorias de atazagorafobia,
P.

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