Relato nº35

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-¡Enhorabuena! ¡Es una niña muy sana! -Dijo aquella doctora.

-¿Cómo la llamaremos? -Preguntó mi madre.

-Leonor -Me llamaba mi padre- ¡Vamos, tú puedes! ¡Dilo! Papá.

-Apl... P... Pa-pá -Dije.

-¡Muy bien! -Dijo la profesora.

-Maestra, ¿cuánto era 2 por 4? -Le pregunté.

-¡¡Ocho!! ¡Mi niña ya tiene ocho años!

-¿Cuándo celebraremos mi cumpleaños, papa?

-Mañana a las cinco, si quieres -Me dijo Fátima, mi mejor amiga.

-¿En tu casa o en la mía?

-En la mía. Sé que es un poco tarde pero creo que las 8 es la mejor hora para ver una película, ¿no crees?

-Josh y las lecciones de la vida.

-Oye, que no soy tan malo.

-No ha estado mal, pero como el condón se haya roto, vamos a tener un problema.

-Vas a tener un problema como vengas tarde, niñita.

-No se preocupe, señor, volveremos pronto -Josh me defendía.

-Claro -Le contesté, entusiasmada- ¿Qué es, Josh?

-¿Quieres casarte conmigo?

-¡SÍ! -Este iba a ser uno de los mejores días de mi vida- ¡OH, DIOS MÍO! ¡TU Y YO EN AMSTERDAM! ¡QUÉ LOCURA! ¡CLARO QUE QUIERO IR!

-Sabía que te gustaría.

-¡Claro que me gustaria!

-Entonces... ¿Eso es un sí? -Asentí- Pues tengamos un hijo.

-Lo siento. Siento lo de tu padre -Sara se disculpaba al otro lado del teléfono.

-Me quería. Espero que descanse en paz, que el cielo sea su lugar de descanso -Le decía, citando a Ed Sheeran a punto de llorar-No lo olvidaré. Quizá una de las personas que conozco que más ha vivido. Le echaré de menos. Tanto, que le contaré a mi hijo todo sobre él, que sepa quién fue su abuelo.

-¿Lo llamaremos Carlos?

-Me encanta -Josh me dio un beso.

-¡Su primera palabra! ¡Papá!

-Que sepas que ha dicho mamá.

-Mamá -Dijo Carlos- Echas de menos al abuelo?

-Todos los días por un momento de vez en cuando.

-¡Eso son muchos días!

-Pues hasta que no cumplas los 13 te he dicho que no podrás irte solo a la ciudad.

-Déjalo que vaya, Leonor -Josh trataba de convencerme- Tiene ya 20 años. Sabe las consecuencias de beber.

-Está bien... -Carlos salió de la habitación- Oye, ¿crees que será su novia?

-No creo... Mama si quieres te ayudo.

-Sí, mejor; estoy vieja y no puedo hacer esto yo sola.

-No estás sola, mamá. Por si te pasa algo, quería decirte que Tana y yo vamos a casarnos.

-¡Hijo eso está muy bien! Y tranquilo, esto es solo un resfriado.

-No era un simple resfriado... Su marido ha muerto, señora. No hemos podido hacer nada para evitarlo. Su cuerpo no aguantó.

-Como mi madre... Creo que... creo que quiero irme a casa y llorar. No se me ocurre otra cosa que hacer. ¿Puedo despedirme de él?

-Cariño, si muero hoy, quiero que sepas que te quiero mucho, ¿vale? Y que espero que tengáis un hijo sano. Te quiero -Le dije desde la camilla.

-Yo también te quiero, mamá.

-Esto aquí...

-¿Por qué le pones ese reloj en el ataud, Carlos? -Le preguntaba Tana mientras mi hijo lloraba, contemplando mi muerte encerrada en aquel ataúd de madera de roble.

-«Un padre le dijo a su hijo al darle un reloj que llevaba varias generaciones: Te doy el mausoleo de toda esperanza y deseo, que te servirá para lo que necesites, igual que me sirvió a mí o a mi padre antes que a mí. Te lo doy no para que recuerdes el tiempo, sino para que puedas olvidarlo. Por un momento, ahora y luego, y no gastes todo tu aliento en el intento de conquistarlo» -Le leía Tana a Laura, la que sería mi nieta.

Mi hijo, sentado en un sillón la escuchaba. Era su libro favorito.

-Me gustaría recordar con eso a mi madre. Todos los días de mi vida.

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