Relato nº76

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-Un hombre pordiosero, una vez, tuvo una piedra. Torpe, en la penumbra, se le descarrió, y solo se pudo servir de una llama para encontrarla. Había cientos de piedras, todas iguales e inútiles, resultaba imposible hallar la suya.

-Tozudo cuanto menos.

-Con la llama, algo brilló en toda aquella lobreguez: un diamante más grande que cualquier moneda. Apareció en toda aquella negrura, y de allí no pensaba moverse.

-¡Suertudo! Dime que lo recogió.

-El diamante, estando ahí, siendo lo que el hombre necesitaba, fue ignorado por el pedigüeño.

-Torpe, tozudo y tonto.

-Ya hubo luz. El hombre perdió de vista al diamante, y para colmo, no encontró su piedra.

-¿Dejó pasar un diamante que necesitaba, por una piedra inútil?

-Efectivamente.

-¿Y para qué le sirve la piedra? ¿Para qué quiere algo que lo mucho que pudo hacer fue hacerle daño? ¿Para qué necesita algo que le abandona en la oscuridad?

-El hombre era tozudo.

-Pudo acabar con su pobreza con el diamante, pero insistió en buscar algo que no servía para nada. Y terminó sin ninguna. ¿A caso no sabe valorar el diamante? ¿No sabe que fue lo único que encontró cuando estaba solo en lo más tétrico de las sombras?

-Nunca pierdas un diamante por ir recogiendo piedras.

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