Relato nº60

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Gente fría

Hay personas templadas, en una gran mayoría, que están en el borde, balanceándose entre las personas cariñosas y las personas frías. Las personas frías son, de las tres, las menos vistas. Es lo más común, puesto que a alguien frío, y creedme cuando lo digo, no le gusta ser reconocido por esto.

Las personas frías llegaron a ese estado por varios motivos: algunos nacieron así, otros (gran parte) eran personas templadas a las que le rompieron el alma, y otros eran personas a las que simplemente no se les quiso como merecían. Las personas frías, por lo general, han perdido la esperanza. Están esperando a que alguien les derrita el corazón, y muchos se cansaron de esperar. Otras eran gente templada a las que se lo enfriaron. Así se hace una persona fría: solo tienes que descuidar los detalles. Pero hay una pega: el frío resultante es irreversible. Alguien que no suele mostrar afecto, cuyas muestras de cariño son las justas, las mínimas, y a veces, las insuficientes; alguien que tiene más miedos que sueños, sin brillo en los ojos; ese alguien es solo un alma que se ha roto. Las almas rotas tienen una parte buena y una mala: la mala es su poco afecto, y la buena es que cuando te muestran algo de este, puedes tener la certeza de que es totalmente sincero.

Las personas frías siempre estarán ahí, con un vacío en el pecho, por el lado izquiero. Son personas que una vez se preocuparon demasiado por algo que no les merecía. Si realmente pertenecemos a alguien, espero que le perdones si te tocó a alguien frío. Pero no lo descuides por ello, no es lo mejor. Porque a la gente fría, en fin, también le gustaría saber qué es el calor. Y no el de una estufa.

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