Relato nº59

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La generación perdida

Suena a ironía que yo hable de ella, puesto que pertenezco a esta. Así que disculpadme si soy un poco subjetiva, pero alguien debía hablar de esta vejación hacia la humanidad.

Pero cuando se crece con la tecnología es lo que pasa: piensas que es imprescindible, que es algo intrínseco de la vida, que forma parte de la matriz de nuestra propia existencia. Nada es igual, ahora todo es más gris. Los niños solían transmitirte luz, color, solían jugar en la calle a correr, a perseguirse, a un fútbol con equipos de hasta quince personas. Ahora van cabizbajos, no se ríen mas de lo que ven tras la pantalla. Es una felicidad momentánea dependiente de algo intangible, algo casi irreal, vacuo. Han trocado un balón por una moneda de un videojuego. Han cesado los paseos porque los que solían pasear están viendo la televisión. Esto tiene un nombre: Z. Generación Z, donde se perdió la esperanza. Aquí culmina la idea de privacidad tal y como la conocíamos, la idea bruta de ser humano. Nos la ha dado la tecnología, aunque este avance, la verdad sea dicha, no es del todo malo. Pero estamos abusando, a mi parecer. Estamos creando cosas inútiles, superfluas, que le quitan el sentido a la actividad artesana, a la que está hecha para hacerse por uno mismo. Pero qué sabrán, los de las generaciones futuras, de lo que está pasando. Dicen que las generaciones comienzan y culminan con antecedentes históricos, como una guerra o una vanguardia, y que estas se seguirán repitiendo hasta el fin de los tiempos. Esta generación volverá a surgir, en muchos años, sí, pero no nos damos cuenta de que estamos condenando a la humanidad de ese entonces. Quizá esté extinta, que sería en parte una suerte puesto que ya no hay esperanza (toda está puesta en microprocesadores y dispositivos), pero si estuviésemos aún vigentes, si realmente continuásemos en pie sin haber destruido del todo el planeta, entonces que suenen fuerte vuestros tonos de llamada, puesto que es el sonido de la perdición.

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