+36+

12 1 0
                                    

“Tan ambiciosos que queremos manejar el tiempo. Tan egoístas que deseamos lo imposible.
Tan estúpidos para darnos cuenta que fuimos creados para ser juguetes de quien sea”.





En algún punto de la semana, me sentí más relajado y sereno, no había situación alarmante o estresante que me cambiara el humor, incluso con las lluvias intensas que hicieron de un desastre en algunas zonas del vecindario donde vivía mi padre. Algunos árboles caídos, otros con algunas ramas colgando y un que otro poste derribado por las ventiscas de aire arrasadoras.

Mientras algunos vecinos habían salido de sus casas para mover algunos troncos en las aceras, mi padre y yo limpiabamos el porche abastecido de hojas por montones. A pesar de que no había sol por las densas nubes, comencé a sudar mojando mis sienes y el cuello de la camisa gris que portaba. Haber hecho tanto esfuerzo por rastrillar las hojas, echarlas en la carretilla, ir con ella detrás de la casa y poner toda la basura en el contenedor, me dejó verdaderamente exhausto. Pero cuando mi padre hace alusión a que había goteras en la casa, sabía a qué se estaba refiriéndo. No me quejé, pues anteriormente habíamos salido a su restaurante favorito, ayer habíamos ido a una obra de teatro y, al llegar, decidimos comer en casa ofreciéndose en hacer una rica pasta, que a mí en lo personal, me gustaba muchísimo. Siempre la preparaba cuando yo le visitiba, así que me quedaba contentisimo por lo que restaba del día.

Al encontrarme dentro de la casa y ya seco por completo, mi padre llegó con las escalerillas para subir al ático. Formé una mueca pensando que podría pedirle algún favor, como compensación por haberle ayudado, pero creo que ya era demasiado y deseaba mantenerlo lo más calmado posible cuando llegara el momento de presentarle a YoonGi.

–No creo tener muchas cosas allá arriba, pero cuando las bajes, házlo con cuidado –asentí mientras subía los pequeños peldaños–. Y cuidado con algunas arañas, hijo.

Rodeé los ojos ante su comentario.

–Ya no le tengo miedo a las arañas, papá –recordar mis viejas fobias no hizo otra cosa mas que cosquillearme la piel por encontrarme con unas cuantas, atraparlas y llevarlas afuera donde pertenecían–. Si encuentro una violinista, ¿harás de nuevo esa pasta?

Le vi suspirar y desaparecer en dirección a la sala, lo único que me quedó fue reírme por mi atrevimiento, pero proseguí con mis deberes de esa tarde.

Abrí la trampilla del techo de la cual salió un poco de polvo por las orillas, tuve que cubrirme los ojos cuando me asome porque sentía incluso como algunas particulas entraban por mi nariz. Fui subiendo de a poco mientras encendía la linterna, olía a humedad y madera concentrada. Las tablas bajo mis pies comenzaron a rechinar, pero le tomé poca importancia, pues como había dicho mi padre, había algunas cosas suyas aquí arriba. En el techo había muy pocas telarañas por lo que me decepción fue grande al saber que no habría ninguna violinista esperándome.

Caminé hacia algunas cajas que guardaban marcos para fotografías, un par de rollos de alfombras pequeñas, algunas latas de aluminio y herramientas de jardinería viejas. Cargué con ella con cuidado hasta poder depositarla en el piso inferior. Y así sucesivamente bajé alrededor de cuatro cajas que sólo llevaban basura a mi parecer. Cuando fui por la última algo me hizo detenerme.

Había un sin fin de sobres para cartas vacíos, unas tenían postales y otras no. Lo más curioso era ver al lugar donde se dirigían, todas decían lo mismo, pero nunca se escribía el destinatario. Para quitarme esa sensación, busqué hasta el fondo para ver otros sobres y saber si había algo más que me dijera una pista. No sabía porqué mi padre guardaba todo esto, pero cuando mis dedos tocaron el borde de una libreta, supe que una razón poderosa se escondía detrás.

B I T E  ||YoonMin|| +18 [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora