Capítulo 2: Pérdida
Kagome recorrió la aldea por enésima vez, su corazón no se convencía de lo que su mente llevaba rato registrando, de esa lucha… no hubo sobrevivientes. Le dolían los pies, tenía hambre y sed, su piel estaba arañada y magullada por mover los escombros, y sus ojos hinchados ya sin lágrimas. Cuando anocheció entendió que era hora de regresar a su casa, pero volvería al otro día para ampliar su margen de búsqueda.
Al verla entrar a la casa su madre exclamó horrorizada, su hija tenía el aspecto de haber presenciado un cataclismo tremendo, y de cierto modo, era verdad. No supo qué decir, pese a todas las preguntas que se agolparon en su pecho, así que la abrazó y Kagome pudo llorar de nuevo. Las gemelas gritaron y patalearon exigiendo a su mamá y papá, alterando más los nervios de la chica, de modo que se encerró de nuevo en su cuarto pese a que ansiaba comer algo y tomar un baño.
Se obligó a dormir, el cansancio y el hambre se lo permitieron, pero las pesadillas no pudieron desaparecer. Caminaba en medio de la obscuridad, cuando llegaba a un río de sangre en el que flotaba el cuerpo de Sango. Abrió los ojos bruscamente y notó que el día ya estaba avanzado. Les hizo una caricia ligera a las gemelas, tomó lo que encontró del refrigerador para comer y se despidió de su familia agitando la mano.
Nuevamente recorrió la aldea, sin obtener un resultado diferente. Salió al bosque, se internó, caminó en todas direcciones, llamó y gritó desesperada, pero nada. Ni una pista, nada, simplemente nada. Decidió regresar al día siguiente, y al siguiente y los que hicieran falta hasta encontrarlos vivos o muertos. Un sentimiento de venganza empezó a anidarse en su pecho.
Los días se convirtieron en semanas y ella no se rendía. Buscó y pregunto en las aldeas vecinas, todos coincidían en haber visto la tormenta y caer una bola de fuego, pero nada más. Kagome se impregnó de una sensación de soledad y dolor, ya no sonreía, lo único que importaba era encontrar a sus amigos, a su amado y vengarse.
Mientras bebía de un río cristalino alcanzó a ver su reflejo, su corazón brincó asustado, era Kikyo. Al reaccionar y entender que no era así, supo que había llegado a su límite. Su apariencia deprimida y dolida era idéntica a la que le había visto a Kikyo. Otra vez lloró con todo el sentimiento, dolor y frustración que tenía, con rabia y desesperanza, pero decidió sería la última vez. Tenía una promesa que cumplir. El sacrificio de Sango no sería en vano.
Regresó a su época, con el corazón deshecho. ¿Cómo podían las personas recuperarse de una pérdida así? Iba directo a encerrarse a su habitación, pero su madre ya la esperaba en la cocina. Le sirvió comida caliente y le acarició con dulzura la mejilla.
- Kagome, ya no puedo verte así – comenzó –. Dime qué es lo que pasó.
- No sé… no sé por dónde empezar.
Kagome contó su historia, y pese a que el dolor y la desesperanza no aminoraban, sintió que se liberaba de un gran peso de encima. Su madre la abrazó y animó. Entendió su afán de ir a la época antigua para buscar a Inuyasha y sus amigos, pero le recordó que había traído unas niñas muy pequeñas que necesitaban de su atención.
Naomi, la madre de Kagome, estaba muy preocupada, su hija tenía un pésimo aspecto, estaba muy pálida, casi no hablaba ni comía. Cada mañana Kagome se aseguraba de que las gemelas estaban bien y se iba a la época antigua, regresaba temblando y se encerraba en su habitación.
Una noche la pobre mujer ya no aguantó más y esperó a su hija en la cocina, le ofreció una humeante taza de té y tras un largo suspiro comenzó:
- Kagome, estás enfermando – dijo con lágrimas en los ojos.
- Mamá…
- Tienes que aceptarlo… – Kagome iba a protestar, pero Naomi añadió rápidamente –. Sé que no tiene sentido, que no es justo, es algo tan terrible que apenas y se puede soportar, pero no puedes seguir así, no quiero perderte, ya no puedo verte sufrir.
- No voy a descansar hasta encontrarlos… - respondió con el seño fruncido.
- ¡De acuerdo! – Las lágrimas cayeron por las mejillas encendidas de Naomi. – Pero no lleves las cosas al extremo, tienes que retomar tu vida.
- Mi vida se quedó allá. – Kagome se levantó airada.
- Kagome…
La chica salió de la casa, caminó con el corazón desbocado hasta el árbol sagrado. Se hincó delante de él y deseó que todo fuera un mal sueño. “Cuando alcanzas la felicidad total, duele más el golpe” pensó Kagome.
¿Qué debería hacer? La verdad es que ella preferiría irse definitivamente a la época antigua para seguir buscando a Inuyasha y a los demás, así su madre no sería testigo del dolor que la consumía, pero estaban Aimi y Emi, le había prometido a Sango cuidarlas. Kagome por fin decidió, con serenidad entró de nuevo a la casa para dormir.
A la mañana siguiente, Kagome abrió los ojos cuando ya el sol estaba muy avanzado. Aimi y Emi jugaban, Kagome observó con horror que Emi intentaba cortar las pestañas de su hermana con unas tijeras. Luego de gritar “¡No!” Emi asustada soltó las tijeras, ambas niñas lloraron. Después de tranquilizarlas bajaron a la cocina, Souta y el abuelo ya desayunaban.
- Kagome, quería que vieras esto. – Naomi que entraba a la cocina, le entregó un sobre. La mujer tenía su habitual sonrisa, pero no logró engañar a su hija, había llorado toda la noche.
- ¿Qué es? – dijo, al tiempo que lo abría y descubría su contenido. Era una solicitud para la universidad –. Gracias mamá, pero…
- Solo piénsalo, por favor – le sonrió con dulzura.
- ¡Comer! – gritaron las gemelas. Y se rompió la tensión. Aimi y Emi tenían encantados a Souta y al abuelo, esas semanas de estancia habían servido para conquistar los corazones de los Higurashi. Kagome se sintió culpable, las había descuidado mucho.
Souta y Kagome llevaron a las niñas por su primer helado al parque. Aimi ya saboreaba feliz su helado de fresa, mientras Emi elegía el suyo. Kagome buscaba en su bolso el dinero cuando un joven pasó a su lado empujándola ligeramente, al verle la cara Kagome descubrió a Inuyasha, pero era humano.
Iba a ir tras él, pero en ese momento Aimi tiró su helado y lloró, la distracción fue de unos segundos, pero Kagome perdió a Inuyasha entre la multitud.
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*Esta historia no me pertenece. Todos los créditos a su respectivo autor/a.
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Kagome, una difícil desición
FanfictionKagome vivía una feliz vida junto a su amado Inuyasha hasta que un ataque sucede. Huyendo a su época con las pequeñas de Sango para salvarlas, regresa para encontrarse con tristeza y dolor. ¿Era posible que su amado Inuyasha y sus amigos estuvieran...