Capítulo 22: El festival II

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Capítulo 22: El festival II

Inuyasha y su grupo llegaron a una aldea al anochecer, inmediatamente notaron que estaban en medio de una festividad, al haber tanta gente decidieron dividirse para buscar a alguien que se pudiera hacer cargo temporalmente del niño. Inuyasha, Kohaku y Kagome se lo llevaron y recorrieron una zona, Miroku, Kirara y Sango se fueron al lado contrario.

De entre un grupo de personas un joven avanzó hasta ellos, miró fijamente a Sango y elogió su belleza, pero lo que les causó conmoción fue que era casi idéntico a Inuyasha, sin embargo, ese muchacho era humano y esa no era una noche de luna nueva. El monje Miroku había exclamado:

- ¡No puede ser! ¿Inuyasha?

- ¡Yo no soy ese estúpido “perro”! – se quejó. Sango y Miroku intercambiaron una mirada confundidos.

- ¿Lo conoces? – preguntaron al mismo tiempo.

- ¡Por supuesto que sí! – dijo molesto.

- ¿Son… son hermanos? – se aventuró Sango a preguntar, no podía encontrar otra explicación.

Shizen estalló en una carcajada.

- No seas ridícula, preciosa – dijo arrastrando de nuevo las palabras, producto de la bebida.

- Entonces ¿quién eres? – preguntó cansado Miroku.

- Soy su reencarnación – confesó levantando los hombros, como restándole importancia.

- Tenemos que encontrarlos inmediatamente – le dijo Sango a Miroku. Él asintió.

- Te pareces mucho a ellas – dijo Shizen mirando embelesado a Sango.

- Ah, pero que muchacho tan… - dijo Miroku apretando los nudillos.

El monje jaló de las ropas a Shizen para conducirlo ante Inuyasha, pero el joven se sentía cada vez más mareado.

- No… no me siento bien – murmuró, pálido.

- Pues no deberías tomar tanto, tonto – murmuró a su vez Miroku.

Shizen sentía los párpados pesados, le estaba costando mucho trabajo mantenerse consciente, pero entre un parpadeo alcanzó a ver a Kagome, y sintió que el corazón se le iba a los pies.

- ¡No puede ser!

Se zafó del agarre de Miroku y corrió hacia la chica que aún no lo veía, pero con lo mareado que estaba cayó de bruces delante de la muchacha, espantándola.

- ¡Fíjate por donde vas, borracho! – espetó Inuyasha.

- ¡Shizen! – gritó Kagome atónita.

- ¿De verdad eres tú? –preguntó el joven desde el suelo.

- ¡¿Qué estás haciendo aquí?!

- Quería verte – dijo sonriéndole.

Kagome le ayudó a levantarse, ahora ella también estaba pálida. Miroku, Sango y Kohaku observaron la escena sin entender nada.

- ¿Lo… lo conoces? – le preguntó Sango a Kagome. La aludida asintió.

- Creo que debemos hablarlo en un lugar más tranquilo, la gente nos está observando – propuso Miroku.

- ¿Quién es él? – preguntó Shizen, señalando al niño pequeño que se aferraba a Kagome.

- Lo encontramos – respondió dubitativa.

- Tengo una amiga que perdió uno – sonrió divertido.

- ¡Se volvió loco! – dijo sorprendida Kagome.

- Sólo está borracho – aclaró Miroku.

Se desplazaron a un extremo de la aldea, lejos del ruido y de la multitud. Shizen tuvo que ser ayudado por Miroku y Kohaku para caminar, porque cada vez estaba más débil, Inuyasha se negó rotundamente a ayudarle; lo sentaron en el suelo recargado en un árbol. Todos adoptaron una expresión grave y miraron fijamente a Kagome.

- ¿Qué está haciendo él aquí? – preguntó furioso Inuyasha.

- ¡No sé! – dijo firmemente la joven – No sé cómo pudo atravesar el pozo.

- ¡Pues dile que se regrese!

- ¡No le grites a Kagome! – dijo Shizen tratando de levantarse, pero sin resultado.

- ¡Tú cállate, pedazo de…!

- ¡Abajo! – gritó Kagome, al ver que Inuyasha tenía intenciones de golpearlo.

- ¿Alguien podría explicarnos qué está pasando? – dijo Sango desesperada.

- ¿Tú eres Sango? – preguntó Shizen con voz patosa, forzándose por recordar las platicas de Kagome en la escuela.

- S-Sí – respondió sorprendida.

- Las gemelas se parecen a ti – dijo sonriéndole.

- Las ge… ¡¿Conoces a las gemelas?! – Ahora Sango estaba atónita. Miró a Kagome con las preguntas implícitas en la mirada.

Kagome sentía que el corazón se le saldría del pecho en cualquier momento, y que sus piernas ya no podían sostenerla, pero se obligó a mantener la compostura, esto no podía estar pasando, era tan extraño.

- Él es la reencarnación de Inuyasha – declaró la joven –. Pertenece a mi época, lo conocí mientras estaba allá después de nuestro encuentro con la mujer de fuego.

- Pero ¿qué está haciendo aquí? ¿Por qué sabe de nosotros? ¿Cómo es que conoce a inuyasha? – inquirió Miroku.

- Yo le conté todo – dijo Kagome avergonzada –. Me sentía sola, yo… Shizen es un buen amigo, me ayudó mucho. – Se sonrojó. – Inuyasha lo conoció cuando fue por mí. Pero… no sé por qué vino.

- Vine a decirte que te amo – dijo Shizen, tratando que sonara lo más serio posible.

Kagome enrojeció tremendamente, todos los ojos estaban fijos en ella. Inuyasha sintió la aguda punzada de celos, pero esta no se parecía a lo que sentía cuando Kouga se acercaba a la joven, era mil veces peor, porque notaba que en los ojos de Kagome no había indiferencia.

- ¡Maldito! – gritó Inuyasha - ¡¿Por qué no te vas de una buena vez?!

- Voy a luchar por el amor de Kagome – declaró Shizen.

- ¡Te aventaré yo mismo por ese maldito pozo!

- ¡No creas que te tengo miedo “perro”! – gritó Shizen también furioso.

- ¿Qué me vas a hacer tú? – rió con burla Inuyasha – Sólo eres un humano, inútil y borracho.

- Te sorprenderás. – Shizen se apoyó del árbol para levantarse, pero lo hizo con mucho esfuerzo.

- ¡Inuyasha déjalo tranquilo! – le reprendió Kagome - ¿Qué no ves que se siente mal?

- Eso no es mi culpa – se defendió –. ¡Él se lo está buscando!

- Mañana que se sienta mejor hablaré con él – concedió finalmente la chica. Le dolía el sólo pensarlo, pero sabía que tenía que decirle que se fuera.

Una joven se acercó a ellos con la respiración agitada por la carrera. Era Sayuri que buscaba a Shizen para que bailara con ella alrededor de la hoguera. Al ver las expresiones de todos comprendió de inmediato que Shizen estaba en un problema.

- ¿Estas personas lo están molestando? – preguntó a la defensiva.

Kagome sintió como si le cayera agua helada. ¿Quién era esa mujer y qué derechos tenía sobre Shizen?

Pero el niño que Kagome llevaba de la mano corrió hacia la muchacha.

- ¡Hermana! – gritó emocionado, hablando por primera vez desde que lo rescataron.

- ¡Naoki! – respondió Sayuri sorprendida, lágrimas de felicidad cubrieron sus mejillas.





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*Esta historia no me pertenece. Todos los créditos a su respectivo autor/a.

Kagome, una difícil desiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora