Capítulo 8: Golpe al corazón

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Capítulo 8: Golpe al corazón

Kagome regresó a su época decepcionada, no habían encontrado ni un indicio sobre la misteriosa desaparición de sus amigos y su amado. Sin embargo, la aparición de Kirara y Kohaku fue un bálsamo para su herida. Ella quería regresar a la época antigua con las niñas, pero Kohaku no aceptó, no hasta que eliminara a la demonio que destruyó a su familia.

La chica preparó como de costumbre dos bentos (almuerzos), uno que le daría al coqueto y misterioso Shizen y el propio. Se despidió con un beso de las gemelas, que ya hacían travesuras tan temprano.

A la hora del almuerzo esperó a Shizen bajo el gran árbol, pero no llegó. Kagome se preocupó, y eso la asustó, no había notado que la compañía de Shizen se había vuelto algo importante, y es que él siempre estaba ahí como algo tan natural que había pasado desapercibido.

Kagome resignada guardó el bento cuando terminó la hora del almuerzo. Regresó a sus clases distraída. ¿Qué habría pasado con Shizen? Tal vez esté enfermo, o tenga un problema. Más tarde se incorporó a la práctica de arquería.

Kaoru ya no ignoraba a Kagome, tampoco es que le hablara, pero le lanzaba unas miradas burlonas y otras veces agresivas. Kaoru había estado practicado arduamente su puntería y ahora lo hacía muy bien, lograba sacar exclamaciones de admiración de las otras chicas, algo que sólo Kagome había logrado. Yuri por otro lado, no lograba ver a Kagome a los ojos, claro que le tenía envidia y celos, pero se sentía muy culpable por los rumores que habían expandido, sus hijas eran un secreto muy personal y revelarlo era imperdonable.

Al otro día Kagome preparó igualmente dos bentos. Esperó de nuevo bajo el árbol, pero nada. Pensó en la enorme casa de Shizen, sin familia, sin sirvientes, nadie que lo ayudara si le pasaba algo. Un terrible sentimiento de ansiedad y angustia se anidó en su pecho.

Ella esperó a que terminaran las clases, asistió a su práctica de arquería, pero no lograba concentrarse, así que guardó el arco y las flechas y se dirigió a la práctica de Kendo. Kaoru la siguió, al llegar a la entrada del dojo escolar la adelantó y le cerró el paso.

- ¿Qué clase de mujer eres, Kagome? – preguntó Kaoru con desagrado.

- ¿De qué hablas? – preguntó a su vez, confundida.

- Ahora que Shizen te ignora – La recorrió con la mirada – tú lo buscas, eres una…

- ¡No te atrevas! – le gritó –. Tú no me conoces.

- Sé algo, y con eso me basta. – Kaoru sonrió. – Shizen no es el tipo de hombre para una mujer como tú.

- ¡Suficiente! – Kagome temblaba de rabia de pies a cabeza, jamás la habían insultado
tanto.

- Y ahora que Shizen se dio cuenta de que eres una cualquiera, ya no quiere verte. – La maldad brillaba en los ojos de Kaoru. – Pero nadie puede culparlo. ¿Quién querrá a una mujer que tiene dos hijas de… y tú sabes quién es el padre? ¿O no?

Kagome avanzó con tanta rapidez y fuerza que Kaoru no tuvo tiempo de esquivarla, la bofetada tiñó de rojo su mejilla estruendosamente.

El escándalo de la discusión atrajo a los practicantes de kendo, entre ellos a Shizen, que al ver que Kaoru iba a responder al golpe se lanzó a detenerla, le agarró la mano con fuerza a la sorprendida chica.

- Te dije que no le tocaras ni un cabello. – La furiosa mirada de Shizen heló la sangre de Kaoru.

- S-Shizen… - Kagome se alegró de verlo sano y bien.

- Por cierto… - Shizen que ya tomaba del brazo a Kagome para llevársela, se detuvo y miró con asco a Kaoru – la que no vale la pena… eres tú.

El rostro rojo por la bofetada aumentó su intensidad ante la humillación pública que acababa de pasar. ¿Qué rayos le pasaba a Shizen? Kaoru sabía perfectamente, porque los había espiado, que él ya no almorzaba con Kagome. Definitivamente no entendía nada, y lágrimas amargas inundaron sus mejillas.

Shizen se llevó a Kagome a una heladería, pidió dos helados de fresa y le ofreció uno a Kagome con una sonrisa. Después empezó a parlotear sobre teorías de Física para alcanzar el cero absoluto, con su alegría habitual.

- ¿Por qué haces eso? – preguntó molesta.

- ¿Hacer qué?

- Hablar sobre tonterías para evadir los problemas.

- Yo…

- ¿Por qué no has venido a almorzar conmigo?

- Es que…

- ¿Por qué me defendiste así de Kaoru?

- Bueno…

- ¿Quién eres realmente?

- Podría preguntar lo mismo – respondió él a la defensiva.

- ¿De qué hablas? – preguntó airada.

- Así que dos hijas – dijo él con cierto reproche.

- ¡No puede ser! ¿Piensas lo mismo que ella?

- ¡No! – se apresuró a aclarar –. No es así.

- ¿Por eso no has venido a verme entonces? ¿Crees que soy…? – Kagome se llevó una mano al pecho, su corazón latía desbocado, le dolía. ¿Por qué le importaba lo que él pensara? Su mente le decía que era mejor así, que lo dejara pensar mal para que se alejara de ella. Pero ante esa idea se llenó de pánico y desesperación.

- Ya te dije que no es eso – dijo él, interrumpiendo sus pensamientos.

- Pues dime qué es.

- Estoy celoso.



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*Esta historia no me pertenece. Todos los créditos a su respectivo autor/a.

Kagome, una difícil desiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora