Capítulo 20: La cueva

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Capítulo 20: La cueva

Inuyasha entró primero a la cueva que estaba en la cima de la montaña, misma que le servía de refugio a la demonio de fuego. Los demás siguieron al hanyou, y pronto descubrieron que la cueva no estaba desocupada como esperaban. Allí yacía el demonio que había atacado la aldea, mientras la otra atacaba a Sango y a Kagome en el río.

Se acercaron sigilosamente, pues este demonio estaba dormido, un escalofrío recorrió el cuerpo de Kagome, contrario a su compañera éste ser tenía el cabello azul y fluía como agua tranquila.

- Sesshomaru no lo mató – dijo conmocionado Miroku.

- Está muy débil – observó Sango.

- ¡Lo mataré! – exclamó Inuyasha.

- Inuyasha, hagámoslo juntos – propuso Kagome.

- No es necesario, con mi espada bastará.

Kagome retrocedió decepcionada, ese era un clásico momento para que ella dijera “abajo”, Inuyasha recordó las palabras de Shizen “tú no le preguntas qué es lo que quiere”, sintió un nudo en el estómago.

- Kagome…

- ¡Inuyasha, ya viene! – alertó Kohaku, que se había quedado fuera para hacer guardia.

Una bola de fuego se acercaba a gran velocidad.

- Acabaremos con los dos – dijo Inuyasha arrastrando las palabras con furia.

- Hay que escondernos, los atacaremos por sorpresa – propuso Miroku.

Corrieron a la profundidad de la cueva para ser ocultados por las sombras, allí esperaron angustiados.

- ¡Mira lo que te traje, hermano! – exclamó jubilosa la chica de fuego.

El demonio de agua abrió los ojos con dificultad, parecía cansado al extremo.

- G-Gracias – murmuró.

- Muy pronto recuperarás todas tus fuerzas. – Y le sonrió para infundirle ánimo.

La demonio le extendió un gran bulto cubierto por una capa gruesa de ceniza.

- Ya sé que te gustan vivos – dijo la chica, y con un toque de su dedo la cubierta se desmoronó dejando expuesto a un niño inconsciente.

- Tienen un sabor mejor – dijo él, intentando responder con una sonrisa.

Kagome gimió espantada y furiosa a la vez.

- ¡Suéltalo! – gritó, y disparó una flecha, pero la demonio alcanzó a convertirse en fuego para protegerse, sin embargo, el poder de la flecha purificadora la hizo regresar a su forma humanoide y cayó al suelo fuertemente.

- ¡Adiós al factor sorpresa! – se lamentó Miroku.

- ¿Qué quieren ustedes? – gritó furiosa la mujer.

- ¡Matarte! – le dijo Inuyasha.

El hanyou desenvainó su espada y atacó.

- ¡No! – gritó el demonio y le arrojó un chorro de agua a gran presión.

Kagome y Sango atacaron a la vez a la mujer, ella cayó lastimada del hombro por el Hiraikotsu, y sin poder volverse fuego por la flecha purificadora.

- ¡Seiryu ahora! – gritó la demonio.

El demonio le lanzó una burbuja a su hermana y ella a su vez le lanzó una pequeña bola de luz. El producto del choque fue avasallador, los dos fueron atraídos por una gran fuerza hasta volverse una forma gaseosa, y así lograron escapar a gran velocidad.

- ¡Malditos! – exclamó frustrado Inuyasha - ¡Cobardes!

- ¿Y ahora qué hacemos con él? – preguntó Kohaku señalando al niño.

...

Shizen ya no viajaba solo, le había propuesto a Sayuri, una joven aldeana, que viajara con él, pues ella buscaba a la demonio de fuego que había secuestrado a su hermanito, el soldado que estaba con ella se negó rotundamente, pero al final él también decidió acompañarlos pues se dio cuenta que Sayuri no cambiaría de opinión.

El nombre del soldado era Kento, un joven de veintidós años que estaba enamorado de Sayuri, ya le había confesado sus sentimientos dos veces, pero la chica de tan sólo dieciséis años lo había rechazado. Kento le había dicho a Sayuri que buscaran al niño por su cuenta, pues ese Shizen se comportaba de una forma muy rara, pero ella confió rápidamente en él y se negó a abandonarlo, aunque aceptaba que su conducta no era normal, pues Shizen no paraba de hablar de extraños artefactos como “automóviles”, “motocicletas”, “aviones” y en una ocasión usó la palabra “genes”.

Pero Sayuri había notado que Shizen siempre sonreía, que era muy amable y valiente, y la trataba excelente. Por supuesto también estaba el hecho de que era muy atractivo.

Shizen pronto se percató de los sentimientos de Kento por Sayuri, así que una vez le dijo:

- Creo que sería conveniente que la señorita Sayuri aprendiera a defenderse.

- Por supuesto – repuso –. Yo le enseñaré.

Shizen sonrió complacido, esas prácticas les daban la oportunidad de pasar el tiempo juntos, y así él podía estar unos momentos solo, y es que estaba acostumbrado a tener su espacio de soledad. En esos momentos Shizen pensaba en Kagome, en sus ojos muy expresivos, en el aroma de su cabello, en la tibieza de su piel, pero sobre todo en sus sonrisas que estando con él habían sido muy escasas, por eso esos recuerdos eran su tesoro.

Pasaban los días y Shizen notaba que desafortunadamente Sayuri se estaba enamorando de él. No quería causarle problemas a Kento, y tampoco quería herir a Sayuri, pues no había modo de corresponderle, no cuando él tenía el corazón ocupado.


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*Esta historia no me pertenece. Todos los créditos a su respectivo autor/a.

Kagome, una difícil desiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora