Capítulo 26: La voz de la tristeza

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Capítulo 26: La voz de la tristeza

El silencio los envolvió, sólo se podían oír los sonidos nocturnos del bosque. Inuyasha y Kagome miraban fijamente a Shizen, querían saber por qué le dolía tremendamente la cabeza al hanyou.

- Quieres decir que… ¿todo este tiempo has soportado este dolor? – preguntó incrédulo Inuyasha, aún sujetándose la cabeza con ambas manos.

- Bueno… sí.

- ¿Por qué?

- Yo no quería… ser una molestia – miró desafiante a Inuyasha –. No quería darte un motivo para deshacerte de mí.

- ¡Pero duele mucho!

- Ya lo sé – suspiró el joven.

- Shizen… - susurró conmovida Kagome.

- Pero… - comenzó Sango pensativa - ¿Por qué ahora que a Inuyasha le duele a Shizen no?

- Tengo una teoría – declaró Miroku. Todos voltearon a verlo expectantes –. Supongo que tiene que ver con que Shizen es la reencarnación de Inuyasha. Al ser un humano, Shizen siente las molestias constantemente, pero esta noche Inuyasha tal vez sea más vulnerable.

Kagome recordó aquella ocasión en la que la bruja Urasue revivió a Kikyo, al tener un cuerpo de barro y huesos la sacerdotisa no podía estar cerca de Kagome porque ésta le absorbía las almas, de modo que Kikyo se vio obligada a adquirir almas con sus serpientes cazadoras. La joven comprendió el grave problema en el que se encontraban ambos chicos, pues al ser reencarnación y vida pasada los dos tenían las mismas almas.

- Miroku tiene razón – sentenció Kagome –. Ellos… ellos están peleando por las mismas almas.

- ¿Qué quieres decir? – preguntó Shizen nervioso.

- No hay manera de que puedan estar juntos – respondió tristemente –. Es peligroso.

- Pero… sólo es un dolor de cabeza – dijo él, tratando de disimular la gravedad.

- No hay manera de que las mismas almas puedan permanecer en dos cuerpos – reflexionó Miroku.

- Si lo que quieren es que me vaya…

- ¡¿No entiendes?! – gritó Kagome desesperada - ¡Alguno de los dos podría morir!

- No creo que sea para tanto – sonrió nerviosamente el muchacho.

- No pienso llegar al límite para averiguarlo – puntualizó Kagome.

- Cuando Inuyasha deje de ser humano estará bien de nuevo ¿no? – Shizen tomó aire tranquilamente. – Yo seguiré aguantando en silencio, como si nada hubiera pasado.

- Pero…

- Inuyasha estará bien, Kagome. – Sonrió Shizen. – No te preocupes por eso.

- Es que…

La preocupación no sólo era por Inuyasha, ella no quería que le pasara nada malo a Shizen.

El amanecer llegó y desterró las tinieblas, igual que al dolor de cabeza del hanyou; pero Shizen volvió a sentirlo, era atroz. Después de eso Inuyasha dejó de verlo desconsideradamente, tampoco es que le agradara, pero ganó varios puntos ante él.

Siguieron su camino y Shizen se esforzó por dar una impresión de perpetua alegría y energía, pero a ratos el dolor vencía y caía en silencios profundos. Kagome lo observaba y su corazón se partía, pensaba que era su culpa, si no se hubiera involucrado tanto con Shizen mientras estuvo en su época, él no tendría que pasar por todo eso.

Cuando tomaron un descanso para comer, Kagome expresó lo que llevaba rato pensando.

- Tal vez deberíamos buscar ayuda. – Todos la observaron y se sonrojó. – Es posible que una sacerdotisa o alguien pueda darle un remedio a Shizen para el dolor.

- K-Kagome… - dijo asombrado el aludido –. No es necesario, eso nos haría perder tiempo.

- Ella tiene razón – agregó Inuyasha, dejándolos atónitos –. Nos estorbarás más si sigues así, es mejor resolverlo inmediatamente.

Kagome le envió una mirada de agradecimiento al hanyou, pero él la rechazó dándole la espalda bruscamente.

Al terminar de comer, Kagome subió a la espalda de Inuyasha y los demás sobre Kirara.

- Siento… siento una presencia – dijo Kagome mientras se internaban en un bosque espeso.

- ¿Qué dices? – preguntó Inuyasha, pero inmediatamente agudizó todos sus sentidos.

- No me parece que sea maligna – pero su voz se impregnó de duda.

Un campo de fuerza le impidió seguir avanzando a Kirara en las alturas, e Inuyasha encontró ese mismo impedimento abajo.

Kagome bajó de la espalda de su amado para que él pudiera atacar con su espada, pero el campo de fuerza siguió firme, la chica disparó una flecha purificadora y atravesó sin problema, como si no hubiera barrera, sin embargo, ellos seguían sin poder atravesar.

Repentinamente, una niña de aproximadamente doce años salió a su encuentro, por su vestimenta y apariencia podría decirse que era una princesa, pero su semblante transmitía una tristeza inmensa.

- ¿Quién eres tú? – preguntó enérgico Inuyasha.

- Mi nombre es Ai – su voz era dulce, suave, como una melodía. Al escucharla todos sintieron ganas de llorar. Imágenes de dolor, tristeza, nostalgia, y desesperanza cruzaron por su mente y corazón.

Inuyasha recordó a Kikyo muriendo entre sus brazos, y se imaginó lo que sentiría si Kagome se decidía por Shizen, si la perdía ya no tendría nada, no quería, lo mataría el dolor si tenía que pasar por otra pérdida como la de Kikyo, no, de ningún modo podría perder también a Kagome.

Kagome recordó la agonía de vivir con la posibilidad de que su amado Inuyasha y todos sus amigos hubieran muerto, se observó sola, se imaginó rechazada, desplazada, olvidada.

Sango y Miroku sentían que no volverían a ver a sus pequeños hijos, una familia rota. ¿Y si ya no podrían protegerlos? Si morían en la batalla ¿qué sería de sus hijos? Dudas y temores.

Kohaku revivía una y otra vez sus culpas, su soledad, el sentimiento de que no pertenecía ya a ningún lado se incrementó y estrujó su corazón, pensaba que vivía en un mundo incomprensible y absurdo, un mundo que lo había destrozado, y que lo usó para destrozar a más personas.

Shizen se hundió en la desolación, la perpetua y sobrecogedora soledad, se vio una vez más sin padres, sin amigos sinceros, sin Kagome. Ella prefería a Inuyasha, ella amaba a Inuyasha. ¿Qué sentido tenía vivir? ¿Por qué atormentarse si no había posibilidad de salir victorioso?

- Uno de ustedes no podrá seguir – dijo aquella dulce voz –. Para que los demás continúen uno de ustedes tendrá que sacrificarse.

La niña desapareció y con ella ese ambiente atormentado. Se observaron unos a otros para corroborar que todos estaban bien.

- Tenemos que retroceder – dijo Miroku.

- Sí – coincidió Sango –, buscaremos otro camino.

Pero estaban atrapados, no sólo había barrera hacia adelante, la misma energía les impedía retroceder.

- No… no es posible – dijo horrorizada Kagome.

- Para que los demás continúen uno de ustedes tendrá que sacrificarse – se escuchó como susurro en el viento.

- Yo lo haré – dijo determinado Shizen.




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*Esta historia no me pertenece. Todos los créditos a su respectivo autor/a.

Kagome, una difícil desiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora