Capítulo 28: La misión

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Capítulo 28: La misión

Shizen despertó desorientado, pero pudo ver los atormentados ojos de Kagome antes de ser reemplazados por unos jubilosos y de que se extendiera una ancha sonrisa en su rostro. No pudo evitarlo, ver a Kagome feliz sin importar la razón era suficiente para alegrarlo también. Pero no era el único, Inuyasha relajó los puños que llevaba rato apretando, la felicidad de Kagome también era la suya.

- ¡Shizen! – dijo emocionada la chica - ¿Qué pasó?

- Kikyo... – Todos reaccionaron ante el nombre. – La señorita Kikyo me ayudó.

- ¿Qué tonterías dices? – inquirió Inuyasha – Kikyo está… Kikyo está…

- Muerta, lo sé – asintió el joven humano.

Narró sin detalles su encuentro con la sacerdotisa fallecida, no sabía por qué, pero quería conservar ese recuerdo para sí mismo. Sólo dijo que le había dado un regalo, volver a la vida.

- ¡Esa presencia! – dijeron Shizen y Kagome a la vez.

- Uno de ustedes tiene que sacrificarse – dijo la voz armoniosa de Ai.

Apareció repentinamente la niña princesa con su aura y semblante de profunda tristeza.

- ¡Esa serás tú! – gritó Inuyasha al tiempo en que desenvainaba su espada.

- ¡Espera! – le detuvo Shizen.

El muchacho se acercó lentamente al espíritu.

- Sufriste mucho ¿verdad? – Quiso tocarla pero ella retrocedió.

- Yo…

- Tú no querías hacerlo. – Shizen no sabía de donde procedía esa certeza, las palabras sólo surgían de su corazón. – Incluso tus familiares… todos fueron crueles contigo.

- ¿Qué está pasando? – preguntó impaciente Inuyasha.

- Ai fue sacrificada para un Dios, por su propia familia y aldea. – Miró a la niña a los ojos. – Te sientes sola ¿no es así?

- Yo…

- “Tu muerte traerá beneficio” esas fueron sus palabras…

- ¡Cállate! – gritó airada Ai.

- No tienes que sufrir más, ya todo acabó. – Se acercó para abrazarla pero sus manos atravesaron el cuerpo fantasmal.

- ¿Eso es verdad? – dijo Kagome totalmente conmovida - ¡Es horrible!

- Se equivocan – respondió la niña –. Es necesario el sacrificio para el bien de los demás.

Kagome recordó a Sango, se enfrentó con una mujer demonio pese a que no tenía armas, sólo para salvar a sus hijas, Inuyasha había hecho eso mismo por Kikyo y por ella misma, siempre dispuesto a todo sólo por proteger a las personas que amaba. Kikyo se debilitó tanto al salvar a Miroku del veneno de Naraku llevándola a un desenlace fatal. Ai tenía razón, el sacrificio era necesario para el bien de los demás.

- ¿Tú querías morir? – dijo Kagome adelantándose unos pasos hacia ella.

- Yo…

- No, no querías ¿verdad? – La niña no respondió. – Te obligaron y te lastimaron. – Ahora Kagome también podía sentirlo con claridad.

La tristeza de Ai, su dolor, su corazón traicionado.

- ¡Ya no tienes que soportarlo más! Ai… el sacrificio tiene que ser voluntario, tiene que ser por amor, por algo que consideres más valioso que tu propia vida. Si tú lo hubieras hecho así no estarías aquí.

Kagome, una difícil desiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora