Capítulo 21: El festival I

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Capítulo 21: El festival I

El grupo de Inuyasha esperó a que el niño abriera los ojos, tenían que averiguar de dónde procedía para poder devolverlo cuanto antes, cargar con él sería un gran inconveniente para su misión. Pasaron esa noche en la cueva, todos estaban muy callados, cada uno concluyendo cuáles habían sido los errores. Miroku pensaba que si hubieran seguido el plan de atacar por sorpresa habría sido otro el resultado, Sango se lamentaba el no haber acabado con ellos y finalmente poder reencontrarse con sus hijos, Kohaku e Inuyasha coincidían en que habría sido mejor atacar inmediatamente, de ese modo podrían haber matado al tal Seiryu sin posibilidad de escape. Mientras que  Kagome se sentía culpable, por su intervención Inuyasha no mató al demonio débil e inconsciente, esa era una gran oportunidad y la dejaron ir. El hanyou notó la mirada deprimida de la chica, quiso tranquilizarla pero esos sentimentalismos aún le eran difíciles de demostrar.

- Lo siento… - murmuró Kagome – todo fue mi culpa.

- No seas tonta – contradijo Inuyasha –. Los volveremos a encontrar y acabaré con ellos.

- Oh.

Kagome se levantó airada, dejando a todos perplejos. Si se quedaba más tiempo las lágrimas saldrían y no quería que la vieran así, se sentía tonta y sola, jamás se había sentido así estando con ellos, Sango, Miroku, Inuyasha e incluso ahora Kohaku se preocupaban por ella, y estaba consciente de que la querían, ¿entonces de dónde surgía ese sentimiento de soledad y tristeza? No lo sabía, pero estaba segura que algo le molestaba.

Salió de la cueva y se sentó en el exterior rodeada por la negrura de la noche, abrazó sus rodillas y dejó fluir su llanto silencioso. Inuyasha la siguió y se sentó a su lado.

- ¿Qué te pasa?

- N-Nada.

- ¡¿Cómo que nada?! ¡Estás llorando!

- Déjame en paz.

- Kagome… - dijo Inuyasha severamente - ¿es por ese humano?

La chica se sobresaltó, no había pensado en él directamente, pero ahora que lo hacía el dolor se agudizó y el vacío interno la embargó.

- N-No – mintió –. Él no tiene nada qué ver.

- ¿Entonces qué es?

- ¡No lo sé! – explotó - ¡Es todo!

- ¡Pues dilo de una vez!

- ¿Por qué siempre quieres actuar solo? ¿Por qué siempre soy yo la que se equivoca? Es por esto que me hicieron a un lado ¿verdad? ¡Soy un estorbo, una tonta, una inútil! No soy una exterminadora, no soy una sacerdotisa, no soy una guerrera, ni siquiera puedo ayudar a mis amigos en los momentos críticos, ¡no sé qué hago aquí!

Inuyasha la miró boquiabierto, totalmente sorprendido. ¿Hasta esos extremos había llegado el cambio de Kagome?

- K-Ka… Kagome.

- ¿No dices nada? – preguntó aún irritada.

Él no respondió. ¿En verdad era Kagome la que tenía enfrente? Él la conocía como una chica que jamás se rinde sin importar que tan mal estén las cosas, invariablemente enérgica, alegre y optimista.

- Siempre supe que Kikyo era mejor que yo, pero ahora…

- ¡Cállate! – espetó Inuyasha, interrumpiéndola.

Kagome alzó la vista para encontrar los ojos del chico.

- No eres ninguna de esas cosas, y lo sabes muy bien. – Inuyasha profundizó en los ojos de Kagome. – Y ya te dije que lamento no haber ido a buscarte, no es porque no te necesite, es que yo no quiero…

La joven observó de nuevo un amargo dolor en el semblante de Inuyasha, igual que el de la otra vez. No, no quería causarle tanto dolor, ella tampoco podría soportarlo.

- Sin ti no habría llegado tan lejos en la lucha contra Naraku, tal vez parezca que aún lucho solo pero… Kagome, desde que tú estás conmigo, ya no lo estoy. Soy… soy feliz si estás a mi lado. – Inuyasha se volteó para que no viera que se sonrojaba. – Te… te quiero tal como eres.

El corazón de Kagome se agitó y regocijó ante esas palabras, en un impulso de felicidad se lanzó a los brazos de Inuyasha, que dulcemente la recibieron.

- Lo siento, soy una tonta.

El beso llegó suave y tierno. ¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez? Ambos corazones agitados se reconocieron de nuevo.

- No quiero perderte – dijo Inuyasha en un susurro.

- Yo tampoco quiero estar lejos de ti – respondió ella complacida.

Al despuntar el alba salieron de la cueva para continuar su marcha, ahora tenían dos misiones, devolver al niño y eliminar a esos demonios.

- Podríamos dejar al niño en una aldea y seguir con la cacería, luego podríamos regresar por él para buscar a su familia – propuso Kohaku.

Todos estuvieron de acuerdo y así se dirigieron a la aldea más cercana. La atmósfera entre ellos ya estaba más relajada y optimista, mientras que en Kagome el dolor del vacío casi quedó mitigado por el beso de Inuyasha.

...

Shizen, Sayuri y Kento estaban demasiado hambrientos, en el bosque por el que circulaban sólo había un riachuelo del que lograron beber agua, pero los peces eran demasiado pequeños como para satisfacerse, buscando las comodidades de la sociedad decidieron acudir a una aldea.

Cuando llegaron descubrieron que estaban realizando los preparativos para una festividad, los aldeanos aceptaron alimentarlos a cambio de ayudarlos con los trabajos. Como los destinaron a distintas actividades el trío fue separado.

A media tarde tomaron un descanso para comer, Sayuri se adelantó para servirle a Shizen la comida que las aldeanas y ella prepararon, el joven le sonrió agradecido, pero advirtió la mirada asesina que Kento le lanzó.

Los hombres prepararon una bebida fermentada típica de la zona, Shizen no estaba acostumbrado a beber, pero sabía que sería descortés rechazar el ofrecimiento, y es que además de todo, era muy apreciada y valorada por los pobladores. Un anciano llenó los vasos de Kento y de Shizen.

En el crepúsculo la festividad dio comienzo, las jóvenes se pusieron coronas de flores en la cabeza y los hombres prendieron una gran hoguera, había mucha comida y más de esa bebida fermentada, que los hombres bebían alegremente y servían también a Shizen y su compañero.

Shizen creyó que había bebido demasiado cuando una versión adulta de las gemelas se apareció ante él. Se sentía mareado pero aún podía caminar, se desplazó hasta ella:

- Eres muy bonita – le dijo arrastrando las palabras.

- ¿Eh? – dijo la chica sorprendida.

- Mi joven amigo, ella es una mujer alegremente casada – interfirió un monje.

- ¡Miroku! – exclamó la joven - ¿Ya lo viste bien?

- ¡No puede ser! – El monje lo miró fijamente - ¿Inuyasha?




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*Esta historia no me pertenece. Todos los créditos a su respectivo autor/a.

Kagome, una difícil desiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora