Capítulo 25: Luna nueva

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Capítulo 25: Luna nueva

Shizen se reunió con Kohaku, Kirara, Miroku y Sango, al verlo Sayuri corrió hacia él. La mirada de profunda tristeza contestó las preguntas de todos.

- Shizen… si quieres… ven con nosotros a mi aldea – propuso de nuevo Sayuri.

- Gracias, preciosa, – Y sorprendiendo a todos recompuso su semblante de un momento a otro – pero ahora que me concedieron viajar con ellos no me retractaré.

Momentos después aparecieron Kagome e Inuyasha. Shizen recibió a la chica con una gran sonrisa, y ella no pudo evitar devolverla.

- Ese chico es increíble – exclamó admirado Miroku.

Kagome observó la despedida de Shizen y Sayuri con evidente molestia, pero nadie comentó nada. Kento, Sayuri y su hermanito emprendieron el largo camino de regreso a casa. Y a la distancia Shizen gritó impetuoso:

- ¡Kento no te rindas!

Antes de abandonar el lugar el grupo se permitió comer una vez más en la aldea, para luego retomar el viaje.

Shizen ignoraba totalmente a Inuyasha, y era recíproco. Sin embargo, ganó la simpatía de Miroku y Sango rápidamente, les contaba las divertidas experiencias que había pasado con las gemelas y ellos encantados escuchaban. Sólo Kohaku parecía apoyar silenciosamente a Inuyasha, con una disimulada desconfianza hacia el muchacho.

Al momento de partir hubo más tensión en el grupo, Kohaku, Sango y Miroku ya estaban sobre Kirara y, Kagome usualmente viajaba en la espalda de Inuyasha, pero ahora que estaba Shizen sentía vergüenza. Sango dijo que no había problema en que una persona más viajara sobre Kirara y le hicieron espacio. Sin más remedio, Kagome tuvo que aferrarse a Inuyasha con la cara enrojecida.

Shizen no perdía de vista a Kagome desde las alturas, y ella sintiéndose observada ocultó su rostro en la cabellera de Inuyasha. Tal vez había sido un error permitir que los acompañara, pensó la joven, su corazón no había tenido ni un momento de sosiego.

Shizen había cumplido su palabra, se entregaba con gran dedicación a cada tarea que le encomendaban, cazaba, pescaba, cocinaba, juntaba leña para las noches, y no había emitido ni una queja, pese a que el dolor de cabeza era permanente y las náuseas eran frecuentes.

Por las noches acampaban en el bosque, junto a una fogata. Todos se turnaban para hacer guardia. En una ocasión, Shizen escuchó ruido y se despertó, aún no amanecía.

- No podemos decirle – escuchó decir al monje.

- No creo que intente nada extraño – difirió Kagome.

- Confías mucho en él, Kagome – observó Kohaku, y la muchacha le lanzó una mirada envenenada.

- No pienso confiarle algo tan importante a ese idiota – argumentó Inuyasha.

- Pues tenemos que pensar en algo – concluyó Miroku.

Shizen se hizo el dormido y esperó a que agregaran algo más, aunque ya nadie dijo nada. Cuando se levantó trató a todos con normalidad, pero la inquietud lo mantuvo alerta, tal vez estaban planeando algo en su contra, tenía que agudizar sus sentidos y confiar en su instinto.

El día transcurrió normal, el muchacho quería encontrar el momento apropiado para quedarse con Kagome a solas y preguntarle directamente qué estaba pasando, aún confiaba en ella porque Kagome era transparente, no había modo de que le mintiera. Sin embargo, no pudo hacerlo y la noche caería en cualquier momento.

Shizen preparó la fogata y se sentó frente a ella, el dolor de cabeza poco a poco estaba cediendo, un tremendo alivio para el joven, porque vivir así y fingir que no pasaba nada le estaba costando mucho esfuerzo.

Los demás estaban tardando mucho en llegar de sus actividades. Permaneció solo un rato más, hasta que Kohaku llegó con el pescado ya lavado, los clavaron en palos y los pusieron sobre las llamas para asarlos. Shizen se había percatado del recelo del exterminador, pero notó que además de eso estaba algo nervioso.

- Kohaku – dijo Shizen - ¿todo está bien?

- S-Sí.

- ¿Estás seguro?

- Sí – dijo fingiendo convicción.

- ¿Dónde están los demás?

- Ya no tardan – respondió.

Kagome, Sango y Miroku llegaron finalmente. Para Shizen no pasó desapercibido que el hanyou no los acompañaba.

- ¿Dónde está ese “perro”? – preguntó más por la sospecha que por preocupación.

- Está haciendo guardia – respondió rápidamente Miroku, pero Shizen percibió el extraño gesto de Kagome.

- Me tocaba a mí el primer turno – reclamó el joven, observando los rostros de todos.

- Pues ahora te toca el último – decidió el monje.

- Está bien, no hay problema – dijo sonriendo, pero alertó todos sus instintos.

Aunque el dolor de cabeza desapareció por completo, Shizen no pudo conciliar el sueño, esperaba que lo abandonaran en cualquier momento o que lo atacaran por sorpresa. Cansado de girar sobre su costado, se levantó para dar un paseo nocturno.

No tuvo que caminar mucho para descubrir lo último que esperaba encontrar. Inuyasha se aferraba la cabeza con desesperación, al parecer le dolía. Tan ensimismado estaba el hanyou que no advirtió la presencia de Shizen.

Lo que desconcertó al joven fue que Inuyasha no tenía el cabello plateado, las orejas de perro, ni los ojos dorados, era un simple humano, era como él. Su primera reacción fue correr y pedir ayuda, Inuyasha estaba sufriendo mucho. ¿Estaba siendo atacado por algo?

Llegó agitado al campamento, los despertó con un grito de alarma y todos se levantaron expectantes y aterrados.

- ¡Algo le pasa a Inuyasha! – declaró.

Kagome corrió inmediatamente seguida de los otros.

- ¡¿Qué pasa Inuyasha?! – inquirió la joven preocupada.

- Nada, sólo me duele la cabeza – entonces se dio cuenta de que todos estaban allí.

- La cabeza… - Kagome suspiró aliviada.

- ¡¿Qué hace él aquí?! – dijo señalando a Shizen.

- Es tarde, él te descubrió y creyó que algo te pasaba – respondió Sango.

- Es verdad – expresó Kagome, procesándolo detenidamente –. Shizen estaba muy preocupado.

- ¡¿Pues qué querían que pensara?! – explicó avergonzado – ¡No sabía que te puedes convertir en humano!

- Sólo las noches de luna nueva – aclaró la exterminadora.

- ¡Cállate Sango! – espetó Inuyasha. Y se llevó las manos a las sienes con clara expresión dolorida.

- Te duele la cabeza… - meditó Shizen – pero a mí no.

- ¿Qué dices? – preguntó Kagome.

- Es que… - el joven dudó. ¿Tenía sentido decirlo? – Bueno… todo este tiempo me ha dolido mucho la cabeza, pero esta noche se me quitó, justamente cuando él…

- ¿Qué significa eso? – preguntaron Inuyasha y Kagome a la vez.




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*Esta historia no me pertenece. Todos los créditos a su respectivo autor/a.

Kagome, una difícil desiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora