Capítulo 4: Ilusión
Kagome tocó la cara de Shizen para comprobar que no era una ilusión, lo que no entendía es por qué si se había vuelto loca no veía a Inuyasha-hanyou, era muy extraño. El chico cerró los ojos al contacto de su piel con la de ella.
- Inu… Inuyasha – le llamó.
- ¿Inuyasha? ¿Es tu mascota? – dijo él, medio confundido medio divertido.
- ¿Qué está pasando? – preguntó Kagome, si no era Inuyasha ¿entonces quién era?
- Creo que te vendría bien beber algo. – Le tendió la mano para ayudarla a levantarse. – Vamos.
La muchacha se dejó llevar, caminaron tomados de la mano, pero la acción más que romántica era casi paternal, él la llevaba como a una niña. Entraron a un lujoso restaurante, en otras circunstancias Kagome se habría sentido cohibida y emocionada, pero en ese momento no notaba nada a su alrededor, la acción se estaba llevando a cabo en su interior, trataba a toda costa buscarle una explicación al hecho de que Shizen e Inuyasha fueran idénticos.
- Me pareces familiar – comentó él, mientras le ayudaba a sentarse.
Esas palabras le dieron la luz a Kagome, no había otra explicación, Shizen era la
reencarnación de Inuyasha. Lo que significaba que Inuyasha estaba muerto. Kagome casi
entra en pánico, pero recordó que estaba en su época, habían pasado 500 años desde que
Inuyasha había sido sellado por Kikyo, era mucho tiempo, incluso para un semi demonio.- Un mal día ¿no? – dijo Shizen con tranquilidad, al ver la expresión de la chica. Ella
asintió - ¿Quieres contarme? – Ella expresó su negativa.- Bienvenidos – dijo el mesero inclinándose con respeto -. ¿Qué desean para beber? – Y les
entregó las cartas del menú.- Para la señorita una limonada – dijo al ver que Kagome no respondía –. Yo quiero un
helado de chocolate triple, con chispitas de colores y una cereza en la punta – pidió con tal
entusiasmo infantil que logró sacar a Kagome del sopor.El mesero se fue. Kagome posó su mirada en los ojos de Shizen, quería encontrar rastros de
las almas de Inuyasha en él. Pero sólo vio los profundos ojos obscuros que curiosos le
devolvían la mirada.- ¿Qué? – preguntó.
- ¿Qué? – preguntó a su vez Kagome. Shizen sonrió.
- Eres rara, preciosa.
- Mi nombre es Kagome Higurashi.
- Ah, ahí viene mi helado – dijo ignorándola.
- ¿Les tomo su orden? – preguntó el mesero cortésmente.
- Estamos bien, gracias – respondió Shizen sin preguntarle a su compañera si quería algo
más, estaba absorto en su helado de aspecto infantil. Kagome sintió un chispazo de ira.Dejaron de conversar. Shizen, que en un principio parecía feliz y emocionado con su helado, se tornaba más y más melancólico con cada cucharada, hasta que con un movimiento de
frustración lanzó el plato a un lado quedando al borde de la mesa.- Es mi cumpleaños – dijo después de un rato, parecía molesto.
- Felicidades – respondió Kagome, carente de emoción.
- No me vas a decir el motivo del abrazo de hace un rato ¿verdad?
- No.
- Entonces vámonos.
Él pagó la cuenta y salieron del restaurante. Kagome no entendía el cambio de conducta, pero era mejor no investigar, no quería volver a ver a la reencarnación de Inuyasha, le hacía daño, cada gesto, palabra o acción las comparaba con las de su amado y le recordaba la grandeza de su pérdida.
- Nos vemos mañana – se despidió Shizen.
- Ajá – dijo sin convicción Kagome.
Kagome llegó a su casa con la idea de que había tenido el día más raro, pero al abrazar los cálidos cuerpos de Aimi y Emi liberó el estrés. Las niñas estaban encantadas porque Souta les había mostrado cómo hacer burbujas, y ellas las seguían para explotarlas.
- “Ome” más – dijo Emi a Kagome cuando el líquido de burbujas se terminó.
- No es “Ome” es mamá – le reprochó Aimi a su hermana.
- ¡Es “Ome”! – gritó Emi.
- ¡Mamá! – contradijo Aimi.
- Basta – dijo con cariño Kagome, sin embargo, no supo a quién darle la razón. ¿Qué sería mejor para las niñas? Si la llamaban mamá tal vez olvidaran a Sango, pero jamás permitiría eso, y si la llamaban por su nombre tal vez la falta de sus padres dejaría una marca profunda en sus vidas. Finalmente decidió –. Soy Kagome, su madre es Sango, una mujer valiente, hermosa y buena como pocas…
Y les contó historias de Sango, hasta que se quedaron dormidas. Kagome las besó con ternura en nombre de Sango y Miroku, preguntándose dónde estarían y qué habría sido del pequeño bebé. Pidió ayuda a Souta y llevaron a las niñas a su recámara. Se acostaron y en poco tiempo se quedaron dormidas, las tres estaban cansadas pero por motivos muy distintos.
Kagome se preparaba para la escuela cuando se despertaron Aimi y Emi, ambas llenas de energía se pusieron a saltar en la cama, luego de que las peinara y vistiera las niñas oyeron ruiditos en su estómago.
- Mamá, comida – pidió alegre Aimi.
- ¡”Ome”! – gritó Emi, cansada de la necedad de su hermana.
- Está bien, puedes llamarme mamá si quieres – le dijo sonriendo a la niña para animarla, Aimi le devolvió la sonrisa.
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*Esta historia no me pertenece. Todos los créditos a su respectivo autor/a.
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Kagome, una difícil desición
FanfictionKagome vivía una feliz vida junto a su amado Inuyasha hasta que un ataque sucede. Huyendo a su época con las pequeñas de Sango para salvarlas, regresa para encontrarse con tristeza y dolor. ¿Era posible que su amado Inuyasha y sus amigos estuvieran...