Capítulo 15: Reencuentro

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Capítulo 15: Reencuentro

Kagome llegó a su casa, tomó su bolso y abrazó de nuevo a su madre, no quiso ver otra vez a las gemelas ni despedirse de su hermano y abuelo, sentía que cambiaría de opinión en cualquier momento. Corrió al pozo y lo cruzó. Kohaku cumplió su palabra, ya la esperaba del otro lado.

- Kagome... ¿estás bien? - preguntó el joven al verle el semblante descompuesto.

- Sí... - respondió, obligándose a recuperar el aplomo.

- No tienes por qué hacer esto.

- Claro que sí, yo... quiero hacerlo.

Ambos subieron sobre el lomo de Kirara y se elevaron. Siguieron rumbo al norte, pues hacia allá había rastreado Kohaku a la demoníaca mujer. La mayor parte del viaje lo hicieron en silencio, ninguno tenía mucho que decir, pero sí mucho que pensar. Kohaku revivía esos momentos de soledad y abandono, como cuando estaba bajo el poder de Naraku, Aimi y Emi no le ofrecían gran consuelo ya que se quedarían en la época de Kagome. La ausencia de su hermana Sango lo atormentaba, no podía evitar preguntarse "¿Habría sufrido mucho? ¿Dónde estarían sus restos?"

Por su parte, Kagome también tenía pensamientos fúnebres, se forzaba a pensar positivo, pero era muy difícil mantener la esperanza por mucho tiempo.

Cada vez que desde las alturas veían una aldea, bajaban. Pedían informes sobre la mujer llameante, y desesperados preguntaban por un hanyou, una exterminadora y un monje, casi nunca obtenían información útil, pero algunas veces un vago rumor les parecía importantísimo.

Los días pasaban monótonos, estaban cansados de vagar sin una dirección precisa, de vivir con el peso del dolor y sus reservas de comida se agotaban.

Una tarde bajaron hambrientos a un poblado, los aldeanos al identificar a Kohaku como un exterminador lo recibieron muy bien, pero la extraña vestimenta de Kagome les daba desconfianza; Kagome les dio la descripción de la mujer llameante y preguntó si sabían algo de ella, los lugareños expusieron su negativa, sin embargo, les contaron sobre un espíritu maligno que había habitado en una cueva y que atraía a las doncellas, Kohaku y Kagome se ofrecieron a investigar, las personas agradecieron su oferta, pero les informaron que tres noches atrás un monje, una mujer, y un hombre, habían acabado con él a cambio de comida.

Kagome y Kohaku intercambiaron una mirada suspicaz.

- Ese hombre... - comenzó Kagome con la boca repentinamente seca - ¿era en realidad un hombre... o un hanyou?

- Un hombre corriente, señorita - le respondieron.

Kagome forzó su mente, contó días y meses con cuidado, una y otra vez; finalmente se convenció, la luna nueva había sido precisamente hacía tres noches.

Rechazaron la comida y volvieron a subir sobre Kirara, si se apresuraban podrían alcanzarlos, aquellas personas iban a pie. ¿En verdad eran los suyos? Rezó porque así fuera.

Kirara identificó un olor familiar y giró a la derecha, los corazones de Kohaku y el de Kagome aumentaban el ritmo mientras Kirara descendía.

Ahora corría por tierra, esquivaba con facilidad árboles y arbustos, hasta que finalmente se detuvo en seco. Eran ellos, en verdad eran ellos.

Kagome sintió desmayarse.

- Inu... Inuyasha. - Sus ojos se volvieron cascadas. - ¡Inuyasha!

Corrió a los brazos de su amado, él correspondió al gesto pero no al sentimiento, había frialdad y reserva en él.

- ¿Qué estás haciendo aquí? - inquirió con enfado. La chica sintió como una bofetada.

- ¿Qué estoy haciendo aquí? ¡Vine a buscarlos! - La pregunta de Inuyasha la desconcertó.

- No debiste venir, tonta.

Kagome estaba consternada. ¿Por qué se comportaba así?

- ¡Sango! ¿Cómo escapaste?

- I-Inuyasha llegó a tiempo - respondió, pero Kagome notó que tenía una mano vendada.

La verdad golpeó el herido corazón de la joven.

- Ustedes... todos ustedes...

- Kagome, déjame explicarte - imploró Sango.

- ¡¿Cómo pudieron hacerme esto?! ¡¿Por qué me hicieron a un lado?! - La furia creció en su interior.

- ¡Lo hicimos para protegerlas! - respondió Inuyasha.

- ¿Por qué no me dijeron nada? Sango me prometió que Inuyasha me buscaría - lo retó con la mirada, él bajó avergonzado la suya.

- Kagome, por favor entiende... - intervino Miroku.

- ¿¡Qué se supone que entienda?! - gritó de nuevo - ¡No tienen idea de lo que he pasado pensando que todos estaban muertos!

- ¡No quiero que estés aquí! - gritó a su vez Inuyasha -. Es... es muy peligroso.

- ¡Por favor! - dijo indignada - Estuve contigo en la batalla de Naraku, hemos enfrentado muchas cosas juntos. ¿Por qué esto es diferente?

- Porque tengo hijos - interrumpió Sango -. ¿Qué harías tú para protegerlos, Kagome?

Kagome no respondió, pero su ira e indignación no aminoró.

- Me lo prometiste Sango. - Una lágrima resbaló por su mejilla. - Dijiste que mandarías a Inuyasha por mí.

- Kagome... - Sango se acercó a la chica, pero Kagome retrocedió.

- Las gemelas están bien. - Miró a Miroku y Sango. - Afortunadamente son pequeñas y no les reclamarán tal maldad, pero yo...

- ¡Espera! - dijo Inuyasha al verla alejarse, y trató de tomarle el brazo.

- ¡Abajo! - gritó con toda su energía - ¡Abajo! ¡Abajo! ¡ABAJO!

Kagome miró a Kohaku, que no había dicho palabra alguna, pues también trataba de asimilar lo acontecido.

- Me llevaré a Kirara, por ahora... no quiero verlos.

En realidad, lo único que quería era abrazarlos y agradecer que estuvieran vivos, pero también sentía una furia incontenible, se sentía herida, traicionada, subestimada y hasta humillada. ¿Es posible que la creyeran tan débil? ¿Acaso la consideraban un estorbo?





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*Esta historia no me pertenece. Todos los créditos a su respectivo autor/a.

Kagome, una difícil desiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora