Cap 7

1.6K 73 1
                                    

Caleb

—Caleb.

Mi hermano giró su rostro para enfocarse en mi, bufé malhumorado negando con la cabeza, dándole una respuesta al doctor frente a nosotros —No.

—Te hacen falta, comenzarás a tomar vitaminas y a llevar una dieta más balanceada, estás debajo de tu peso normal— escribió algo en un papel —¿Qué tal duermes? Tu hermano mencionó algo de insomnio.

—Bien.

—¿Cuántas horas?

—Cinco aproximadamente.

—¿De las ocho que necesitamos?

Me encogí de hombros —Supongo.

—Necesito que colabores en esto, Caleb.

—Yo no quiero estar aquí— repliqué llevando mis ojos a Tristan.

—Hazme el favor de responder a todo o charlaremos en el auto.

Puse los ojos en blanco ante su amenaza, después del último castigo me sentía molesto con él, odiaba que pudiera a ponerme en una posición tan vulnerable, aunque también tuve un momento lindo con él pero sin duda no debió de ser de esa forma.

—Bien— el doctor aclaró su garganta —¿Qué me dices de los sueños húmedos? ¿Los frecuentas?

Joder, la pena me abundó al instante ante esas últimas preguntas —Ajá...

—Es bueno, eso y tus estudios dicen que tu ámbito sexual va bien— subió la mirada a mi antes de pasar a mi hermano —Entonces ya está, tomará vitaminas, seguirá esta dieta, estas pastillas le ayudarán con el insomnio, también necesita algunas vacunas. Veo que no visitabas al doctor con frecuencia estando con tu padre.

—No muy seguido— respondí observándolo pero sus palabras hicieron eco en mi cabeza —¿Dijo vacunas? ¿En plural?

—En plural, Caleb— confirmó con un asentimiento —Pasa a la camilla, por favor— se levantó haciendo un gesto con la mano.

—Ah, no.

—Anda— mi hermano también se levantó.

—No quiero.

—Caleb.

—No— llevé mis manos a las agarraderas de la silla, no pensaba levantarme, no a que me picotearan como agujero.

—No vamos a hacer esto ahora— sus ojos firmes se fijaron en los míos —A la camilla.

—Será algo rápido,  sólo sentirás un piquetito— trató de tranquilizarme pero la aguja en entre sus dedos no lo hacía.

—Un piquetito la mierda— solté de forma inconsciente —Lo siento— musité cuando mi hermano frunció el ceño.
A ver, las agujas eran uno de mis peores miedos. Las odiaba, en verdad las odiaba, prefería tomar pastillas o lo que fuera en lugar de eso.

—Última vez que te lo digo, de pie.

Sabía perfectamente que no me convenía hacerlo enojar, pero estar en esa camilla...no, no era peor, observé al doctor que terminaba de colocar un líquido amarillento en la jeringa antes de tirar el frasquito a la basura.
Sin tardarse mucho tomó otra ampolleta preparándola, esta vez era un líquido transparente, esa me daba más seguridad que la amarilla, pero seguía siendo una puta jeringa.
Además, el castigo había sido por la noche y seguía adolorido.

𝑫𝒆𝒔𝒅𝒆 𝒄𝒆𝒓𝒐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora