𝑫𝒆𝒔𝒅𝒆 𝒄𝒆𝒓𝒐

Cap 28

༄ Caleb ༄

Irritado subí a mi habitación dando un portazo dejando caer la ropa en el sofá comenzando a meterla en la maleta de mala gana.

—Para con esta actitud— Maria se acercó quitándome la camiseta de la mano doblándola correctamente —Ya es suficiente.

—Quiero que se largue y me deje en paz— tomé la prenda —Va lo mismo para ti— musité dejándola en la maleta.

La observé al sentir como tomaba mi brazo, bastó un tirón para que terminara sobre sus piernas cosa que me dejó helado hasta que reaccione ante la primera palmada.

PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS

—¿Qué te..? ¡María!

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Joder...su mano pesaba bastante.

—Suéltame— comencé a moverme hasta que el dolor en el abdomen hizo que me quedara quieto.

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—Mmhh...para, para.

PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS

—Ayy.

—Para tú. Vas a dejar esa actitud ya ¿Me entiendes?

Puse los ojos en blanco llevando ambas manos a sus piernas para levantarme.

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—Auu, Maríaa.
 
—Te hice una pregunta.

—Que si...ya...lo siento.

Me levanté apenas me soltó quedándome al lado de la cama, era raro verla molesta...al menos conmigo.

—Termina la maleta— ordenó caminando a la puerta la cual cerró al salir.

Sobé suavemente sobre el pantalón una vez que estuve a solas, ahora entendía porque Tate y Jere se quejaban tanto.

Concentrándome en la maleta terminé de empacar toda la ropa y zapatos, ya solo me faltaban las cosas personales pero eso iba a dejarlo para mañana temprano.

Por la hora supe que debía bajar al comedor, caminando a la cocina tomé los individuales y cubiertos para llevarlos a la mesa. Mis hermanos se encargaron de lo demás mientras que María servía la comida y papá el agua de...no se...era amarilla. Podía ser de mango o de piña.

Afortunadamente el novio o lo que fuera de Harriet se había quedado en su hotel, partíamos mañana a Beverly Hills por lo que quería despedirnos, pasar el día con nosotros, Thomas también lo haría pero él llegaría a la hora de la cena.

—¿Estás emocionado?

—Ajá— jalé la silla.

—Estoy segura que vas a disfrutarlos mucho, son agradables.

—Claro...— tomé asiento —Imagino que no cambian a sus hijos por un hombre que se encuentran en la calle.

—Nunca te cambié por él, Cay...eres mi niño.

—Me dejaste, siempre lo haces ¿Cuánto te tomará esta vez? ¿Tres semanas? ¿Dos meses?

—No voy a irme.