Capítulo 44

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—¿Emocionada?— mi mamá apretó mi hombro llamando mi atención, creo que en ese momento estaba perdida en mis pensamientos, estaba emocionada, definitivamente lo estaba, pero sentía una presión en el pecho que no me dejaba regocijarme por completo en mi situación, ambas emociones tenían una batalla por dominarme, no estaba segura cual ganaría.

—Eso creo— presione mis labios juntos, casi haciéndoles desaparecer, mi reflejo en el espejo solo mostraba una línea roja en donde debería estar mi boca.

—No dejes que el vacío en el estomago te engañe, hoy será una gran noche— sonreí de lado, sí tenía un vacío, pero no en el estomago.

—Eso espero— besó mi cabeza y me dejo sola.

Por un momento miré la madera de la mesa en la que estaba recostada, tan oscura, tan limpia, hice que mis uñas perfectamente pintadas de un rosado, con una delgada línea blanca en el borde de cada uña y una flor en cada dedo anular de mis manos, rebotaran sobre ella sin un ritmo fijo aparente. Levante mis ojos y por fin me tome el tiempo de ver el resultado final, después de ser prácticamente torturada por una hora mi cuero cabelludo por fin podía tranquilizarse y yo debía asegurarme de no estropear el maquillaje de cuarenta y cinco minutos que habían aplicado en mí.

Creo que todo había hecho efecto en mí, me veía bien, era interesante. Mi ojo derecho decidió molestarme y picarme, quería rascármelo, pero eso solo ocasionaría que se arruinara el trabajo y digamos que esta vez mi mamá no sería tan gentil, parpadeé tratando de que se fuera la molestia.

Me puse de pie y camine hasta los tacones negros que me esperaban al lado de la cama, eran tipo sandalia, con muchas tiras cruzadas cubriendo la parte de arriba de mi pie, se cerraban delicadamente alrededor de mi tobillo, lo admitía, estaba fascinada por ellos y no importaba que tan alta fuera, los tacones hacían ver tus piernas aun más largas.

Tocaron el timbre y me puse rígida, no creía estar completamente lista para verlo. Respire profundo tratando de calmarme y bajar los latidos de mi corazón, era tan desastroso como me sentía por dentro, aunque por fuera me sintiera bien.

Baje las escaleras tratando de no partir ningún tacón y sobre todo, no tropezar nada, no quería las fotos con un chichón en la cabeza.

Desde la sala se escuchaban voces, la de mi padre sobresalía entre ellas, esperaba que no estuviera tratando de intimidar a alguien, no es como si fuera una niña indefensa, tal vez una joven adulta indefensa, pero no una niña.

Mi estomago parecía invadido por una plaga, cosquilleaba por todos lados, me daban ganas de reír, por alguna razón, la euforia se convirtió en parte de mí, era como en cada navidad, la emoción de abrir los regalos era tan grande cuando era niña, pero la magnitud de esos sentimientos no se comparaban a los que sentía ahora.

Respira, me obligue a decirme antes de entrar en la sala, esperando ver a mi pareja, para mi sorpresa, o desilusión, solo era Luke Hilton, nada importante.

—Entonces, vas a explicarnos quien eres y que haces aquí— el neandertal de Jacob Reed miraba a Luke con ansiedad, sus puños se apretaban y se aflojaban con rapidez, estaba conteniéndose.

—Jake, deja en paz al muchacho— pidió mi padre, como respuesta solo obtuvo una negación de cabeza y a un hijo más irritado.

—No, hasta que nos diga qué hace aquí— su boca se abrió para responder, pero yo me adelante.

—Esa no es la pregunta correcta, la cuestión es ¿Por qué lo estás intimidando? Bueno, si a eso que hacías se le puede llamar así— Luke apretó los labios tratando de no reír ante la cara de desconsuelo de Jake, el cual muy dramáticamente se coloco una mano en el pecho. Mi papá no disimulo en lo absoluto y dio rienda suelta a su risa, la indignación de su hijo salió a flote.

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