Capítulo 42 Consejos de la reina madre

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—Angela, es un gusto volver a verte.

—Creo que la palabra correcta es un gusto que aún sigas viva. — lancé una mirada a Ashley para que se retirará y lo hizo.

—Lo siento. Los dos reinos están muy juntos, me confundí de reino.

—Ya veo. No sé qué hiciste para que mi hijo se casará contigo.

—Mis encantos yo creo.

—No te deseo mal, porque es desearle también eso a mi hijo, pero te lo digo, si fallas como esposa y como reina te prometo que destruiré tu reputación.

—¿Cómo? No hay nada.

—Soy la reina madre de Sloeness, cualquier cosa que diga me creen, incluso mi propio hijo. Puedo decir que tienes un amante y que usaste tu virtud con él. Igual cualquier plebeyo aceptaría a ser mi cómplice si necesita dinero. — le di una mirada fulminante.

—También yo puedo echar la culpa a su hijo.

—Él...

—Él no es un santo. Puedo decir que mató a su propio padre. Le tenía odio por lo que le hacía hacia usted, así que lo mató, envenenándole cada día con su vino. — se quedó perpleja. —Lo sé, porque su hijo confía en mí y porque ciegamente confía en usted porque es su madre. Ninguna de las dos quiere que salga lastimado, así que guardaremos está conversación.

—Bueno si quieres que cambiemos de tema, la otra razón por la que te habló es porque necesitas herederos, ya tienes veinticuatro años y te he visto delgada. Necesito que me concedas nietos al trono, antes de que me muera.

—Y así será, pero todo a su tiempo. Él me dijo que no hay presiones y...

—Lo dice porque ningún de los dos han tenido un hijo, afortunadamente. El tiempo se acaba cuando ven que dos reinos están unidos. Contrae hijos, contrae a un varón.

—Todo a su tiempo, Angela. Eso lo hablare con su hijo.

—Bien, pero te lo advertí y necesitan un Nostradamus.

—Yo no creo que Nostradamus sea vidente o que vea el futuro.

—Tal vez tú no, pero mi hijo sí, yo quiero ver si el futuro de mi hijo, de mi único hijo está a salvo contigo. Tengo varias propuestas.

—Usted quiere un Nostradamus, ¿por qué usted no tiene uno?

—El rey celaba mucho.

—Pero, ahora está muerto.

—No me pueden ver con nadie, al menos que sea el rey. Todos crean rumores si estoy con un hombre alado mío.

—Qué pena, de verdad. Pero, no requerimos un Nostradamus.

—Eres muy terca jovencita.

—Soy una dama, no una jovencita. Aparte me debe de hablar con respeto, soy una reina, su reina. Y veré si será conveniente tener un Nostradamus. Bueno, me retiro, pero gracias por sus consejos Reina Madre. — me fui de ahí ya no soportaba esa conversación, todos los temas se centraba en su hijo y no la culpó, pero me asfixiaba hablar de lo mismo y pude ver a mi querido esposo a lo lejos.

—Rey Augustus. — hice una reverencia de broma, hizo que se retirarán todos que estaban a su alrededor.

—Reina Romina. — también hizo una reverencia. —Vi que hablabas con mi madre.

—Está preocupada como cualquier madre lo debería de estar, pues preocupa de tu vida, eres su único hijo. — hice una pausa, la verdad no sé si decirle o no.

La vida perfecta de RominaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora