Capítulo 46 El postre

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Caminaba lentamente y seductoramente hacia la cama, para después gatear hacía a mí, subiéndose encima de mí.

—Así que, dime Augustus... — me empezó a desabrochar mi camisa. —, ¿qué quieres hacer conmigo? — se me entrecortaba mi respiración. Desabrochaba mi pantalón y lo deslizaba para abajo, quedando solo en ropa interior.

—Quisiera hacer muchas cosas contigo. — mi voz se volvió ronca.

—Haz lo que quieras conmigo.

Ahora agarre el mando y estaba encima de ella, toque sus labios con mi dedo índice, mientras que la veía. Su mirada excitante, radiante y eufórica con ese deseo y lujuria de querer que la toquen.

Me deje caer lentamente para poder besarla, su mano se dirigió a mi cabello. Una de mis manos se puso en su cintura y la otra mano sobrante se puso en su cara, en su mentón. Empezamos con los besos lentos, me detuvo y me vio.

—Quiero que te descontroles conmigo, Augustus. — su mano acarició mi cara. —Quiero que uses tu lengua. — se formó una sonrisa pícara en mi rostro.

Esta vez el beso fue salvaje, metí mi lengua y escuché que su respiración se aceleraba, mis manos se aferraron en su cara, mi lengua tocaba la suya, su boca se alargaba para dar más acceso a mi lengua, una de mis manos empezó a desamarrar el corsé por detrás. Me alejé para quitar el corsé, estaba completamente desnuda, me detuve del beso y la vi completamente, mis respiraciones se habían descontrolado, pero la estaba viendo, la veía excitada con eso era suficiente.

La volví a besar, mis manos deslizaban hacía su cintura y la jale hacía a mí; mientras que mis manos deslizaban hasta sus mulos yo bajaba poco a poco, dejando besos en su clavícula, en sus pechos, esos besos cortos, que sé que quería más, hasta llegar a su ombligo.

Mis manos descasaron en sus mulos y yo besaba por el interior de ellos, hasta llegar a su intimidad, escuche que dio un gemido, quería cerrar sus piernas, pero mis manos pusieron la mínima fuerza para no hacerlo, sin hacerle daño. La vi, mis ojos en los suyos, pero mi boca en otra parte.

—Dijiste que querías que usara mi lengua, es lo que haré.

Su cuerpo se tensó y vi que echó cabeza para atrás esa era mi señal. Mi lengua entraba ahí, como si tuviera hambre, lo hice como si fuera una paleta de dulce. Escuchaba como jadeaba, sus manos llegaron a mi cabello. Jadeaba mucho y no podía creer lo excitado que estaba, se me había parado, me detuve y la miré.

—¿Por qué paras? — me miraba, su pecho subía y bajaba rápidamente.

—Quiero introducir otra cosa. — se sonrojó. —¿Estás lista? — de inmediato asintió. —Entonces no cierres tus piernas.

Estaba arrodillado, mis manos se recargaron en sus rodillas y yo solo podía ver la entrada, empecé a prepararlo para que entrara directamente. Cuando lo metí los dos soltamos un gemido y fue así como empecé a moverme. Vi que se agarraba de las sábanas y apretaba fuertemente.

Sus piernas se enrollaron en mi cintura, mientras que yo empujaba fuerte y lo sacaba lento. Abrió sus labios para producir esos sonidos que me gustaba. Empujaba más fuerte, hasta que la cabecera chocara con la pared. Ella seguía gimiendo y gimiendo, yo no podía parar por los sonidos que soltaba.

—Ya... Aaahh... No puedo más. — comentaba, veía que le empezaba a salir lágrimas, así que empecé a reducir la fuerza. —M... me... quiero... — y yo también me quería correr, pero solo estábamos a la mitad.

—No, todavía no. — la levante para que estuviera sentada, lo saque para la segunda ronda ahora si correrme.

La vi y empecé a besar sus pechos, me dirigí a su pecho derecho, el otro pecho no podría estar solo, así que con la ayuda de mi mano lo empecé a masajear. El pecho derecho tenía la atención de mis labios, si yo quisiera que el pecho entrara completamente en mi boca, pero solo entraba la mitad, cuando sacaba el pecho para volverlo a meter, saboreaba el pezón duro. Ella jadeaba y su cadera quería encontrar mi pene, quería que lo volvería a meter.

Empecé con el otro pecho, haciendo lo mismo que hice con el pecho derecho, mi mano masajeaba el pecho derecho. Pero no podía, solo no podía. Mis manos se dirigían a su espalda para empujarla más hacía a mí y para que su pecho entrara más a mi boca, no se quejaba, solo gemía. Mientras que yo la empujaba, más jadeaba, este pecho casi pudo entrar a mi boca, pero sentía su cadera muy cerca, casi logrando su objetivo y fue ahí cuando me detuve. Y la mire.

—Veo que tu cuerpo quiere más. — mi voz se volvió aún más ronca de lo normal.

—¿Por qué no lo complaces? — su voz se volvió agudo, como esas prostitutas que se veía en las orillas de cada calle. —¿Por qué no me complaces? — la avente hacia la cama.

—Voltéate. — lo hizo. —Porque esto apenas es la mitad. Quiero que te pongas en cuatro, como la perra que eres ahorita.

Se puso en cuatro, abriendo sus piernas, baje su cabeza y su pecho. Mis manos agarraron su cintura para tener mejor la firmeza. Lo metí rápidamente, con eso se formó un sonido que se escuchaba en toda la habitación. Veía que entre más empujaba y metía ella se hacía para adelante, es por eso que me agarraba de su cintura. Las embestidas que daba eran fuertes y duras, veía que jadeaba, hasta que termine, no me quería correr por detrás, lo quería hacer enfrente otra vez.

La voltee con cuidado.

—¿Quieres seguir?

—Me dijiste que me corriera hasta que tú me dijeras. — esa sonrisa maliciosa salió en mi cara y se formó una sonrisa pícara en la suya. —Estamos aquí para traer herederos, ¿no?

—¿Los quieres? — asintió.

No me pude detener, bruscamente abrí otra vez sus piernas, podía ver que ya estaba lista para correrse, lo pude ver que ella ya quería, entonces lo volví a meter, empecé lento y delicadamente, no lo sacaba por completo, solo quería verla, como cerraba sus ojos y se formaba una sonrisa de satisfacción, sus manos rasguñaban mi espalda, no me quejaba.

Cuando sentí que ya iba a soltar todo, acelere mis movimientos, agarre su cuello, no lo aprete, no le haría daño mientras lo estamos haciendo. Vi que empezó salir líquido, así que yo también me dejé correr. Lo deje suficiente adentro, para sacarlo y ver que aún había líquido en mi punta. Ella a duras penas se levantó y me vio.

—Siéntate. — le hice caso, me senté en la orilla y ella se arrodillo. Acomodé su cabello por detrás de sus orejas.

Ella me vio y me sonrió, se apoyó de mis muslos y empezó a meter mi pene en su boca, lentamente y maliciosamente. Trataba de meter todo, pero ahora que estaba recto, solo podía meter la mitad o lo menos de la mitad. La empuje agarrándola de su cabello, escuché que se ahogaba.

—Tú puedes. — volví a ver lágrimas, así que la deje, dejé que ella siguiera su ritmo.

Entonces ella seguía con su ritmo, me gustaba mucho, soltaba gemidos de satisfacción, me podía volver a correr en su boca y sin pensarlo solo salió y lo saco de su boca. Se levantó y me vio, me tomó de la cara y me besó. Mis manos se dirigieron en su trasero, sus manos se dirigieron en mi cuello, el líquido corría en nuestros labios.

Se despegó de mí y yo limpie sus orillas de su labio pues aún tenía de mi líquido, de mi semen.

—Quiero descansar. — se fue a cama, solo cubriéndose con una sábana y la vi, estaba sudada, algunos mechones de su cabello quedaron pegados en su frente. Con mi dedo pulgar trate de quitar esos mechones, solo quite algunos.

Me acosté alado suyo y mi pierna se subió a su cadera, me acerqué para murmurarle lo mucho que la amo y ella solo me dio una sonrisa de boca cerrada, antes de dormirse. Con ese acto, con esa sonrisa sabía que me decía que también me amaba. Y fue cuando pude dormir bien. 

La vida perfecta de RominaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora