Capítulo 52 Antojos

3 1 0
                                    

Era de madrugada y me estaba viendo en mi espejo, aún no ha crecido mi estómago y eso que tengo cinco semanas, pero los antojos empiezan a nacer.

Me acerco a Augustus que estaba completamente dormido y lo agitó levemente.

—Augustus. — susurre. —¡Augustus! — lo agité aún más.

—Mmm. —murmuró.

—Tengo un antojo.

—No... eso... — realmente estaba cansado pues iba de su reino al mío y así sucesivamente.

—Puedes ir a la cocina, por favor. — vi que abría lentamente sus ojos.

—Y si..., le dices a un guardia que vaya a la cocina.

—Pero, quiero que vayas tú. — después de decir eso, él se levantó pesadamente.

—¿Qué es lo que quieres?

—Un pay de zarzamora, unas fresas con azúcar y leche, pero calientita.

—No creo que los cocineros quieran hacer un pay en la madrugada, cielo.

—Pero, eso es lo esencial.

—¿Qué quieres que haga yo? — ignore su pregunta.

—Y también unas uvas, uvas verdes.

—Te puedo traer todo eso, pero no el pay. — hice un puchero a lo que él tomó de mis mejillas y me las apretó. —Bien, conseguiré el pay. Entonces es el pay, las fresas con azúcar, uvas verdes y leche caliente.

—Así es. — vi que salió de nuestro aposento y escuché murmureo afuera, de seguro estaba hablando con un guardia. Yo solo estaba en mi cama esperando.

Ya me cansé de esperar y eso que solo ha pasado diez minutos, ya me enojé.

Hasta que veo que entró al cuarto.

—¿Por qué te habías tardado mucho? — hice un puchero ahora quiero llorar.

—Lo siento cielo, pero fue un trabajo despertar al cocinero, al parecer tiene el sueño pesado.

—¿Traes mis cosas? — empecé a sonar tiernamente a lo que él sonrió.

—Todas las cosas. — me empezó a enseñar todo, pero mi objetivo era el pay.

—¿Y el pay?

—Aquí está. — y ahora estaba sumamente feliz. Y me lo dio, mientras que saboreaba mi pay, él empezó a hablar. —Creo que ya estás con los cambios de humor, Romina.

—¿Por qué me dices Romina? — pause lo que me iba a comer. —¿Por qué me llamaste así? — empecé a soltar lágrimas. —Soy tu esposa, no Romina.

—Lo siento, perdón cariño.

—No te preocupes. — ahora estaba calmada. —Que no vuelva a pasar. — le advertí. Seguía comiendo hasta que lo vi cansado. —¿Quieres pay? — él sonrió.

—Guárdame un cachito para el desayuno. — yo solo asentí y ahora seguí con las uvas y las fresas.

—Ya me llené. — sobaba mi barriguita. —Fue mucho lo que me trajiste.

—Aún no has tomado tu leche.

—No creo que pueda. — hice una cara de ternura y él no pudo resistir. Se acercó y besó tiernamente los labios. —Oye. — estaba moviendo las cosas hacia un mueble. —Augustus.

—Dime.

—Quiero que me leas un versículo tuyo.

—¿Ahora? — asentí. —Está bien, déjame buscar la biblia. — se movió hacia nuestro armario y digamos que aún no lo tiene escombrado está muy cansado, pero consiguió encontrar la biblia. —¿El que quiera?

—El que quieras. — empezó a hojear la biblia y leyó algunos versículos en murmullos hasta que encontró uno.

—Versículo cantares 6 4 "Tú amor mío, eres hermosa y encantadora como las ciudades de Tirsa y Jerusalén; irresistible como un ejército en marcha. Deja de mirarme, pues tus ojos me han vencido."

—Muy hermoso, Augustus. Mi turno.

—Deberíamos dormir, aún hay tiempo para leer todos los que quieras. — se acostó y me llamó golpeando el vació del colchón. Así que me acosté a lado de él y agarré su mano.

—¿Crees que sere la mejor madre?

—Por supuesto que sí.

—Mi madre me quería hasta que la traicionaron.

—A lo que tu madre le faltó, tú lo tendrás. Nunca estarás sola, nunca te dejare sola.

Y fue así cuando sentí una tranquilidad, que eso hizo que mi vista se volviera borrosa y que mis ojos sean pesados, ya quería dormir.

—Te amo. — fue lo único que escuche, pero espero haber respondido antes que me quedara dormida.

La vida perfecta de RominaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora