Capítulo 54 Otra vez

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28 semanas equivalente a 7 meses y las cosas están ahorita mal, bastante mal, pues paso lo que espere que nunca se diera. Una guerra.

No estaba en condiciones, todos los guardias custodiaban mis aposentos, pero tenía que ir, tengo que ir; ya que es mi reino.

Ahorita en este momento Augustus se fue para traer más soldados suyos para apoyarme y la verdad que después de leer esa nota, otra vez sabía que iba a pasar.

Querida y linda Romina, ya sabes que soy un codicioso y la verdad, si no te has enterado, he conseguido otro reino y no sé porque el tuyo no lo he podido tener, pero hoy, hoy va a ser el día en que tenga tres reinos.

Ah, y, por cierto, suerte en tu embarazo. Lo vas a necesitar.

Atentamente tu amigo Elliot.

Con eso me bastó y sé porque decidió atacar, la soberana está embarazada, o sea yo. Atacó cuando estoy en mis momentos más vulnerables, eso es lo que hace un hombre con poder, se aprovecha de la vulnerabilidad de un reino cuando él o la soberana, en ese caso, los hombres atacan a las mujeres que son reinas o que son superiores. Los hombres son egoístas en ese aspecto, los hombres siempre quieren tener el poder de todo, lo que no sabe es que hay mucho más mujeres, con demasiadas estrategias, con demasiado poder y que, en algún futuro, espero y anhelo que seamos nosotras que le causemos miedo a los hombres. Porque sé que, en algún día, que, en algún futuro, nosotras seremos algo más que ser una madre o que solo está para la cocina y que nos usen como objeto sexual. Sé que ese día va a ocurrir, pero no hoy.

Ahora solo quiero salir de mis aposentos.

—Por última vez, les ordenó que me dejen salir de aquí. Ahora.

—Por órdenes del rey Augustus no podrá salir.

—Él tiene un reino y este es el mío, por ende, yo soy la reina y a la única que me deben de escuchar. Déjenme salir. Ahora.

—Reina Romina, no va a salir porque no está en condiciones y usted lleva a su heredero. No puede salir. — estaba desesperada, yo debo de dirigir a mis soldados. No me dejaron de otra que usar los pasadizos. Sería fácil, pero estoy embarazada, no puedo hacer tanta fuerza.

Solo empecé a correr tras los pasadizos y vi al comandante, que él está presente cuando el rey o la reina no pueden acudir a la guerra; lo ataqué por detrás. Me puse la armadura. Cada comando o cada jefe de soldados tienen la bandera representada en el hombro derecho.

Lo difícil ahora es que debo de fingir una voz de hombre. Ya sé mi estrategia, la última vez él me ganó, pero esta vez no dejaré que pase, ya no.

—¡Atención! — intenté a ser mi voz lo más grave posible. Tal vez después me duela la garganta. —Ya sabemos cómo ataca, ya sabemos sus estrategias, ya no vamos a caer fácilmente. Por órdenes de la reina me ha dicho que se quedarán algunos aquí.

—¿Por qué? — preguntó uno.

—Bueno, la última vez atacaron al reino y todos nosotros estábamos en el campo de batalla, no queremos más perdidas. Ahora, los que se quedarán aquí, evacuaran a las personas, niños, ancianos e incluso los perros y gatos que andan en las calles, no quiero ningún ser vivo afuera en las calles.

—Disculpe comandante, tengo una pregunta. ¿Cree que todos quepan en el búnker? — una excelente pregunta, la capacidad del búnker son trescientas personas, el reino tiene seiscientas.

—Logren meter a los que puedan. — vi la mesa de madera que mostraba el mapa del mundo y vi una pluma y una hoja y empecé a escribir. Y se lo di a un soldado. —Dáselo a la mano derecha o a la dama de honor que se enteren que tendrán que resguardar algunos pueblerinos. ¿Podrás hacer eso? — el soldado solo asintió. —Bien. Ahora empezaremos a formar grupos, quiero que se organizan de la manera más rápida posible. — por un momento se quedaron quietos. —¡Ahora!

Se organizaron lo más rápido posible y ya tenía mis dos grupos formados.

—Recuerden que esto lo hacemos por las personas que no se pueden defender. — empezaron a agarrar sus cascos, sus escudos y sus espadas. Y me di cuenta que no estábamos listos, que seremos muy pocos en regresar. Los vi, a todos, por última vez; ver como darían su vida sin saber lo que les espera. Y por un momento oré por ellos, le recé a Dios para que nos ayude en esta guerra. Para que salgamos la mayoría con vida, para que yo salga con vida.

Trate de subirme al caballo lo antes posible, sé que no podría ir a la guerra en este estado, pero, o soy yo o es mi reino y la verdad daría todo por mi reino.

Montamos lo más rápido posible y ahí estaba. Elliot, con una botella de alcohol.

Hasta que nos miró y lanzó su botella, él estaba enfrente, él estaba por delante de todos; acercándose un poco más hacía a mí, bueno hacía el comandante.

—¿Y tú reina?

—Como usted ha de saber, ella está sensible y vulnerable.

—Vulnerable. — repitió. —Me imagino que ella no estará involucrada en esta guerra.

—Está en lo correcto.

—Bien. No hay que llegar a perdidas — sacó un pergamino. —, quiero negociar. Tu reina se rehusará, pero solo quiero esto. — me lo dio.

—Esto... es...

—Pido la mitad del reino de Filliph. Sé que en ese reino hay demasiado oro y tal vez piedras muy lujosas y muy escasas. Quiero que firmes y la guerra no sucederá.

—Sería firmar por espaldas de mi reina. — traté que el enojo no me gobernara y mantuve firme la voz grave. —La reina me llevaría a la guillotina.

—Pero, tendré la mitad del reino si firmas. Te ayudaré. — me dio una pluma. —Piénsalo.

La vida perfecta de RominaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora