Capítulo 45 Grecia

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Augustus

Llegamos al muelle de Grecia y nos fuimos a uno de esos lugares lujosos y caros, que solo los que tienen dinero lo pueden disfrutar. Aquí no pueden notar que Romina y yo somos reyes.

Podía verla, asombrada y con esa sonrisa, estaba feliz y yo estaba feliz porque ella lo estaba.

—Bienvenidos. Espero que el hotel les guste y sea de su agrado. — la recepcionista nos dedicó una sonrisa amable.

Grecia empezó a revolucionar con unos hoteles magníficos. Romina no estaba equivocada en elegir el lugar.

—Gracias. — nos dio la llave de la habitación.

—Que sea de su agrado. En un momento subirán sus cosas.

Nos dirigimos a nuestra habitación, y si, el hotel estaba hermoso, las habitaciones son esplendidas.

—Estoy demasiada cansada. — comentó Romina. Mientras que se dejaba caer a la cama.

—Podría dormir toda la noche. — tocaron la puerta y abrí, solo estaban las maletas.

—Yo también. — cerré la puerta con seguro por si las dudas.

—Pero, debemos de cenar, debemos de disfrutar.

—Por eso tenemos toda una semana. — ella sonrió. Me acosté a su lado. —Estaremos listos para la cena. — ella asintió y cerró sus ojos.

[...]

Al abrir mis ojos, podía ver como la luz de la luna se colaba en la habitación, pero no vi a Romina y me preocupé, levantándome tan agitado. ¿Dónde estará?

Salí por la puerta corrediza que cada habitación tiene y en cada habitación tienen piscina y jacuzzi. La vi, sumergiendo sus pies en el jacuzzi y me vio.

—No quería despertarte. — dijo. —Decidí probar el agua de jacuzzi, está tibia, me gusta. — me acerqué a ella y me senté a su lado.

—¿Tienes hambre?

—Sí. — se levantó y salimos.

Había como cinco restaurantes, la comida original de Grecia, comida de Italia, comida de Francia, comida de ¿México? Y comida de España.

Probe la italiana, era a donde quería ir, pero cambiamos de planes.

—Guarda un poco para el postre. — susurró, mientras que elegía su comida. Yo sabía lo que me decía.

Pudimos hablar más, conocernos más de lo normal.

Le gusta el invierno.

Prefiere la vainilla que el chocolate.

Le gusta la playa.

Adora las fresas.

No le gusta los vestidos tan ajustados y apretados.

Si no fuera reina, le gustaría ser jardinera y repostera.

Le gusta pelear en guerras.

Ama el té, tanto como yo la amo a ella.

En épocas de invierno prefiere estar solo en su cama, es un sueño para ella.

—¿Qué tal la comida?

—No creo que sepa así la comida italiana, pero no me quejó. — comente sonriente. —¿A ti te gusta la comida?

—Es la primera vez que salgo de mi reino, así que, me gusta todo. — lo dijo mientras que le daba otro bocado a su platillo. —Pero, yo ya quiero llegar al postre si es posible. — movió su vino y se lo paso.

—Claro, deja que acabe y ya nos vamos. — le brillaron sus ojos.

Caminamos para bajar lo que habíamos comido, lo bueno y lo feliz es que estábamos agarrados de la mano.

Me decía lo bonito que era la luna y yo le decía a la luna lo bonita que era Romina.

Por esa noche se convirtió como una niña chiquita, tratando de explorar todo su alrededor en una noche. Tocaba delicadamente el agua y señalaba algunas cosas que se le hacían lindas. Corría y saltaba, por un lapso de la noche empezó a chispear, pero no le interesó si se mojaba o no, solo giraba debajo del agua y sacando la lengua saboreando las gotas, ella estaba feliz. Me di cuenta que no me arrepentí con la decisión que hice, que está lección fue la más correcta en mi vida, en querer que Romina estuviera en mi vida.

—Ven. — dijo sonriente. Jalándome hacía el exterior para mojarme.

Me moje con ella, ella estaba feliz y me contagiaba su felicidad e incluso su sonrisa. Su sonrisa era muy hermosa, esa sonrisa no se me podrá olvidar tan fácil de mi mente, me encanta verla feliz, aunque está es la primera vez que la veo feliz realmente y espero verla feliz después de este día.

—No me mires así. — me comentó con una sonrisa amplia.

—¿Así cómo? — la mire, admirándola.

—Con esos ojos de enamorado.

—Es que lo estoy completamente. — junte mis manos en mi boca para formar un hueco alrededor de mi boca, para que escuchen lo que tengo que decir. —¡Yo amo a Romina! ¡Amo a mi esposa! ¡Amo a mi reina! — ella rápidamente me bajo mis manos.

—Shh, te van a escuchar. — comentó entre risitas.

—Mi objetivo era que me escucharán.

—Vamos por el postre. — tomo mi mano y yo iba atrás de ella, ella me dirigía hacía la habitación.

Llegamos a la habitación y yo ya estaba más que emocionado.

—Espérame aquí, solo déjame cambiarme. — me puse triste y ella lo notó. —Será rápido. — ella me besó y me sorprendió que ella diera el primer paso.

Entro al baño, mientras que estaba sentado en la cama, me quite mis botas, es mejor avanzar y además para no atrasar las cosas, silbaba mientras me desamarraba las botas.

—No te vayas a dormir. — gritó dentro del baño.

—Cómo crees. — dije juguetón. Me acosté en la cama, mi cabeza recargada en mis brazos, cerré por un rato mis ojos, para poder descansarlos.

—¿Cómo me veo? — la miré y me senté rectamente. Llevaba un corsé muy hermoso, levantando sus pechos y formando su hermosa cintura. —¿Dirás algo?

—Y... yo... n... no.

—¿No te gustó?

—C... claro que me gustó. Solo que fue una gran sorpresa, te ves radiante. — se formó otra sonrisa. —¿A ti te gusta?

Asintió. —Me lo iba a poner en la boda, pero preferí usarlo en la luna de miel. — alce mis cejas y es que estaba sorprendido.

—No me había controlado. — se había sonrojado.

Caminó hacía la cama lentamente y seductoramente. 

La vida perfecta de RominaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora