Capítulo 47 Oh

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Me levante por el frío que hacía y recuerdo que estaba completamente desnuda, así que, me voy al baño y me pongo mi túnica, me dolía mucho mis piernas, mis muslos, mis pechos e incluso hasta mi espalda, me vi en el espejo y me veía muy cansada, como si, hubiera trabajado todo un día sin dormir. Me ganaba del baño, ya de paso, no. Mientras que me lavaba mis manos, me veía otra vez, veía mis piernas estaban bien. Toque mi pecho, pero al hacerlo roce mis pechos y me dolieron, alce mi túnica y los veía rojos, algunas marcas de mordidas, me baje la túnica rápido porque entro Augustus.

—Buenos días. — por detrás de mi tomo de mis hombros y beso mi cabello.

—Solo días. — murmure.

—¿Por qué lo dices? — escuchaba que igual estaba haciendo sus necesidad, voltee a verlo y tenía rasguños en su espalda, su espalda estaba roja.

—Me duele todo. — comente. —Hasta el cuello me duele.

—Y eso que no hice casi nada con tu cuello. — le bajo a la palanca y me hice a un lado para que se lavara las manos. —Dijiste que fuéramos a lo más importante.

—No recuerdo eso.

—Pero, fuimos a lo más importante. Herederos. — y ahí fue cuando mi memoria reaccionó. —Por eso te duele las piernas.

—Oh. No creo salir para desayunar.

—No te preocupes cariño. Yo les llamó para que nos traigan el desayuno. — sonreí. —Pero, tú... — me cargo, haciendo que me sostuviera en su cuello. —, debes de descansar. Te traeré un té. — me acostó en la cama y me cubrió con la sábana y solo se fue.

Literal solo paso cinco minutos y entro con mi té y nuestro desayuno.

—Avena, frutas, carne asada, jugo de naranja, de postre es pastel de vainilla y tu té verde. — lo puso en la cama y solo comía, pero él no.

—¿Qué pasa? — podía ver su mirada pensativa. —Me duele un poco, pero es porque no estoy acostumbrada. — comente tranquila, mientras que le daba un bocada a mis frutas.

—Lo siento.

—¿Por qué?

—Mientras estábamos teniendo intimidad, te dije algo muy ofensivo y me tengo rencor a mí mismo. — tomé de su mano y me vio.

—Todos se ponen salvajes mientras hacen eso. — quitó su mano.

—No. Lo que hice estuvo mal. Perdón, por...

—Augustus, tranquilo. Te perdonó, los dos estábamos muy calurosos. Si te digo que a veces me caes mal.

—No justifica la palabrota que te dije. — aunque después pensó un poco más. —¡Hey! ¿A veces te caigo mal? — me empecé a reír. —Romina, lo siento en serio.

—Lo sé y te perdono. Igual cuando tengamos intimidad otra vez, qué tal si yo te digo una palabrota.

—Estaríamos a mano.

—Augustus, no pienses en eso. Piensa que nos amamos y que por fin lo hicimos sin que nadie nos escuche o incluso sin hacerlo en un lugar público, por fin lo hicimos bien. Tranquilo, estás perdonado.

—¿Segura?

—Sí. Mejor come. — agarre de la avena con la cuchara y me dirigí a su boca, por unos instantes no lo acepta, pero después se lo comió. —Ya no pienses en eso.

—Jure que no lo haría, que no te insultaría.

—En la cama incluso yo te puedo insultar. Tranquilo.

—Está bien. Solo porque me dices que estás bien. — sonreí.

Después de desayunar le propuse que hay que caminar y explorar un poco Grecia, en las afueras del hotel. Me puse un vestido fresco y nada ajustado, me fije sin querer de la cama y veo la pared que tiene un mini hoyo.

La vida perfecta de RominaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora