I

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El viento golpeaba mi rostro con fuerza, la suave brisa del río bajo mis pies lo acompaña, el cosquilleo en mi estómago ante el vértigo que siento por la altura, es la única salida que me queda, lo siento tanto abuela, espero puedas perdonarme. Mis mejillas se humedecieron, miré hacia abajo, no podía echarme para atrás, ya no. Tomé una bocanada de aire, recogí mis lágrimas con la manga de mi suéter y sin pensarlo más di un paso al vacío, sentí un tirón en mi brazo, el dolor tensó mis músculos.

»¿Que crees que haces?«

Dijo aquella voz, alcé mi mirada encontrándome con la suya, una mirada profunda y penetrante, oscura.

》♪《

Abrí los ojos con sorpresa, sentí las sabanas rodeando mi cuerpo, miré a mi alrededor aún confundido hasta que supe donde me hallaba, de nuevo ese sueño... Suspiré incorporándome en la cama la punta de mis pies tocaron el frío suelo.

—¿Por fin despertaste?

—Si, lamento causarle molestias, iré a hacerle el desayuno.

—Ya es tarde, ya comeré algo allá, vístete quiero que me acompañes al gimnasio.

—¿Al gimnasio?, ¿a qué?— le seguí el paso hacia la sala.

—Eres mi terapeuta, tengo un enfrentamiento en unas semanas, si me lesiono será tu culpa.

—Ah, entiendo, iré a ducharme rápido.

—Deprisa que no tengo tu tiempo.

Asentí con la mirada clavada en el piso, caminé con prisa a la ducha y tal cual prometí no tardé más de 10 minutos en estar listo, empaqué mis supresores, estando en el gimnasio estaba propenso a las feromonas de los demás alfas y no quisiera causar problemas. —Estoy listo— anuncié sosteniendo el asa de mi mochila.

—Ya era hora, vamos— su mano rodeó mi muñeca tirando de ella, lo seguí a trompicones hasta el estacionamiento, observé el coche al cual ya estaba acostumbrado, estaba impregnado de su aroma, cedro con toques de lavanda. Y era pretencioso de mi parte admitirlo pero mi aroma lograba distinguirse, jazmín y níspero.

Ingresé en el sitio del copiloto, abroché el cinturón y guardé silencio, por alguna razón jamás llegaba a ser incómodo.


Fue hace ya más de medio año de aquel incidente donde nos conocimos, donde creí que el suicidio sería buena solución a mis problemas, fue tonto de mi parte, lo único que haría sería empeorarlo, ¿qué iba a ser de mi abuela si yo moría? Él, sin conocerme se ofreció a pagar los gastos del hospital »¿Por qué?« le pregunté, no me respondió y en su lugar me propuso ser compañeros sexuales a cambio de darme dinero. No era la mejor solución, pero si era mejor alternativa a matarme trabajando sacando apenas los intereses de aquellos prestamistas. Le estaba agradecido, por salvar mi vida y dar una solución a mis problemas. Tal vez era imaginación mía, pero desde un inicio sentí una débil conexión entre nosotros, tal vez era por ser alfa y omega, fuera como fuese esa conexión solo parecía ser yo quien la percibía.

—¿¡Qué miras!?

Su comentario me descolocó, había sido tan descuidado que no me percaté que lo había estado mirando durante todo el camino. —Lo siento, solo estaba pensando...— desvié mi atención hacia la ventana.

—¿Es eso o acaso quieres que continuemos con lo de anoche?— la picardía en su voz delató sus pensamientos, no pude evitar ruborizarme.

—Estamos en la calle...

—¿Y?, ¿acaso importa que vean como te follo?

—Se hará tarde para su entrenamiento— logré decir en un hilo de voz, mi respuesta pareció hacerlo recapacitar, pisó de nuevo el acelerador, relajé mi cuerpo.

Melodía de luna llena (Jinx)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora