IV

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- Pensaba que una vez que tu hermano y tú cumplieseis la mayoría de edad no tendría que volver a hacer esto. - Comentó Niels cuando su hijo ya estaba frente a su escritorio, sin la camisa que solía cubrirle la espalda.

     Observó las cicatrices que allí tenía, bastantes menos realmente que las que cubrían su propia espalda; muestra de que su hijo había sido mucho más obediente de lo que él fue en su día.

     Kristian quiso hablar, quiso decir que no tenía por qué hacerlo. Sabía la "tradición" que había en su familia, la manera en la que se educaba a los futuros reyes y reinas, las marcas que quedaban en su espalda. Lo sabía porque su padre siempre había pensado en él como sucesor de la corona.

     Pero los temblores en sus manos captaban toda su atención y los latidos que retumbaban en sus oídos con fuerza impidieron que articulase palabra.

     Niels agarró el mango del látigo con determinación. Cada vez... La espalda de su hijo se parecía más a la suya propia. Soltó un suspiro y con él bajó el brazo con fuerza. Kristian cerró los ojos y se mordió los labios para no dejar escapar un grito. Lo soportaría, ya lo había hecho más veces.

     Stefan esperaba fuera del despacho de su padre. Tenía la oreja pegada a la puerta, esperando escuchar algo del interior, pero poco se oía. Él también había recibido aquellos castigos, aunque si lo pensaba bastante menos veces que su hermano. Era por ello por lo que su espalda contaba con menos cicatrices.

     A raíz de las últimas veces había adoptado la costumbre de esperar en el pasillo a que su padre terminase, para poder ayudar a su hermano. Odiaba no ser capaz de abrir la puerta y obligar a su padre a parar. Y no era por no haberlo imaginado cientos de veces: cómo le hacía frente a su padre, cómo le hacía pagar por todo lo que les había hecho.

     Pero aquella vez, como todas las anteriores, solo esperaba. Con los puños apretados con tanta fuerza que los nudillos se le tornaron blancos. Con una expresión mezcla de odio y furia pintada en el rostro. Con el corazón latiéndole a toda velocidad.

     Pero solo esperaba.

     Casi una hora más tarde la puerta del despacho se abrió. Stefan se cruzó con la mirada superficial de su padre, hacía muchos años que había perdido la habilidad de descifrar lo que quería decir. Y, solo cuando hubo perdido de vista su silueta por el pasillo, entró como una exhalación en el despacho.

     Se encontró con Kristian echado boca abajo sobre el escritorio, aún consciente.

- No tienes... Porqué hacer esto. - Articuló como pudo cuando Stefan se acercó para ayudarle. Le gustaba no haberse desmayado, le provocaba cierta satisfacción aquella última mirada que era capaz de echarle a su padre. Esa mirada que le decía que aquello no había sido suficiente para acabar con él, que era mucho más fuerte.

     Aunque una vez que el rey se iba desmayarse era lo que más atraía a Kristian, para no sentir el escozor y cómo le ardía la espalda.

- Cállate. Voy a cogerte ya. - Stefan alzó un brazo de su hermano y se colocó por encima del hombro.

     Luego lo incorporó con cierta lentitud y le sujetó por la parte baja de la espalda, intentando no rozarle ninguna herida. A pesar de que Kristian intentaba no quejarse le era imposible dejar escapar cortos gruñidos a causa del dolor.

- Voy a llevarte a tu dormitorio. - Le explicó Stefan. Le guiaba por el pasillo, casi al punto de arrastrarlo. Y aunque sabía que Kristian deseaba llegar cuanto antes, no podía permitirse ir rápido.

     Los guardias con los que se cruzaban desviaban la vista o la mantenían fija en un punto inexistente. Todos sabían bien que no podían interferir, que no podían ayudarles. Al menos, Kristian y Stefan se tenían el uno al otro; no todos los herederos habían contado con ese privilegio.

     Cuando llegaron frente al dormitorio de Kristian, este estaba con los ojos entrecerrados. Respiraba con dificultad y varias gotas de sudor le caían por la frente. Y, aún así, intentaba quejarse lo menos posible.

- Ya hemos llegado, aguanta un poco más. - Susurró su hermano, transmitiéndole fuerza.

     Soltó uno de los agarres y abrió la puerta rápidamente, entrando y cerrando a la máxima velocidad que se podía permitir, para no dejar a su hermano sin todo el apoyo durante mucho tiempo.

     Por ello quizá tardó en ver a la joven de cabellera azabache que permanecía de pie frente a la ventana, mirando la escena con estupor. Cuando los ojos de Stefan la reconocieron, su rostro no tardó en expresar la rabia que sentía hacia ella en aquellos momentos.

- ¿Qué haces aquí? - Preguntó con seriedad. Hacía mucho que no hablaba con ella, tal vez desde esa noche en la que casi la elimina, cuando vio a su hermano en palacio.

- Yo... - Evelyn no sabía muy bien qué responder. O si debía hacerlo. ¿Contarle a Stefan lo que había hecho la noche anterior: emborracharse hasta tal punto de tener lagunas y permanecer todo el día en el dormitorio de su hermano incluso cuando a esas horas debería estar en el suyo propio?

     Aún así, había algo que le llamó más la atención.

- ¿Qué le ha pasado? - Quiso saber, dirigiendo la mirada a Kristian, que apenas podía tenerse en pie.

- No te importa. Lárgate.

     Stefan hizo caso omiso a la seleccionada, esperando que sus palabras, y más aún, su actitud, consiguiesen hacer que la joven saliese del dormitorio, dejándole a solas con su hermano. Se aproximó a la cama, Kristian no podía mantenerse más tiempo en pie, por mucho que estuviese apoyado en él.

     Fue entonces, cuando le ayudó a tumbarse boca abajo sobre el colchón, que Evelyn pudo ver las heridas en su espalda. Y supo al instante de lo que se trataba.

- ¿Por qué..? - Empezó, titubeante. - No, espera, iré a por algunas gasas. Y agua. Y algo para el dolor. - La joven quería ayudar, debía hacerlo. El príncipe le ayudó cuando ella lo necesitaba, debía hacer lo mismo.

     Por fin pudo reaccionar, moviéndose rápidamente hasta el baño, sin éxito alguno.

- Estate quieta. - Ordenó Stefan. La autoridad en su voz sorprendió hasta a él mismo. - Y vete. Kristian no necesita tu ayuda.

- Stefan... - Apenas se pudo oír el susurro del príncipe que yacía adolorido en el colchón, intentando reprender a su hermano.

- ¿Cómo que no? Tiene la espalda... Echa un cuadro. Y cuatro manos son más útiles que dos. - Repuso Evelyn. Debía ayudarlo, no podía dejar a Kristian... En ese estado sin hacer nada.

- ¡Qué te vayas! Está así por tu culpa, ¿Es que no lo ves? Si no hubiese sido por ti, Kristian no estaría así ahora. Así que, vete, y deja de estropearle la vida. - Stefan no pudo aguantarlo más. Tenía los ojos llorosos, se le nublaba la vista y le costaba diferenciar cada una de las heridas en la espalda de su hermano. Le escocía la garganta por haber gritado, pero no se arrepentía.

- Razón de más para que ayude. - Susurró la seleccionada, segundos antes de salir a buscar materiales y ayuda sin esperar el consentimiento de los príncipes.

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