XXXVI

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- Menos mal. Aún estáis aquí. - Evelyn notaba la lengua pastosa, como si pesase demasiado. Aquello le hacía gracia.

- Señorita Aberdeen, ¿Puede explicar por qué aparece a estas horas? - El rey fue el primero en hablar. Sus ojos azules miraban a la seleccionada inquisitivamente, pero ella no parecía percibirlo.

- Sí. Sí que puedo. No quería perderme la cena. - Le respondió ella con una sonrisa atontada en el rostro y sin ser capaz de establecer contacto visual con él.

- ¿Se puede saber qué demonios pasa? ¿Qué formas de comportarse son estas? - El rey se incorporó en su asiento. La furia se había asentado en su rostro.

     Y Kristian se dio cuenta de aquello.

- Tal vez solo esté cansada, padre, le acompañaré a su dormitorio y...

- Tú. Quédate quieto. - Ordenó el monarca. Kristian enmudeció y se detuvo al instante. Solo podía mirar a Evelyn con preocupación. - Y usted, señorita Aberdeen, discúlpese y explíqueme qué es lo que está ocurriendo.

- Perdón. ¿De qué me estoy disculpando? Es igual. - La respuesta de la joven se vio interrumpida por una risa. Una risa que provenía de ella. - Verá, he estado con Brielle. Y luego ella se ha ido. Y yo me he quedado ahí. Y he venido. Porque no quería llegar tarde a la cena. Porque se iba a enfadar. - Otra corta risa escapó de sus labios.

- ¿Ha bebido?

- ¿Beber? Claro. Todo el mundo bebe.

- ¿Que si has bebido alcohol? - Gritó el rey, cerrando las manos en puños y depositándolas con tanta fuerza sobre la mesa que el golpe resonó en toda la estancia.

     Evelyn abrió los ojos de golpe, sobrecogida por el ruido, y se acurrucó lo que pudo al lado de la puerta, que aún sujetaba para el apoyo que necesitaba.

- No, señor. Ni una gota de alco, alcohol. - Respondió con una sonrisa.

     En aquel preciso instante Kristian fue consciente de lo que ocurría. Evelyn estaba ebria. El corazón empezó a latirle demasiado deprisa mientras su mente barajaba las mil y una consecuencias que aquello tendría. Y ninguna le gustaba.

- Guardias. - Con un simple chasquido y gesto de la mano del rey, dos guardias se acercaron a la seleccionada para sujetarla de los brazos.

- Huele... Huele a alcohol señor. - Afirmó uno de ellos.

     Evelyn intentó olerse a si misma por encima tras escuchar aquellas palabras. Lo único que consiguió fue que la cabeza le diese vueltas.

- No me lo puedo creer. - Y realmente lo parecía, pues el monarca observaba la escena realmente sorprendido. - Evelyn Aberdeen, estás eliminada de la Selección.

- Pero, padre, Stefan y yo somos los que decidimos...

- ¡He dicho que está eliminada de la Selección, Kristian! - El rey estalló. Su cara, roja de la furia, se desconfiguró durante unos pocos segundos.

     Y Kristian volvió a enmudecer, encontrándose incapaz de hacer nada para salvar a Evelyn.

- ¿Acaso crees que voy a permitir que andes tonteando con una plebeya pobre y borracha?

- Evelyn no es una borracha...

- ¡Ha demostrado lo contrario! Te lo avisé, Kristian, si volvía a beber estaba fuera de la Selección. Mañana por la mañana, cuando sea capaz de decir dos frases seguidas sin reírse recibirá su castigo.

- No, padre... - Kristian sabía muy bien a qué castigo se refería su padre, y no podía evitarlo.

- ¡Silencio, Kristian! Te casarás con Brielle y no quiero discusiones. Esa joven se irá de palacio y no sin antes recibir lo que se merece.

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